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¿Cuáles fueron las motivaciones que los llevaron a crear Sempli? ¿Cómo fue esa génesis?
Nuestra génesis surgió porque antes hacíamos venture capital, inversión en empresas tecnológicas, y de manera espontánea muchas micro y pequeñas empresas se acercaban a nosotros a pedir crédito. Entonces ahí nos hicimos la pregunta con mi socio de qué preferíamos hacer: ¿invertir $2.000 millones en una sola compañía como accionistas o financiar 20 empresas con $100 millones cada una? Y la respuesta fue que preferíamos tener mayor impacto y desbloquear el acceso al crédito en Colombia, en un segmento que tiene muchos dolores.
¿Cómo ha sido ese trabajo de hablar con otros empresarios? ¿Cuáles son las bondades y los valores del emprendedor colombiano?
Hay una fuente de creatividad espectacular en nuestro país, y eso se junta con una lectura muy aguda de que Colombia es un país lleno de oportunidades, una nación emergente, que está creciendo. Nos encontramos con personas que quieren aprovechar esas oportunidades, pero que no necesariamente tienen acceso a financiación para cumplir sus sueños. Ahí es donde entramos nosotros a acompañarlos. Somos una empresa tecnológica que busca leer muy bien al empresario o al emprendedor y acompañar su trabajo con datos y tecnología.
¿Y cómo hace para no perder de vista al humano en algo que en esencia es tan de la data?
Hay un principio básico: a la gente le gusta que la traten bien. Partiendo de eso, hemos diseñado una experiencia para que un proceso que normalmente es tedioso y genera estrés —como la solicitud de un crédito— sea simple y fácil. Queremos que haya una conversación en la que no solo entendamos el pasado o el futuro, sino que generemos confianza. En nuestro análisis crediticio hay datos fríos, pero también información más cálida, que requiere interpretación, y está asociada a la confianza. Por eso nos tomamos el tiempo de conversar con el empresario. No todos los créditos son solo números.
En esas conversaciones con los empresarios, ¿cuál diría que es una preocupación común entre quienes eligen emprender?
La soledad es una preocupación oculta, pero evidente en el emprendedor. Esa soledad puede traducirse en miedos, porque muchos emprenden solos, como accionistas únicos, o porque no están bien rodeados. ¿Cómo se mitiga eso? Rodeándose muy bien, teniendo socios que te complementen, que te apoyen hombro a hombro en la ejecución. Socios con quienes celebrar, pero también con quienes reflexionar en los momentos difíciles. Y hace falta celebrar más. A partir de ahí se resuelven muchos temas.
¿Y cómo ha convivido con esa soledad?
Tal vez lo puedo decir y reconocer porque he estado al otro lado de la mesa. Hoy me siento muy bien acompañado. Con Felipe Llano, mi socio y cofundador, nos complementamos muy bien. Tenemos una dinámica constante de conversación: todos los lunes a las nueve de la mañana nos sentamos a listar los retos de la semana, y una vez al mes dedicamos un viernes completo a hablar de lo no tan bueno, a dibujar, a diseñar. En el pasado, en cambio, he buscado a socios más como inversionistas de capital, pero que no necesariamente están ahí en el uno a uno. Estar bien acompañado es esencial para cualquier emprendedor.
¿Cómo ha cambiado su manera de entender el liderazgo desde que comenzó este camino?
El liderazgo, para mí, empieza con el ejemplo. La influencia, que es parte esencial del liderazgo, conlleva una gran responsabilidad. Puedes influenciar para bien o para mal. En la construcción empresarial el liderazgo es estar en el día a día, tener conversaciones de valor. Es hacer lo que quieres ver en los demás. Otro aspecto clave es permitir que las personas aprendan por sí solas. Delegar es un arte, no una ciencia. Muchos emprendedores queremos hacerlo todo, pero soltar y dejar que otros también hagan es muy valioso.
¿Qué lugar ocupa el error en su forma de liderar? ¿Qué ha aprendido de equivocarse?
No hay evolución sin error. Reconocer el error es solo una parte; lo importante es lo que aprendemos de él. Cuando hay aprendizaje, hay evolución. Ver lo que no salió como esperábamos de forma propositiva, decir “me equivoqué, aprendí” y actuar distinto la próxima vez. Todos los días nos equivocamos, y reconocerlo es parte de la diversión de emprender.
¿Y para usted ha sido fácil reconocer sus propios errores o ha sido algo que ha aprendido con el tiempo y la experiencia?
No ha sido fácil desde el principio. Yo creo que eso viene con el tiempo, con las canas. Hoy reconozco más fácilmente mis errores. Cosas que antes me generaban estrés o me quitaban el sueño por semanas, hoy son parte del juego. Y por eso hablo de la diversión: si no se pueden ganar todas, al menos hay que disfrutar el proceso.
¿Qué cree que lo define más: su visión estratégica, su intuición o su capacidad de formar equipo?
Intuición. Como líderes, aprendemos mucho del entorno. De ahí viene el olfato, y con él, la capacidad de discernir. Todos los días tomamos decisiones que deben ser rápidas y simples. En esa dinámica, el olfato y la intuición pesan más. La visión estratégica siempre es importante, pero la intuición te permite hacer las cosas más simples y rápidas.
¿Cómo ha cambiado su visión del éxito desde que fundó Sempli?
Para mí, el éxito tiene que ver con la generación de valor. Ese valor puede entenderse de muchas formas: ingresos, rentabilidad, impacto, empleo. En mi caso, se trata de generar acceso, lo cual crea un círculo virtuoso.
¿Esa idea del éxito se ha transformado por los cambios que estamos viviendo en el mundo?
Sí, ha cambiado. Los últimos años han sido complejos, nos han obligado a tomar decisiones más fuertes. Antes el éxito para mí era más crecimiento, más tamaño. Ahora me pregunto: ¿puedo tener más rentabilidad con menos? ¿Puedo generar más impacto en más empresas con un nuevo producto? En Sempli, el impacto es una conversación constante. El éxito se ha redefinido.
Si pudiera darle un consejo a los futuros líderes o emprendedores, ¿qué les dirías sobre el poder y la vulnerabilidad en el liderazgo?
Yo no hablo tanto de poder, hablo de influencia. Y esa influencia debe ser coherente: alinear lo que uno piensa, dice, siente y hace. Cuando se logra esa coherencia, todo fluye mejor. Antes buscaba mucho el número; ahora busco cómo humanizar el número.