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“Colombia es una máquina de historias, mucho más allá de la realidad”

A propósito del inicio del Bogotá Audiovisual Market (BAM), Claudia Triana, directora de Proimagenes Colombia, habló del orgullo de ver crecer el sector audiovisual colombiano, del poder transformador del cine y de la tarea de cuidar a quienes lo hacen posible.

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Samuel Sosa Velandia
14 de julio de 2025 - 01:06 p. m.
Claudia Triana creó los Cuadernos de Cine Colombiano.
Claudia Triana creó los Cuadernos de Cine Colombiano.
Foto: Cortesía BA
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¿Qué siente cuando arranca una nueva edición del BAM? ¿Hay nervios, emoción, orgullo…? ¿Cómo vive usted, en lo íntimo, estos días tan intensos?

Cuando estamos a punto de comenzar el BAM, se siente satisfacción después de un esfuerzo muy grande. Saber que vamos a ser anfitriones de 205 invitados internacionales, que vamos a tener 74 proyectos curados de ficción, de animación, series, largos, cortos, que hemos venido acompañando durante todo el año para que se muestren como oferta nacional. Se siente orgullo también de ver esa representación de empresas, de iniciativas nacionales, de talento, en este punto de encuentro que es el BAM, no solamente para los bogotanos, sino para toda Colombia y también para Latinoamérica y el mundo.

¿Cuál fue la primera historia audiovisual que la tocó profundamente? ¿Esa película, corto o serie que le hizo pensar: esto es lo que quiero hacer?

Cuando fui directora de la Cinemateca Distrital en Bogotá, en 1980, comencé a buscar programación de toda la historia del cine mundial. Entre los primeros contactos que hice fue con la Federación Internacional de Archivos Fílmicos y, entre estos, con el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Hicimos una retrospectiva emblemática de David Wark Griffith, que fue un director cinematográfico estadounidense. Presentamos una de sus películas: El nacimiento de una nación, restaurada por el MoMa con el acompañamiento de la música en vivo de la Filarmónica de Bogotá en la sala del Teatro Libre de Bogotá. Fue todo un reto y una muestra clara de la necesidad de cuidar la memoria audiovisual y de ver el gran trabajo que implica hacerlo, pero también la calidad con la que se le puede devolver a las personas que no vivieron esa época las imágenes como las concibieron sus realizadores.

Detrás de cada edición del BAM hay mucho trabajo invisible. ¿Qué ha sido lo más difícil y lo más gratificante de acompañar este proceso como cabeza de Proimágenes?

Creo que Proimágenes también se ha ido solidificando con una serie de profesionales, muy talentosos, que trabajan con mucha pasión y muy comprometidos con la misión de fomentar el audiovisual en Colombia. Eso ha sido lo más difícil, pero también lo más gratificante: el trabajo en equipo y el trabajo desinteresado y comprometido del mismo. También lo más gratificante es ver que personas que han pasado por el equipo de Proimágenes o por el del BAM en este momento lideran otros procesos claves de fortalecimiento de todo el ecosistema audiovisual en Colombia, ya sea desde las cinematecas, desde los festivales de cine, desde los programas de fomento y estímulos, desde las agremiaciones o incluso desde la misma Academia Colombiana de Cine o entidades del Estado.

En un país como Colombia, ¿cómo se mantiene la fe en las historias? ¿Qué le da razones para seguir creyendo en el poder transformador del cine y el sector audiovisual?

Colombia es una máquina de historias, mucho más allá de la realidad. Creo que por eso hay gran cantidad y diversidad de historias en las películas que salen a las salas de cine y también en las series internacionales que están empezando a contratar guionistas y otros talentos nacionales. Cada vez que sale a la luz una película colombiana se renueva nuestra fe.

¿Qué significa para usted ver a una nueva generación de creadores llegar al BAM con sus sueños, proyectos y voces?

A mí me tocó ver las dificultades de hacer cine en los años 80, aun con la existencia de Focine, que era una empresa industrial y comercial del Estado que se liquidó en el año 93. También me tocó, desde la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, ver esos años de orfandad institucional para el cine, hasta que se creó la Ley General de Cultura, donde nacieron el Ministerio de Cultura y Proimágenes Colombia. Haber apoyado una generación de cineastas profesionales que han logrado hacer hasta cinco películas con el sistema de estímulos al sector que se ha diseñado en Colombia es más que satisfactorio

Desde su lugar, ¿cómo se cuida a quienes cuidan las historias? A los productores, guionistas, técnicos, directores…

Desde Proimágenes Colombia, que es una entidad sin ánimo de lucro, de participación mixta, su misión es justamente esa: cuidar y fomentar el talento, el cine nacional y el audiovisual en general. Todas nuestras acciones están encaminadas a cuidar el sector y, por lo tanto, toda la cadena de valor del audiovisual. No solo desde el apoyo de las convocatorias, sino desde muchos otros frentes, apoyarlas en la promoción de sus contenidos, visibilizar su obra, también es aportar y cuidar a las personas que hacen parte de la industria.

El BAM es un espacio de encuentros. ¿Qué ha aprendido usted en esos pasillos, cafés y conversaciones fugaces que ocurren fuera del programa oficial?

He aprendido muchísimo. Llevo 40 años aprendiendo y creo que no dejaré de hacerlo porque siempre tengo la curiosidad de ver lo que está pasando, cómo están cambiando los jóvenes, las audiencias, los formatos. El mundo digital abrió unas posibilidades infinitas para contar historias y poderlas circular y apreciar. En el BAM es una semana en julio de intensas conversaciones. Continuamente nos estamos encontrando en los pasillos, tomándonos un café, conversando siempre sobre oportunidades, tendencias y posibles alianzas.

Después de cada edición del BAM, ¿qué se lleva a casa? ¿Qué queda resonando en su cuerpo y en su cabeza cuando se apagan las luces y baja el ritmo?

Efectivamente, queda uno exprimido. Toda la energía que implica comenzar a las ocho de la mañana, asistir a los desayunos, a las charlas, atender a cada una de las delegaciones de más de 20 países, hacer visible a todos los creadores y demás, implica mucha dedicación, pero también es una gran satisfacción de saber que lo estamos haciendo bien en Colombia.

Si pudiera decirle algo al país —no como directora, sino como espectadora, como mujer, como alguien que cree en el arte— sobre por qué las historias importan, ¿qué diría?

Nada más agradable que oír historias. Yo recuerdo que desde chiquita me gustaba que me contaran cuentos. Contar este país desde cada uno de los puntos de vista de los artistas, desde todas las regiones de Colombia, es un panorama muy rico de alternativas para que nos conozcamos mejor. Tenemos que conocernos mejor a través del cine, para querernos más, para convivir mejor.

Samuel Sosa Velandia

Por Samuel Sosa Velandia

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia. Apasionado por las historias entrelazadas con la cultura, los movimientos sociales y artísticos contemporáneos y la diversidad sexual. Además, bailarín de danza folclórica en formación.@sasasosavssosa@elespectador.com
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