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Un chat con Nicolás Rondó, productor audiovisual y fotógrafo de teatro musical
Como comunicador social y periodista de formación, ¿por qué decidió especializarse en la producción audiovisual y no estudiarla directamente?
Siempre me gustó escribir. Yo decía: “quiero hacer crónicas y reportajes”, porque eso me llamaba mucho. Pero cuando conocí la fotografía sentí amor, vida, una sensación distinta que me apasionó. Además, soy muy fanático —al punto de sentirme un artista frustrado— del teatro musical, y el hecho de poder registrar ese mundo y retratar, algunos proyectos emergentes. Todo eso me enamoró: la fotografía me dio la posibilidad de guardar momentos únicos e irrepetibles.
¿Y por qué se considera un artista “frustrado” del teatro musical?
Porque la historia de mi vida académica es esa: yo empecé queriendo ser artista de teatro musical. Estudié un semestre en MISI, pero ya estaba en sexto semestre de comunicación, así que tuve que tomar la decisión. Seguí con la carrera y la terminé, porque la vida me llevó por otros caminos.
Antes de dedicarme a la fotografía trabajaba como periodista, era copywriter y redactor de artículos científicos. Me gustaba, pero el bicho del arte me picaba todos los días. Afortunadamente, ahí conocí todo lo que es la producción documental, audiovisual y la fotografía.
¿Fue durante la carrera de Comunicación cuando tuvo su primer acercamiento a la fotografía?
Sí. Al principio vi una materia que se llamaba “fotoreportaje”. Pero realmente la conocí cuando hice un diplomado. Desde ahí empecé a familiarizarme con todo lo relacionado con la fotografía y, ya en la práctica —equivocándome y aprendiendo—, crecí en ese camino.
Hablando de aprendizajes, ¿recuerda cuál fue la primera obra de teatro musical que fotografió?
High School Musical, un montaje que se hizo en la academia Somos Cast. Fue muy bonito porque yo no sabía cómo registrar teatro: desde el conocimiento teórico intenté pasar a la práctica y empecé a ejecutar, pero porque era algo que me gustaba mucho. En ese momento solo hice fotos y un reel publicitario. Pero después todo empezó a crecer de una manera que ni yo mismo supe cómo sucedió.
¿Qué academias o ensambles hacen parte de su recorrido profesional hasta ahora?
Comencé con Somos Cast, a quienes agradezco mucho porque fueron los primeros que me acogieron. Yo recién regresaba de Estados Unidos, con mis equipos nuevos, y me dieron la oportunidad gracias a una recomendación de Karla Brochero.
Después trabajé con TE&M, una academia de ballet; de allí, con la salida de Nicolás Rozo, nació Rozo Producciones, con la que también trabajo. Está Arcoíris, con MUN Entertainment —la que representa Juliana—, y con MISI, que hoy es el Departamento de Teatro Musical de la Universidad del Rosario. Además, he colaborado con la Universidad Sergio Arboleda y la Universidad El Bosque, registrando tanto grados como producciones originales de los estudiantes.
Antes de llegar a Somos Cast con High School Musical, ¿qué trabajos había hecho que lo llevaron a esa recomendación?
La verdad, creo que corrí con suerte y estuve en el momento indicado. Luego de ese viaje a Estados Unidos, yo estaba comenzando en la fotografía y estuve haciendo colaboraciones y sesiones en el Jardín Botánico.
Conocí a Karla en el grupo de teatro de la Universidad de La Sabana y, de hecho, allí también conocí a David Castillo, director de experiencias de Rozo Producciones. Ella y yo nos hicimos amigos, trabajamos en una colaboración y le gustó. Luego me recomendó para cubrir un recital de canto cerca del Teatro Nacional Fanny Mikey, y después de eso llegó High School Musical. Fue una serie de eventos afortunados.
¿Qué cree que tiene el registro del teatro musical que no tienen otros tipos de fotografía?
Creo que son tres cosas. La primera es la magia del teatro musical, porque siempre la ha tenido y siempre la tendrá; poder registrar esa magia es un regalo. Lo segundo es que es difícil, muy difícil, porque cada personaje tiene su momento y yo busco que todos tengan al menos una foto icónica: puede ser un paso de baile, un coro o un instante actoral. Capturar eso es un reto y una delicia. Y, por último, está el hecho de que no me puedo quedar quieto: no es sentarse en el centro del teatro a tomar fotos, sino correr, tirarse al piso y sentir la adrenalina de que esa toma no se repetirá. En el teatro de texto hay más posibilidades de repetir poses; en el musical, no. Si no la capturas, se perdió.
Hay una anécdota: en un evento lo presentaron —y luego en otros también— como “la persona que nunca falta en la escena del teatro musical en Bogotá”. ¿Cómo recibió esa presentación la primera vez que la escuchó?
Para mí es un honor y un privilegio. Sin las academias que me han contratado yo no sería nadie, solo un fotógrafo más. La primera vez que me presentaron así fue con Nicolás Rozo, director de Rozo Producciones, y casi me muero: estaba tomando un plano general y me quedé frío, sin saber cómo reaccionar porque debía seguir trabajando. Fue una sensación muy linda que te hagan sentir que estás haciendo las cosas bien, que te reconozcan no tanto por el nombre, sino por lo que puedes aportar.
¿Cuáles son los retos logísticos y técnicos al fotografiar y grabar una obra de teatro musical?
Es una producción grande, porque no se trata solo de video, sino también de audio. Para una grabación completa normalmente necesito al menos dos funciones: en la primera coloco dos cámaras y hago foto y video, utilizando tres tipos de lentes. En la segunda organizo el esquema de sonido y de cámaras. Grabar teatro musical adecuadamente requiere un mínimo de tres cámaras, y lo ideal es contar con más para cubrir todos los ángulos.
Sus fotos son muy reconocibles, sobre todo por la paleta de colores. ¿Cómo elige esos tonos y qué busca transmitir en la postproducción?
Me gusta que se sienta lo más cercano posible a lo que se vio en escena. Trato de respetar el trabajo de iluminación del montaje y plasmarlo en la foto: morados, amarillos, azules, todo lo que haya estado en el escenario.
Con el tiempo le he cogido el ritmo y he desarrollado un estilo: alto contraste e iluminaciones amplias para que todo se vea más vívido. Busco que se perciba integrado y unitario, tal como fue en escena.
Con todo lo que hace, ¿a qué aspira llegar? ¿Cuál es su sueño?
Quiero realizar producciones de gran formato, como lo que hizo Disney+ con “Encanto”. Mi meta es elevar el nivel audiovisual para que una obra pueda disfrutarse con la misma intensidad tanto en vivo como en video. Pero para lograrlo necesito un equipo más grande y mejores recursos. Sueño con delegar, consolidar un grupo de trabajo integrado y generar productos audiovisuales de altísima calidad que transmitan la misma emoción que la función en vivo.
