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¿Cuáles son los elementos cruciales de su trabajo en Greenpeace Colombia?
Hay muchos, pero voy a enfocarme en algunos que para mí son importantes. Greenpeace es una organización que se enfoca en el poder de las personas, y con esto lo que buscamos es generar presión pública, y ese poder se concentra primero a través de la educación y la información. Es una organización que se sienta en los datos, y a partir de estos hacemos un análisis del contexto socioambiental que sucede en nuestro país, o en los diferentes países en los que tenemos presencia, para poder hacer una lectura crítica de qué está pasando, y a raíz de eso sensibilizar, visibilizar y, sobre todo, educar a las personas alrededor de estas problemáticas. Un siguiente punto es la promoción de soluciones. No solamente nos encargamos de poner en el debate público cuáles son las situaciones que pasan, sino pensar de manera certera cuáles son las acciones concretas que se pueden hacer de manera individual o colectivas, que buscan cambios.
¿Cómo surgió su interés por los temas ambientales?
Esto va mezclado con una parte personal. Estudié ciencia política porque cuando era más pequeña me interesaron los temas sociales, cómo esas interacciones entre las personas para la toma de decisiones, y ese es un tema de poder. Pero en 2021, cuando pasó el huracán Iota por Colombia, algo en mí cambió: soy de Cartagena, mi ciudad y San Andrés fueron los lugares más impactados negativamente por este desastre, así que vi como mi hogar se estaba inundando y pude hacer esa conexión entre los problemas sociales y ambientales. Es decir, me di cuenta de que todo problema ambiental era un asunto social. Ahí empecé a preguntarme cómo podía hacer algo. Mi decisión fue renunciar al trabajo en el que estaba y estudiar más, entender cómo funcionaba la crisis y la justicia climática para poder hacer algo. Me fui a hacer una maestría en estudios de desarrollo: lo primero que pensé fue cómo mitigar y adaptar la ciudad ante esta crisis. Todo esto no era un fenómeno aislado, es respuesta a una crisis global. Empecé a estudiar y me di cuenta de que como individuo tenía poder de incidencia.
¿Cómo fue su trayectoria hacia Greenpeace?
Ese poder de incidencia lo vi a través de mi investigación en ese momento, que fue sobre proyectos de adaptación climática alrededor del agua. Al ser de la costa, para mí el agua, el mar, son fundamentales. Encontré que había un proyecto entre Cartagena y Holanda que buscaba adaptar Cartagena, pero no era participativo ni inclusivo, no tenía en cuenta a las comunidades locales. Me fui a Holanda, hablé con personas del Ministerio de Medio Ambiente encargadas de este proyecto, les toqué la puerta y les dije por qué lo que estaban haciendo no estaba bien. Ese fue mi primer gesto de activismo. Llegué con propuestas, les propuse organizar una reunión con las comunidades locales y pesqueras en Cartagena y me dijeron que sí. Esa reunión en la ciénaga fue la primera vez que vi que quería trabajar y poner mi vida en función de cambios sociales y ambientales. Luego eso me llevó a Greenpeace Colombia para proponer soluciones para la protección no solamente de ecosistemas costeros y marinos, sino también terrestres.
¿Cómo definiría la palabra “activismo”?
Antes pensaba en el activismo y en el ambientalismo como algo muy lejano. Sin embargo, esto empieza por las decisiones individuales del día a día, las formas de consumo... Uno puede incidir para lograr cambios. Este concepto tiene que ver con todo lo que haces frente a las situaciones del mundo, tus acciones para que estas situaciones cambien en pro del bienestar de las personas, de la naturaleza, y cuando hablo de la naturaleza nos incluyo como especie humana para asegurar que este lugar siga siendo habitable.
¿Cómo se ha transformado ese significado?
En un momento lo veía como una incidencia individual y pensé que podía incidir a través de mi investigación, pero con el tiempo me di cuenta —y eso es lo que he vivido con Greenpeace— de que el poder colectivo de las personas es aún mayor. Eso me ha brindado la organización y esta visión holística de entender que si muchas personas se suman podemos llegar más lejos. Hoy, a través de este rol, lo puedo ver de diferentes maneras. He podido participar en espacios impresionantes como conferencias o la COP. Hoy veo el activismo desde diferentes escalas en las que todos podemos participar. El ambientalismo no debe tener ningún tinte político o ideológico, sino ser parte de nuestra conversación, porque todo problema ambiental es un problema social. Quien tenga interés por el cuidado de la vida en la Tierra es un ambientalista. La gran conversación ahora es cómo pasamos del interés a la acción real.
¿Qué se puede hacer para evitar que estas conversaciones no tomen un tinte político?
Primero, desde una perspectiva como colombiana, es entender qué significa la vida y cómo nosotros nos situamos ahí. Nosotros vivimos en uno de los países más megadiversos del mundo. Cuando tú miras la problemática desde esa óptica, entiendes que todas las personas, que somos especies, somos parte de la naturaleza, y eso es un hecho, y es cómo empezamos a entenderlo desde esa mirada. Las personas usualmente utilizan este tipo de conversaciones para ponerse unos contra otros y aquí es como a través de la educación ambiental, el contenido que genere conciencia, podamos darles a entender a las personas que los derechos humanos son simplemente derechos que están atados a los derechos ambientales, y eso es algo que no tiene tintes políticos. Sin embargo, empieza a politizarse a raíz de las diferentes ideas, y el objetivo es ver cómo encontramos un entendimiento común de lo que significa. Para eso es importante poner en la mesa a personas de diferentes perspectivas, de diferentes lugares del país, geografías, territorios, para que dialoguen. Creo que la ciencia es la respuesta en este caso y está al centro del diálogo.
¿Qué ha sido lo que más la ha impactado de trabajar en temas ambientales?
Voy a dividirlo en dos partes. Primera, lo más interesante y retador al tiempo, es que hay muchas cosas que están pasando. Estamos hablando del derretimiento de los polos, pero en Colombia también se están derritiendo los nevados, hay incendios forestales, deforestación, inundaciones, sequías, contaminación por plásticos... Eso abruma un poco y hace pensar por dónde empezar. Pero al mismo tiempo, lo que más me ha gustado dentro y fuera de la organización es que me ha permitido conectar con muchas personas e iniciativas que están proponiendo soluciones concretas. Eso nos ha llevado a crear alianzas claves para la protección de los ecosistemas en un país como este, donde nuestro enfoque este año va a estar muy orientado a la protección de la biodiversidad y a la visibilización. Así que para mí lo más bonito ha sido eso: cómo, en medio de tanta crisis, encontramos también soluciones y victorias, con aliados y también desde nuestra organización.
