
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Cómo decidió dedicarse a las artes?
Mi mamá era niñera y yo nací en la casa donde trabajaba. Los jefes de mi mamá se convirtieron en mis padrinos de bautismo. Ellos me dieron las mismas oportunidades que a sus hijos. Descubrieron, junto con mi mamá, que yo tarareaba canciones de comerciales e infantiles incluso antes de saber qué decían las palabras o de pronunciarlas bien. Todavía en pañales, me metieron al colegio de música de Medellín, donde también estaban sus hijos y sobrinos. Me inscribieron y ahí empezó todo. Siempre digo que realmente no fui yo quien eligió dedicarse al arte, sino que me eligió a mí. No tuve más remedio, no hubo más opción. Creo que lo que me permitió seguir fue encontrar desde muy chiquita mi propósito en la vida y la pasión por una profesión que me ha permitido vivir de ella. Me siento muy privilegiada. Es un amor profundo y todavía lo siento con ilusión infantil cada vez que me subo a un escenario o tengo un proyecto nuevo. Me picó el bichito del arte y ya nunca me pude ir.
¿Cómo dio el brinco a la actuación?
Yo había hecho algunas cosas en Medellín y había tenido un acercamiento a través de Canto Alegre, el grupo con el que me formé. En los espectáculos musicales había personajes que eran los hilos conductores, y yo había interpretado algunos. Eso me gustó mucho, pero nunca lo vi como una posibilidad, menos en televisión. Me llegó la oportunidad de Popstars en Bogotá. Cuando se acabó, la primera que se fue a actuar fue Carolina Gaitán. Yo la veía y decía: “¡Wow, qué bacano poder hacer eso!”, pero no creía que fuera capaz. Seguí con la música y ahí llegó Misi a mi vida. A través de eso, me enganché con la actuación y estuve en la compañía cinco años. Me apasioné por las tablas y por actuar en teatro, pero siempre a través de la música, en teatro musical, lo que me hacía sentir muy cómoda porque tenía música dentro de la actuación.
Algún día, estando en Misi, me llamaron para hacer un casting para la novela Tres milagros, porque había un personaje que podía funcionar para mí y, además, cantaba. Me llamó uno de los productores, me dijo que estaba siguiendo mi carrera y, por coincidencias de la vida, mientras revisaban material en unos discos para reutilizarlos en la novela, aparecí yo en Popstars. Ahí me di cuenta de cuánto me gustaba hacer televisión. Descubrí ese mundo y pensé: “¿Por qué no lo había buscado antes? ¿Por qué no lo había hecho antes?”
¿Qué recuerda de ese primer momento en el set de “Tres milagros”?
Llegué el primer día supernerviosa. No sabía nada. Había estado en sets de televisión en Popstars, pero los de novela o de series son muy distintos. Ya había trabajado en City TV, por lo que no me era ajeno ver cámaras, directores y asistentes de dirección. Me recibieron de manera muy bonita. Sabían que no tenía mucha experiencia en televisión y me supieron guiar. Me exigían como actriz, porque para eso estaba ahí, pero también sabían que era novata, así que me hicieron una buena inducción. Lo que más recuerdo es el miedo, la noche anterior sin dormir, repasando mis escenas una y otra vez hasta aprendérmelas perfectamente. Llegar al set con susto y encontrarme con compañeros que también eran novatos. Era la primera vez que Farina estaba en televisión y protagonizaba, así que eso me tranquilizó. Todos estábamos en la misma situación, con nervios y ganas de aprender.
¿Por qué se alejó de la actuación?
En una producción —de la cual me reservo el nombre— tuve un inconveniente grande. Estábamos grabando en altamar y la verdad es que no había mucho cuidado. Era una escena con unos balseros cubanos que iban hacia Estados Unidos, así que tenía que ser algo bien real y dramático. Ya veníamos trasnochados del llamado nocturno, de habernos metido al mar en la noche, con frío, sin que nadie estuviera pendiente de nosotros. A las 12 del día, en pleno sol, me empecé a marear mucho, a sentirme muy mal. Pedí ir al médico, pero no había paramédico ni ambulancia. En una situación así debería haber. Les pedí una bebida hidratante, pero me dijeron que la producción no tenía permitido dar medicamentos. Entonces pedí que me llevaran a una clínica para que me hidrataran, pero respondieron que no tenían autorización y que tendrían que pedir un taxi para que me fuera por mi cuenta. Yo no podía creerlo. Me fui muy triste con el trato. Llamé a mi casa y conté lo que había pasado. Me sentí maltratada, esa es la verdad. Sufrí tanto en esa grabación que decidí que no quería que esto me volviera a pasar. En ese momento pensé: “No quiero estar en un medio donde se trate así a la gente”.
¿Qué significó para usted regresar como Marisol en “Escupiré sobre sus tumbas”?
Fue hermoso, porque con la llegada de las plataformas empecé a ver contenido de una manera diferente. A veces uno tiene sueños que, por miedo, malas experiencias o traumas, deja en el fondo de la cabeza o el corazón y dice: “No, esto no lo vuelvo a hacer porque me ha lastimado mucho”. Me apasioné viendo a otros actores, aprendí a través de su trabajo y observé cómo ha cambiado la industria televisiva. Noté cómo las plataformas han transformado la producción y la actuación. Un día, viendo una serie, pensé: “¡Qué rico sería hacer ese personaje!” Me sorprendí diciendo eso y me pregunté si era el momento de volver. Fue como si el universo me escuchara y, sabiendo que tenía miedo, me enviara una señal, y, de repente, me empezaron a llegar castings, incluso sin tener mánager.
Tiempo después llegué al set de Escupiré sobre sus tumbas, y me encontré con el mismo equipo de producción de Devuélveme la vida y una organización increíble. Nos contaron sobre el departamento de responsabilidad social y antibullying, y que contaríamos con un coach de intimidad para escenas sensibles. Nos presentaron a los directores y productores, descubrí un mundo televisivo mucho más organizado, donde el bienestar del talento era prioritario. Me sentí acogida, cuidada y protegida. Volví a sentir la comodidad que siento en la música, pero ahora en la actuación. Y ahora sí ¡no me para nadie!
