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La reivindicación y el recuerdo de Los Descalzos

Fernando Wills y Juan Leonel Giraldo recogieron en centenares de relatos las memorias de quienes fueron parte de este movimiento en las décadas de 1970 y 1980 en el libro llamado “Solo teníamos el día y la noche” (Planeta).

Andrés Osorio Guillott

20 de julio de 2023 - 08:30 p. m.
Juan Leonel Giraldo (izq.) y Fernando Wills, escritores colombianos. / Marco Antonio González
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En las humanidades, uno de los debates que se plantean cuando se habla de historia y memoria es precisamente ese, el de hablar de “una” sola historia y “una” sola memoria, lo que puede derivar en un discurso o relato hegemónico o parcializado de un suceso. Hablar de memorias y de historias resulta más preciso, pues reconoce la pluralidad de voces y admite la posibilidad de conocer otros ángulos y versiones sobre nuestro pasado.

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Solo teníamos el día y la noche, el libro que escribieron Fernando Wills y Juan Leonel Giraldo sobre el movimiento de Los Descalzos (1973-1984), es un documento que respalda lo mencionado anteriormente. Su investigación se cuenta desde las voces de quienes fueron parte de ese movimiento, de quienes incluso estuvieron en el Moir, y uno de sus logros es ese, respetar los recuerdos de quienes fueron testigos de la época. Y el otro logro es reivindicar las memorias de este grupo que no muchos conocen, y que también dan cuenta de una época convulsa, en la que Colombia empezó a ver el surgimiento de movimientos sociales y revolucionarios, un fenómeno que tiene muchas raíces en las problemáticas de nuestro territorio, pero con influencias de lo que pasaba en el mundo en aquel entonces.

Si pudiéramos hacer una especie de diagnóstico, ¿qué le aportó Los Descalzos a ese fenómeno de movimientos sociales en Colombia en las décadas de los 70 y 80?

Fernando Wills: creo que lo más importante que aportaron el Moir y el movimiento de Los Descalzos fue la directriz de: “Ganarse el corazón de los campesinos y luego su mente”, el partido sentía que no estaban dadas las condiciones objetivas para tomarse el poder por las armas y antes los cuadros se debían “fundir” con los campesinos y tener un intercambio de saberes. Conocer al campesinado y unirse a sus luchas y reivindicaciones, trabajando hombro a hombro con ellos podría ser el mejor aporte a los movimientos sociales. Era un movimiento sin armas, contrario a todo lo que estaba sucediendo en ese momento en el país.

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¿Por qué sería necesario agregar este capítulo de la historia en las memorias del conflicto armado?

Juan Leonel Giraldo: el Moir no fue parte del llamado conflicto colombiano, fue más bien su víctima. Varias decenas de Descalzos, campesinos y aldeanos, tanto militantes como simpatizantes, fueron asesinados de manera inerme, algunos por la espalda. El Moir nunca empuñó las armas, y siempre condenó el asesinato, el secuestro, la extorsión, los atentados contra la población civil y la voladura de oleoductos y torres de energía. Implantar este régimen del terror como una pretendida herramienta revolucionaria ha hecho mucho daño y ha atrasado las aspiraciones de emancipación del pueblo colombiano.FW: porque en este conflicto armado Los Descalzos fue el único grupo que no portaba armas, lo que a la postre le ha dado toda la razón en que su política, trazada por Francisco Mosquera, fue la correcta. Había que cambiar la forma de hacer política, había que cambiar la mentalidad de la gente, pero eso no se logra a sangre y fuego. Se logra con trabajo y dedicación.

¿Qué recuerda de Francisco Mosquera y cómo lo podría definir?

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JLG: 1. Es la única persona que he conocido que no tenía ambiciones personales. Solo tenía un deseo: remediar las calamidades del pueblo colombiano por medio de una revolución democrática, en la que incluso participaran la burguesía nacional, los empresarios medios y pequeños, con los obreros y campesinos, los intelectuales, más del 90 % de la población. Mosquera nunca tuvo nada. Sus pertenencias cabían en una maleta. Unas pocas mudas de ropa y sus libros de marxismo, Shakespeare y Balzac. Poseía una mente excepcional. En este libro aparecen algunas de sus sorprendentes ideas. Recuerdo demasiadas cosas de él. En especial una conversación que tuvimos sobre un aspecto de la dialéctica, sobre cómo los factores externos, más que los internos, son los que definen la esencia de las cosas.

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¿Qué reflexión le dejó este trabajo?

FW: la mayor reflexión que me dejó este trabajo fue que consolidó mi convencimiento de que si se quiere hacer un cambio en Colombia tiene que partir de que los jóvenes vayan al campo, conozcan ese otro país desconocido para la mayoria, que se intercambien saberes, que conozcan la inmensa sabiduría de ese pueblo campesino, esa generosidad, ese compartir, estar en los territorios, como dicen ahora, aprendiendo y compartiendo. Que se cambie la forma de hacer política.

Muchos de los testimonios coinciden en que fue una época que los marcó. Me llama la atención que tiende a ser un denominador común, y quería preguntarle qué piensa de ese sentimiento de fraternidad y de orgullo por ser parte de una apuesta de cambio.

JLG: la vida del pueblo colombiano fue y sigue siendo un infierno. Los Descalzos, a donde fueron, dieron muestras de poder cambiar esta nefasta situación. Con molinos de arroz, organizando cooperativas, con acueductos, con puestos de salud, tendiendo puentes, con tableros y tizas, invadiendo tierras ociosas, movilizando al paro a sindicatos y barriadas, con teatro y canciones. Entonces florecieron miles de sonrisas, y eso no se olvidará nunca.

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Cuéntenos su experiencia con Tribuna Roja, qué representa ese episodio para su vida...

JLG: Tribuna Roja no era un periódico. Era una herramienta política, un manojo de hojas de papel repleto de ideas desafiantes y esclarecedoras. Su tiraje superó muchas veces el medio millón de ejemplares. En este libro los Descalzos cuentan que a veces el sólo periódico hacía que la gente se metiera al moir. El trabajo era extenuante, la rigurosidad de la investigación de los temas era más minuciosa que la tan mencionada del New Yorker, y no había palabra ni coma que no fuera pesada en la implacable balanza de la mesa de redacción. Allí aprendí mucha economía política, a valorar la Gramática de Bello anotada por Cuervo y el verso de Valencia que tanto le gustaba citar a Mosquera: «Sacrificar un mundo para pulir un verso».

Me pareció interesante que partieran de la influencia de los libros de Svetlana Alexiévich para construir la estructura de este... ¿cómo llegaron a tomar esta decisión?

FW: Fue algo fortuito, habíamos partido de la idea de hacer las entrevistas con las mismas preguntas para todos los Descalzos y no sabíamos cómo estructurar el libro con tal volumen de información. Teníamos más de 100 entrevistas y un total de 2500 páginas transcritas cuando por casualidad llegó a nuestras manos  “Voces de Chernobil” y dijimos, esa es la solución. Cada pregunta será un capítulo que será respondido por algunos o todos los entrevistados, dependiendo de la extensión. Y así lo hicimos y funcionó muy bien. Claro que lo duro fue editar ese texto a 400 páginas sin que se perdiera la esencia de las historias.

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¿Nos podría explicar qué significa que el movimiento estuviera relacionado con las ideas maoístas?

JLG: Mao después de una guerra prolongada liberó a uno de las naciones más populosas y más atrasada del mundo. En relativamente poco tiempo convirtió a China en un país independiente y productivo. En los años 60, Mao inició una implacable crítica contra el revisionismo del Partido Comunista de la Unión Soviética y las desviaciones de su propio partido en China. En medio de esa polémica nació el moir, que se identificó con Mao y se dedicó a estudiar su experiencia pero aplicándola a la realidad colombiana.

Cómo es ese trabajo de escribir un libro sobre un movimiento social sin caer en la exaltación de su activismo o de sus ideas? 

Nosotros no intervinimos los textos, queríamos que el libro reflejara el sentir de cada Descalzos, sus sufrimientos, alegrias, indecisiones y frustraciones. Pudieron expresar lo que sintieron sin censuras o recortes, de hecho, hay varios testimonios muy críticos al movimiento y a la directriz que dio pie a los Descalzos.

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