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Los secretos tras el martillo y el atrio de una subastadora 


Charlotte Pieri, directora de Bogotá Auctions, habló sobre los próximos eventos, sus lotes favoritos y algunos detalles de su vida.


Andrea Jaramillo Caro

20 de marzo de 2025 - 07:34 a. m.
Charlotte Pieri es abogada e historiadora de arte.
Foto: Bogotá Auctions
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Hablemos sobre las próximas subastas de Bogotá Auctions...

Cada semestre tenemos un promedio de 10 subastas especializadas. Este año estará la de artes decorativas el próximo 27 de marzo, enfocada en el legado de Hans Ungar y Lily Bleier, dos personajes importantes del mundo cultural en Colombia. El 90 % de la subasta son objetos o muebles personales de la pareja y, además, ofrecemos una selección de unas piezas exclusivas del “design” italiano de los años 80 y 90. Una semana después, el 3 de abril, subastaremos una colección de grabados y múltiples que permiten acercarse al arte mediante la técnica del grabado.

De la de artes decorativas y diseño, ¿cuál de los lotes es el que más le llamó la atención?

La respuesta depende del momento de la vida. El abanico de tiempo que se cubre en esta subasta es muy amplio, así que es un poco difícil contestar. Del legado de los Ungar rescato particularmente los fragmentos de textiles peruanos del siglo XV, se mezcla extremadamente bien la parte decorativa con el arte. También las figuras de pesebre del siglo XVIII, que son piezas quiteñas absolutamente espectaculares. Al revisar la factura con la cual están hechas las piezas, y el nivel de detalle, las consideré piezas preciosas, no solo por el significado religioso que puede tener para algunos, sino también por el significado cultural y estético que tienen este tipo de objetos. La importancia de las piezas coloniales en el caso de Hans Ungar y Lily Bleier es que eran un símbolo de su integración con el entorno cultural que era Colombia. En cuanto a diseño, hay un escritorio precioso del “design” italiano que me gusta, porque veo estas piezas no solo por su valor utilitario, sino también como obras de arte.

¿Podría contar una anécdota de una de las subastas que ha dirigido en Bogotá Auctions?

En una subasta de artes decorativas me dio un ataque de risa por primera vez en 10 años de carrera dirigiendo subastas. Nunca me había sucedido y me sentía mal por no poder parar de reír en medio de una subida de precios. Fue maravilloso, porque luego me hicieron comentarios, tanto postores que estaban en la sala y los que estaban conectados virtualmente: se rieron conmigo y siguieron la subasta sin mí. Se supone que tenía que dirigir la subasta y ellos continuaron con la subida de los precios. También recuerdo el momento en que, dirigiendo una subasta, pasamos los $200 millones, ahí pensé que logramos legitimarnos como casa de subastas.

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¿Qué emociones siente al dirigir una subasta?

Me pasa lo mismo que cuando voy a dar clases en la Universidad de los Andes. Cada semestre, cuando voy a conocer a mis estudiantes, siempre duermo mal el día antes y tengo la angustia de lo que vaya a pasar, la acogida que le puedan dar a la clase y su estado de ánimo. Me preocupan las mismas cosas con el público de una subasta, por eso es muy importante interactuar con ellos. En Francia, mi país, fui a muchas subastas y quise seguir este camino gracias a que vi a muchos subastadores en el atrio. Siempre intento actuar pensando en las actitudes que como espectadora me gustaría que tuviera un subastador. Se trata de estar siempre muy concentrada y seguir las reglas y el ritmo de las ventas.

¿Cómo fue la primera subasta a la que asistió de espectadora?

Tenía 17 años, acababa de llegar a París para comenzar mis estudios en Derecho e historia del arte. En París hay un edificio llamado Hotel Drouot. Es básicamente una sala de ventas donde muchas de las casas de subasta parisinas, para las cuales es difícil tener un espacio con sala de ventas por los precios de los alquileres, toman prestada una de las salas del edificio durante el día de su subasta y su exhibición. No estoy segura de cuál habrá sido la primera, pero recuerdo asistir a una especializada en paleontología y otra de moda. La diversidad de las subastas me parecían tan extraordinarias. El ritmo, el espectáculo que era la subasta, lo divertido que era finalmente acercarse a algunas piezas, entonces lo maravilloso de ese lugar, más que la primera subasta en sí, es buscar los tesoros. En ese momento no me podía comprar nada, pero me fascinaba este mundo, ver a la gente pelear en la sala y una martillo como un jefe de orquesta. Vi subastas de todo tipo y, a los 19 años, hice mi primera pasantía en una casa de subastas parisina.

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¿Y cómo recuerda la primera vez que dirigió una subasta? ¿Qué cualidades cree que debe tener una persona en esa posición?

Cuando empecé a dirigir Bogotá Auctions, no pensaba ser martillo. Hace 10 años lo hacía otra persona. Fueron mis colegas los que me animaron a pararme tras el atrio. Creo que me sirvió mucho haber visto tantas subastas y haber sido crítica de muchos subastadores mientras era estudiante, admirar sus estilos... Pero, al final, siento que soy muy yo en esos momentos. Claro, hay una parte en que uno podría decir que está actuando, porque uno hace eso detrás del atril, pero creo que mi equipo me ve hoy en esa posición como una persona profesional y concentrada, pero también sonriente y simpática. Así soy siempre.

¿Cómo ha cambiado su percepción del mercado secundario desde que comenzó a ver subastas?

Es muy difícil porque yo entré a este mundo en mi país, Francia, que tiene una cultura de las subastas y del coleccionismo. Allí las subastas no son extrañas, hay más de 400 casas de subasta. El primer impulso es dirigirse a una de ellas para conocer el valor de una pieza que tiene. En la universidad, con mis amigas, íbamos a las de moda y comprábamos artículos vintage, porque era una buena forma de acercarse a este tipo de compras. Es muy difícil comparar una realidad donde hay mucho movimiento y hay subastas cada 15 días, con el panorama en Colombia. Yo participé en el fomento de esta cultura, porque antes no había casas de subasta aquí y no eran vistas como una plataforma común para vender y comprar artículos del mercado secundario.

Por Andrea Jaramillo Caro

Periodista y gestora editorial de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en temas de artes visuales e historia del arte. Se vinculó como practicante en septiembre de 2021 y en enero de 2022 fue contratada como periodista de la sección de Cultura.@Andreajc1406ajaramillo@elespectador.com
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