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“La innovación comienza con una pregunta que desafía lo establecido”

Gumer Murillo, fundador de Dreler, un emprendimiento de innovación en tecnología, habló en este chat sobre sus proyectos, el concepto de “innovar” y sus percepciones sobre la inteligencia artificial.

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Pablo Marín J.
02 de abril de 2025 - 12:00 p. m.
Gumer Murillo se desempeña como director de estrategia e innovación en Dreler.
Gumer Murillo se desempeña como director de estrategia e innovación en Dreler.
Foto: Archivo Particular
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¿Qué lo llevó a fundar Dreler?

Creo que tuvo que ver con la vena emprendedora de la familia. Mis padres y mis abuelos siempre fueron emprendedores, y esa es la herencia que me dejaron. Mis orígenes son chocoanos, así que pienso que fui el primero de mi generación que se desvió hacia algo distinto. Lo tradicional era emprender en la familia, que en mi caso era en la industria maderera. Empecé a explorar otras cosas y cambié un poco esa tradición. No fundé Dreler con la intención de hacerlo; fue una consecuencia de mi bagaje.

¿Cómo surgieron las ideas para sus proyectos?

Soy arquitecto, y eso me dio fundamentos. Cuando hacemos una propuesta buscamos no repetir lo que otros hicieron; quizá tomarlo como base, pero crear cosas nuevas. Tenemos que solucionar necesidades específicas de formas creativas. En la empresa, por ejemplo, hay cosas cotidianas, como la necesidad de suspender un dispositivo en altura, pero cuando hay que hacer un cambio, toca llevar a mucha gente, y eso sale costoso. Entonces nos hacemos la pregunta: “¿Por qué tenemos que subirnos hasta allá y no hacemos que el dispositivo baje a nosotros?”. Y ahí es donde empezamos a romper los paradigmas y a encontrar opciones para crear propuestas de valor.

Para usted, ¿qué significa la innovación?

Hay una definición básica de innovación, pero a nivel personal lo entiendo como hacer algo distinto a lo que hay, pero agregando valor. Si no agrega valor, es creatividad. Para que sea innovación debe generar un impacto real. La diferencia entre creatividad e innovación es ese plus que convierte la exploración en algo que realmente transforma. Quizás ese es el fin máximo cuando se plantea una solución. Esa solución debe hacer algo más fácil, no solo para mí, sino para un contexto más amplio. Debe poder replicarse y llevarse a otros espacios.

¿Cómo dio el salto de la arquitectura al emprendimiento?

Tuve la oportunidad de estudiar electrónica en un colegio industrial, donde aprendí lo básico. Tenía la opción de estudiar arquitectura o electrónica, aunque mi pasión inicial era la biología marina, pero al ver mis resultados del Icfes entendí que no tenía futuro en eso. Ahí me hice una pregunta clave: “¿Qué voy a hacer con mi vida?”. Y me la hice basándome en tres variables: qué me gustaba, para qué era bueno y en qué podía ganar dinero. Entre mis opciones estaban la ingeniería y la arquitectura, y opté por la segunda, porque era más creativa. Seguí con la electrónica como un “hobby”, y con mi mejor amigo empezamos a emprender proyectos.

¿Cuáles fueron esos primeros proyectos?

Uno surgió en un bus de transporte público. Estaba nuevo, como salido del concesionario, pero el conductor lo manejaba muy mal. Me pregunté: “Si el dueño supiera cómo lo maneja, ¿tomaría medidas?”. Y con esa pregunta surgió la idea de una caja negra para los buses, que registrara todo y generara reportes para los dueños. Ahí fue donde empezó toda la parte empresarial de mi carrera. Antes había desarrollado un detector de pañales para cambiar a mi hija cuando se quedaba conmigo: el aparato permitía detectar cuando el pañal se mojaba y así cambiarlo rápido antes de que pasara algo. Buscamos soluciones a problemas reales. Algunas funcionaron, muchas no. Con los buses fracasamos y nos quebramos, pero seguimos adelante. Luego creamos un sistema para contar a personas en buses y lo adaptamos a espacios comerciales. Ese fue nuestro primer producto validado en el mercado, con gran valor y en la frontera del conocimiento. Con él ganamos nuestro primer premio nacional de innovación.

¿De qué manera se relaciona con la tecnología?

Estamos inmersos en ella todo el tiempo. Antes, una conversación como esta habría ocurrido en una cafetería o en una oficina, y la mayor tecnología a nuestro alrededor habría sido una lámpara, un radio o un televisor. Lo realmente relevante es cómo nos relacionamos con la tecnología que está en la frontera del conocimiento. Muchos terminamos adoptando tecnología, aunque a veces tarde. Sin embargo, hay una diferencia entre quienes simplemente la usan de manera básica y quienes la exploran en profundidad. En los próximos 20 o 25 años el ritmo del cambio será más acelerado que en los últimos 200 años. Hasta ahora la tecnología se había enfocado en mejorar nuestra fuerza bruta: soldar más rápido, transportar a personas, generar energía... No obstante, las nuevas tecnologías impactan directamente en nuestra capacidad cognitiva, que es nuestro verdadero diferencial como seres humanos.

Desde su perspectiva, ¿cómo ve seguirles el paso a los avances tecnológicos del momento?

El año pasado fue para pensar en cómo orientar la empresa. Y quizá hay cosas contra las cuales no podemos luchar. En el pasado, creo que ningún criador de caballos asumiría que podría competir contra los automóviles alimentando mejor sus caballos o cambiando las herraduras para ir más rápido que un automóvil. Eso es imposible. Creo que hoy en día no podemos competir con una inteligencia artificial en su fuerte. Lo que podemos hacer es complementarla. La IA necesita datos en cantidades industriales: los puede procesar, pero no captar. Hoy en día nos estamos orientando mucho a esa parte, a tener una infraestructura para captar datos, a que nuestra propuesta de valor se sustente principalmente en eso. Actualmente los estamos procesando de una manera semiautomática, con influencia humana, pero también con participación de herramientas tecnológicas. En un futuro no tan lejano esa balanza se va a inclinar mucho más hacia la IA y menos hacia los humanos. Los humanos estaremos en una labor de validación, de curar lo que la IA está haciendo en ciertos aspectos.

Ha recibido varios galardones, ¿recuerda algún momento en especial?

Perdí a mi padre en 1999. Él era mi inspiración. Mis padres fueron fantásticos. Recuerdo mucho el momento en que recibimos el primer premio Innova. Tenía el vacío de que mi padre no hubiera estado conmigo en ese momento, pero también la satisfacción de haber hecho algo de lo que él estaría muy orgulloso. Venimos del río San Juan. Mi papá nació allí, y nos dio la oportunidad de educarnos y tener acceso al conocimiento, así que habría sido un motivo de gran orgullo para él. Ese momento me marcó mucho, y aunque me dio tristeza, también me conmovió haber hecho algo que lo habría emocionado.

Pablo Marín J.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com
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