Joan Miró: Picasso me dijo un día: “la creación es un grafito, un pequeño gesto sobre una pared. Eso es la verdadera creación”. Por eso es tan importante para mí la primera etapa. Es la verdadera creación. Lo que me interesa es la creación.
Georges Raillard: ¿No hay muerte en sus telas?
JM: No, no hay muerte; lo que me interesa es el nacimiento de una obra, no el crecimiento ni la muerte.
GR: ¿El crecimiento es desagradable, peligroso? ¿Es el caso de sus Constelaciones?
JM: Evidentemente, el crecimiento es amenazador.
GR: Quemar las telas, como lo ha hecho usted varias veces, ¿no era hacer aparecer la muerte?
JM: Yo hacía nacer la belleza de la materia de una tela o de un papel quemados. Lo que buscaba era ese nacimiento, no el gesto de decir “mierda a las subastas”, las cotizaciones y todas esas estupideces. Eché pintura en polvo sobre una tela virgen y le prendí fuego. Mientras ardía, moví la tela hacia la izquierda y hacia la derecha. Tenía cerca agua y una escoba para detener la combustión en cualquier momento.
GR. Usted sonríe como un niño que juega con el fuego.
JM. Desde luego. El fuego es lo más primitivo del hombre. En Cataluña, para las hogueras de San Juan, se sacan los muebles viejos, todo aquello de que uno quiere librarse, y se enciende el fuego. Cuando yo era joven, no me perdía las hogueras del 24 de junio. Quemar es una alegría. Reencontré esa alegría en las telas que quemé en 1974. Las hermosas materias, el azar y la posibilidad de detenerme. Desde ese punto de vista, no hay diferencia con las telas pintadas. Por el contrario, después advertí que tenían vida por los dos lados, por delante y por detrás, como un tapiz. Ordinariamente, se muestran por un solo lado -el lado bueno-; mientras que el dorso es maravilloso: se ven los nudos y las lanas…
GR: Hablemos mejor de sexo. No se puede dejar de ver su obra desde el punto de vista de una sexualidad violenta.
JM: Más que de sexualidad, convendría hablar de fuente de procreación.
GR: Pero cuando el sexo es una araña que parece dispuesta a capturar, a devorar…
JM: Esa cosa como una araña de que usted habla es más bien el pelo. Y como se parece a las arañas, se vuelve maligno.
GR: ¿No hay acuerdo erótico entre el hombre y la mujer?
JM: No, no hay cosas eróticas. Algunas veces, no muchas, he representado el coito. Y el personaje masculino está amenazado por la mujer. El hombre, a la postre, será devorado por esa mujer amenazante.
GR: La mayor parte de las veces esa sexualidad o esa procreación parecen unidas a un problema del que sería responsable la mujer.
JM: (Silencio)
GR: Una de sus Constelaciones se llama Mujeres en la playa. Las mujeres son ridículas, aterradoras. En Yo trabajo como jardinero, le dice usted a Yvon Taillandier que no le gusta ver a todas esas mujeres que se mueven por la playa, que prefiere un canto rodado.
JM: (Silencio)
GR: Pienso también en Mujer sentada, ese cuadro donde el sexo es como violentado, tratado bajo el efecto de la repulsión; o en aquel otro donde una gran mancha roja se impone irresistiblemente, como si esa fecundación fuera una cosa…
JM: …Trágica.
GR: En el límite extremo del horror.
JM: (Silencio)… ¿Le molestaría que nos detuviéramos? Estoy un poco cansado.