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¿Por qué eligió escribir “Historias de la Bernardi”?
En la pandemia sentí un llamado de volver a la escritura por el placer de hacerlo, y empecé a investigar las historias de mi familia que siempre había escuchado alrededor de la mesa del comedor. Me acuerdo de que una de las primeras que escribí fue la de mi bisabuela, una italiana del campo, de la región de las Dolomitas, que vivió tres guerras —dos mundiales y la de reunificación en Italia— y que vio partir a seis de sus ocho hijos, entre los que estaba mi abuelo. Se me atravesó otra, que es de los 80 años del teatro Tolima, que lo construyó él. Ahí me di cuenta de que estaba escribiendo las memorias de mi familia. Muchas de esas crónicas ya las tenía escritas y otras estaban en mi cabeza, con el material y el contexto histórico. Y ahí fue cuando me lancé a publicar el libro.
¿Cómo fue investigar sobre su historia familiar?
Me sirvió muchísimo la metodología que tenemos los periodistas. En esa época les empecé a poner pequeñas tareas a mi mamá y a una tía durante el encierro. Les decía: “Mamá, acuérdate cuando llegaste a Cali en los años 50”. O, “tía, acuérdate el 9 de abril que les tocó vivir en Bogotá”. Ellas lo escribían y yo empezaba a investigar. Fui a las hemerotecas, pedí permisos, me dejaban ir a los álbumes familiares, que son herramientas valiosas, porque permiten constatar fechas y lugares. Aparecieron cartas de la época y entrevisté a primos de mi mamá, que eran los guardianes de esa memoria. Todo ese recorrido me tomó tres años. Había episodios desconocidos que para mi familia eran normales, como lo que vivieron los italianos en la Segunda Guerra Mundial en Colombia, cuando fueron declarados enemigos de Estado. A mi abuelo le quitaron toda su maquinaria; él era constructor y, como no renunció a su nacionalidad, no le permitían participar en licitaciones públicas. Cuando escribí sobre eso, varios historiadores me contactaron. Yo les decía: “Soy periodista, tengo información, pero no una investigación profunda. Ustedes, como historiadores, deberían saber dónde encontrar más datos”.
Posterior a la escritura de este libro, ¿cómo se relaciona con la memoria?
El proceso ha sido interesante. Ha sido un viaje a mi geografía emocional, porque he podido visitar varios lugares muy especiales para mi familia, como Manizales, Armenia, varias zonas de Italia, y verlos de otra manera. Ahora los visitaba teniendo en cuenta la relación que han tenido con la familia y quienes nos antecedieron, casi que se sienten los fantasmas y los espíritus que cuentan la historia. Cuando pude visitar Ponte Nelle, donde aún está la casa de piedra en medio de los Alpes en la que habitó mi abuelo, escuchaba sus historias y era como revivirlas.
¿Qué le aportó su paso por medios de comunicación a su escritura?
Muchísimo. Uno adquiere el rigor de meterse en la historia, contrastar fuentes y fechas, investigar, armarla y saber qué falta y cómo completarla, pero también hacerla llamativa. Si no hubiera sido periodista, quizá las hubiera escrito, pero sin un ingrediente clave: el contexto histórico. Cómo dos guerras mundiales cambiaron el destino de una familia, de todo un clan. También incluí detalles que son parte de una crónica: ¿cuál fue el menú durante un almuerzo especial o un desayuno en un matrimonio? ¿Cómo era la moda? ¿Cómo se vestían los hombres y las mujeres? ¿Cuál era el clima? Esos detalles que los periodistas cuidamos en las narraciones. Además, la metodología de investigación fue clave. Sabía más o menos los meses y coyunturas relevantes, pero al abrir los diarios de la época se abría un mundo.
Para usted, ¿qué significa la identidad de una persona?
La identidad es todo lo que te compone. Si me preguntas, primero soy caleña, pero también soy consciente de mi identidad colombo-italiana. Tengo claras mis raíces italianas y caldenses, y esos puntos de unión. Para mí la vida puede transcurrir alrededor de la comida. Eso también es identidad, todos esos rasgos que hacen a una persona diferente y única, ser consciente de quién es. Eso está ligado a las raíces. Si uno tiene claro de dónde viene, entiende que su familia puede ser muy diferente a la de su vecino.
¿Qué similitudes encontró entre Italia y Colombia con su investigación?
Por ejemplo, la región de mi abuelo, una provincia llamada Belluno, me recordó mucho a Manizales cuando estuve allí el año pasado. Las montañas, la neblina, la lluvia, todo es muy parecido. Además, es una sociedad conservadora y patriarcal, donde la familia es el núcleo del clan. Asimismo, tengo un gran componente familiar del Gran Cauca. La comida y sentarse a la mesa son esenciales. En Caldas te ofrecen de todo para comer, igual que en Italia, donde se sirven grandes mesas y compartir es un placer. Esa relación con la familia, la comida y los valores es fundamental. La religión católica también es un vínculo importante. Somos muy latinos en última instancia. Antes los italianos migraban hacia este continente, aunque a Colombia no tanto, pero su influencia está presente. Ahora ocurre lo contrario: los latinos y los colombianos están migrando a Italia. Es interesante ver esa relación y el doble flujo que se está dando.
¿Qué percepción tiene sobre esta migración?
Es como si el tiempo no hubiera pasado y no hubiéramos aprendido ninguna lección. Los europeos que migraron a América después de las guerras mundiales tuvieron que abrirse camino con mucho esfuerzo. Eran pocos los países que tenían políticas para recibirlos y acogerlos. Colombia sigue siendo un país cerrado a la migración. La gente aún tiene una concepción muy limitada sobre quienes buscan nuevas oportunidades. Pero en Europa ocurre algo increíble: un continente que ha migrado tanto también es profundamente xenófobo. El latino, el colombiano e incluso los descendientes de italianos no son vistos en igualdad de condiciones. Nos siguen mirando con recelo, igual que aquí. En Colombia, por ejemplo, hay desconfianza hacia las nuevas migraciones, como el colectivo de venezolanos. Aún nos falta mucha empatía hacia los refugiados, migrantes y desplazados. Es un trabajo que debe enfocarse en las nuevas generaciones, quienes pueden entender mejor la riqueza del intercambio cultural y lo que una comunidad migrante puede aportar a una sociedad.