Publicidad

El billar y la poesía, pasiones y metáforas en la vida de Andrés Neuman

“El jugador de billar”, libro de Andrés Neuman, escritor argentino, será presentado este sábado en la Feria del Libro de Bogotá.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Andrés Osorio Guillott
29 de abril de 2023 - 06:21 p. m.
El escritor hispano argentino Andrés Neuman
El escritor hispano argentino Andrés Neuman
Foto: EFE - Rafael Peña
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

¿De dónde proviene el gusto o la pasión por el billar?

El gusto por el Billar en mi caso, por el pool, proviene sobre todo de mi adolescencia. Encontraba que, aunque es más físico que el ajedrez, tenía algo en común y es esa frontera entre el cálculo y la intuición, entre la sensación de estar pensando y de estar jugando con las simetrías de la emoción. Hay algo de pequeño milagro en las lógicas del billar y también una cierta lógica física en los aparentes milagros de esas bolas. Consideraba que esa mezcla de estructura y prodigio se parecía, por ejemplo, a la construcción del verso, y en general a la manera en que la belleza se organiza en el arte. Era una sensación muy del barroco en el sentido de Bach. Fue un pasatiempo y una pasión de adolescencia que mantuve durante bastantes años. Ya casi nunca juego. Estuve casi 20 años interesado en el juego y fue una fuente de placer, ocio y reflexión. Me gustaba mucho la noche, pero no el ruido. Era un adolescente extraño en ese sentido. Siempre fui muy noctámbulo. Y en el billar encontraba eso. Esa mesa entorno a la cual se congregaban personas que casi se concentraban en la quietud era una de las pocas maneras en la que la vida nocturna te daba permiso de estar tranquilo y pensando, en lugar de alborotando. Era un juego apropiado para cierto tipo de personas. Era un pretexto para divertirme de una forma más contemplativa.

Puede leer: “En agosto nos vemos”, la novela inédita de García Márquez, será publicada en 2024

¿Cómo apareció esa idea de combinar el billar con la poesía?

El jugador de billar, la primera edición que salió en España cuando era muy joven, salió por un lado de las dos actividades simultáneas, de dos pasiones que eran la poesía y el billar. Digo primera edición porque la que salió ahora en Colombia es como una versión un poco revisada, actualizada. Era una alianza muy natural teniendo en cuenta que eran dos de las cosas a las que más tiempo le dedicaba en mi primera juventud. El disparador concreto fue un sueño que tuve en el que había un personaje solitario que entre una inmensidad de mesas de billar, como una especie de hangar o mosaico infinito de mesas, llegaba lentamente y se detenía ante la única mesa encendida, y empezaba a jugar solo contra sí mismo, y me intrigó mucho porque me pareció una narración inconclusa, una epifanía a medias y me desperté con mucha curiosidad de preguntarme quién era esa persona, ese tipo y qué hacía ahí. Y me senté a escribir el libro para averiguarlo, para terminar el sueño, para finalizar ese sueño inconcluso.

“Disfrutas un instante con el miedo / que te produce defenderte”. ¿Es el billar, o quizá los deportes, los únicos espacios en los que se da esa paradoja de disfrutar del miedo?

No estoy seguro de que sea el billar el único terreno en que pase eso. El placer de la defensa. Creo que eso en general, en todos los juegos de estrategia, de mesa o deportes, tienen esa forma general de la doma, de la racionalización o contextualización de emociones que son muy primarias. Los juegos son el colmo de la civilización en ese sentido, igual que el arte, que es tomar valores y emociones muy primarias y sofisticarlas hasta sacarlas del terreno, por llamarlo de algún modo, de la barbarie. En ese sentido, la defensa, que es un acto que tiene que ver con el miedo al daño, a la derrota y en última instancia -metafóricamente hablando-, a la muerte, a morir en el juego, a recibir el miedo a la vulneración en todas sus variantes. Hay mucha gente que disfruta de las estrategias de defensa o bien en los deportes colectivos hay jugadores que cumplen esa función específica de defender. El puesto de arquero en el fútbol es uno de ellos, son gentes que no tienen sobresaltos o momentos de miedo, sino que trabaja con ese miedo, su punto de partida es el temor al daño. Hay un ejercicio de contención de ese temor, hay un placer agridulce, sutilmente masoquista que me parece muy fascinante. Me interesa qué hacer con el miedo al daño, a perder. La ofensiva tiene esta cosa de la valentía pura, que es una gran falacia. No existe la valentía, existe una gestión adecuada de las emociones de nuestra cobardía.

Le recomendamos: La historia no contada de Luis Alfonso Galán

¿Son la pausa y el sigilo dos de las características del billar que nos sirven para asumir la vida en un mundo que no detiene su ritmo?

Totalmente. Esa es otra cosa que pueden tener en común la literatura en general o la poesía en particular y juegos de pausa, reflexión y quietud como el billar. En un mundo que abusa de la aceleración y que casi parece una parodia de su propia velocidad, en una época en la que hemos llegado a semejantes extremos de alineación e hiperconexión, casi que de histeria espiritual, los oficios, artes y juegos que fomentan la pausa, la contemplación y la lentitud no solo me parecen bellos, sino urgentemente necesarios.

“El vacío que no tiene revancha”. ¿Habría alguno que sí la tendría?

Hay un vacío que tiene revancha, que es maravillosa, y es la de la página en blanco, o la de la página que nos sale mal, que es algo muy frecuente, y que genera ese agujero alrededor del cual podemos escribir la siguiente frase.

Puede ver: México en la Filbo: autores que usted no se puede perder

Hábleme de esa metáfora del tránsito de las bolas que “se parece a la trágica armonía / del tiempo cuando pasa, / de la vida que ocurre / y se detiene / para iniciarse en otro cuerpo /

Durante todo el libro, igual que en la mesa de billar, un marco de la vida. Cada uno de esos cuerpos esféricos que se mueven en el tapete, creyendo que van a alguna parte, que tienen algún destino o algún propósito, me parecían como una metáfora un poco bella e inquietante de nuestro propio vagar o deambular por el mundo, y desde un punto de vista más filosófico si queremos llamarlo así, hay una tensión interesante entre todo lo que nos hace creer que tenemos eso, razones, propósitos, metas, objetivos, direcciones, caminos, destinos, bueno, según las convicciones y sensaciones de cada cual, y esa otra parte que es casi una certeza de todo el componente caótico, azaroso, accidental como de choque de bolas o de error, o de mala puntería o de fracaso que hay en esa trayectoria aparentemente tan calculadas y precisas. Ese movimiento de las bolas tiene algo que refleja muy bien el sinsentido del sentido y viceversa. Somos, como decía Heidegger, arrojados a la vida. Es un privilegio y también un desconcierto.

En uno de los poemas escribe de los planes “ciegos e inapelables de la suerte”. Y luego en el siguiente hablas de jugar contra el azar y contra uno mismo. ¿Por qué parece que hay una especie de fobia o temor al azar en nuestras vidas?

Está muy relacionado con la respuesta anterior. Efectivamente creo que toda la historia de la cultura muestra, como entre otros, dos caminos que son antagónicos y están en permanente dialéctica. La necesidad de construir un sentido, una lógica, una razón, también un entramado de creencias, religiones o ideologías fuertes o con mayúsculas que proporcionan el consuelo del sentido permanente, o el consuelo permanente del sentido. Y por otra parte hay una fuerza que ha dejado una tradición artística y de pensamiento que tiene que ver con el absurdo, con el sinsentido, con la paradoja, con el vacío, y esto no solo ocurre cuando miramos un tablero de ajedrez o una besa de billar. Sucede también, creo, y es una contradicción que sentimos todos quienes levantamos la vista y miramos el cielo, un firmamento estrellado, y es que aparece esta paradoja en la que todo parece tan armónico, tan perfectamente diseñado y al mismo tiempo tan inalcanzable, tan incomprensible, tan fuera de nuestro alcance y, por supuesto, esto es lo más importante, tan incontrolable.

Hay algo de acierto en el impulso. Hablemos de ese concepto en el billar y en la vida. De lo auténtico, quizá.

A mí me fascina mucho ese momento, lo técnico en cuanto al juego de billar, y también en su capacidad simbólica o metafórica de tantos momentos de la vida. Ese momento en el que juega al billar puede hacer mil cálculos, figurarse mil y una geometrías, aplicarse en la conjetura, en la preparación, pero hay un momento cumbre, que es el de hacer el movimiento en el que se pone un marcha un mecanismo que ya no es el del cálculo, es el del golpeo, el del impulso, el de los nervios, la emoción. Hay algo que humaniza todo ese cálculo previo y lo compensa y completa nuestra complejidad. En ese sentido ocurre más que en el ajedrez. En este último no hay tanta distancia entre lo que pensamos hacer y lo que terminamos haciendo. Podemos cometer un error, pero si hemos calculado bien la jugada, hacemos la jugada que queríamos, pero en el billar está disociado el momento de haber imaginado la danza de las bolas y después el cuerpo y nuestra emoción tienen que ejecutar ese plan, y hay una enorme diferencia entre el plan y el cuerpo que lo ejecuta. Y al ejecutarlo pueden liberarse errores o imprecisiones, sino que puede darse una última idea instintiva que tiene que ver con el impulso y que pueda rectificar no para mal, sino para bien la idea.

Escribe también del silencio en el billar. Y quisiera también que ahondara en el concepto del silencio en este caso...

El silencio es muy importante para la poesía en todo sentido, por lo que no se dice, por lo que hay entre líneas, entre versos, por su síntesis, hasta por el aspecto visual de la poesía, que es el único genero literario que tiene más blanco que letra impresa. Hay un silencio visual también. En la mesa de billar, sobre todo cuando va avanzando la partida, ocurre lo mismo. Hay más vacío que cuerpo, hay más mesa que bolas. Entonces también es un juego en el que se pueden comentar algunas cosas, se puede hablar, pero es uno de los juegos en los que se tiende a guardar una buena porción de silencio, cada cual absorbido en su posible jugada y creo que ahí, en ese silencio hipnótico, contemplativo, de pronto se escuchan los pequeños chasquidos y desplazamiento de las bolas. Esa pequeña música, en mitad del silencio, se parece primero a lo importante y pequeño que nos ofrece la realidad y que solamente prestando atención nos ofrece, y también a los pequeños y maravillosos ruidos que el arte o la literatura pueden hacer cuando les prestamos nuestro oído y generamos alrededor el debido silencio, el necesario marco de espera de esa música.

Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.