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Juan Esteban Constaín: “Los libros son una forma elevada de la amistad”

El escritor colombiano presentó en Ficciones, una nueva librería en Bogotá, su más reciente libro: “Suertes mutisianas” (Frailejón editores).

Andrés Osorio Guillott

06 de junio de 2024 - 07:00 p. m.
Juan Esteban Constaín demuestra en "Suertes mutisianas" su gratitud y su afecto por Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, Ernesto Volkening y Nicolás Gómez Dávila.
Foto: David Rugeles
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Con un auditorio lleno, con invitados como Piedad Bonnett o Santiago Mutis, Juan Esteban Constaín presentó ayer “Suertes mutisianas” (Frailejón editores), un libro que refleja los afectos, la gratitud y la influencia de escritores como Ernesto Volkening, Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y Nicolás Gómez Dávila.

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Un libro que contiene el discurso “La nieve del almirante: cien años de Álvaro Mutis”, que pronunció el 17 de noviembre de 2023, cuando Constaín fue recibido como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua, pero también ensayos y columnas que dan cuenta de la importancia de los autores ya mencionados en la vida y obra del payanés.

“Su devoción es contagiosa”, dijo Consuelo Gaitán, quien conversó con Constaín y quien lidera el proyecto de Ficciones, el nuevo bar de libros que lleva ya unas semanas dando de qué hablar por su apuesta de mezclar la literatura y la gastronomía en un mismo lugar (hay espacio incluso para que la gente toque el piano).

Suertes mutisianas, que hacen un guiño a las suertes virgilianas, una especie de ritual de la Roma antigua que consistía en abrir una página al azar para encontrar en uno de los poemas de Virgilio una especie de respuesta o de designio. Suertes mutisianas, porque así como con Virgilio, Constaín fue encontrando en los libros de Álvaro Mutis respuestas para su vida, palabras que dieron y dieron vueltas y se quedaron para susurrarle que su destino sería compartido y también sería dedicado a la literatura.

“Llegué a Álvaro Mutis por una entrevista de televisión. Para mi generación, la educación sentimental estaba en la televisión y no en la literatura. Todavía tengo el recuerdo de prender el televisor, ver Plaza Sésamo y luego Lola Calamidades. Leer era un suplicio, eso pasó con ‘Cien años de soledad’. Mutis por esa época era muy famoso, se había ganado premios, se iba a publicar la película de ‘Ilona llega con la lluvia’ y lo asociábamos con el hecho de que era el gran amigo de Gabriel García Márquez. Recuerdo que en esa entrevista Mutis le dice al rector de su colegio que está leyendo libros muy importantes, que está dedicado a jugar billar y que no tiene tiempo para estudiar. Yo quería ser como él”, dijo Constaín.

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No es un libro que busca convencer a los lectores de leer y sentir lo que Constaín sintió con ellos, pero sí es una ventana que permite ver el alcance que puede tener un escritor en la vida de alguien, lo que sus palabras pueden despertar y engendrar. “A mí me disgusta la reverencia oficial que hay por el mundo de los libros, por lo que muchos llaman la alta cultura, se ha vuelto como un deber moral. Yo, más que nada, puedo dar testimonio. De niño fui muy vago y disperso, salvo en mi encuentro con el teatro. De resto, todo me aburría mucho, me resultaba acartonado. Los libros que nos ponían a leer en el colegio eran una tortura. Luego encontré un camino heterodoxo y fue entenderla como un placer prohibido. Los libros a los que me acerqué eran prohibidos, que leía a hurtadillas. Recuerdo haber leído ‘El relato de un náufrago’ fascinado, pero también sobrecogido. Creo que en efecto la literatura nos ofrece su sombra generosa y un consuelo, pero ese no es un hecho obvio y obligatorio, cada quien lo tiene que descubrir a su manera, con los autores que quiera”, señaló Constaín.

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‘Suertes mutisianas’ propone un diálogo implícito entre los autores, entre artistas que también hicieron su obra por medio de la amistad, algo que el mismo Constaín quiso reafirmar en la charla, pero que lo dice bien en el discurso ya mencionado cuando aseguró que “En esa épica de la derrota que es la obra de Álvaro Mutis el único consuelo es la amistad. (...) que como el sentimiento más elevado que pueda haber, nos rescata de la ruina y de la soledad”. “La amistad es un premio, es una forma de hermandad muy noble y muy bella que presume siempre de los mejores sentimientos, y yo creo que en la obra de Mutis hay una exaltación épica de la amistad, también de la derrota. La única posibilidad de salir bien librados de ese asedio que es la vida está en el amor, en todas sus formas, y en esa forma tan elevada del amor que es la amistad, y la literatura tiene que ver precisamente con esos valores, y en ese sentido los libros son una forma muy elevada de la amistad”, recalcó el autor de libros como Cartas abiertas, Ningún tiempo es pasado, ¡Calcio!, entre otros.

Constaín nos recuerda, por ejemplo, lo que alguna vez dijo Gómez Dávila: “el hombre es un problema sin solución humana”, y aunque esa frase pueda generar cierta desesperanza, es entonces en la literatura donde terminamos encontrando no soluciones, pero si bálsamos o razones para poder lidiar con ese eterno problema.

“Gómez Dávila fue durante años un genio clandestino. Era un heredero de varias generaciones aristocráticas dedicadas a un negocio de ventas de tela. Era gente divinamente, como decían los bogotanos, y se dedicó a tener una biblioteca que nadie tendría en el mundo. Fue un escritor que desde el principio supo que lo era y entendió que a veces ser escritor es un fin y no un medio, y esos son los escritores más grandes, los que ven este oficio como un destino abrasivo. Desde los 15 años supo que su destino era ser un gran escritor y que el camino para serlo era leer. Él le dijo a su papá que iba a mantener los negocios de la familia con la condición que él le garantizara que pudiera leer todo lo que le interesaba”, comentó Constaín.

Hablar de Ernesto Volkening y de Gómez Dávila permitió hacer una reflexión sobre la crítica literaria, que, al parecer, se ha difuminado en estos tiempos. “La crítica es un oficio que pertenece a un mundo y a una civilización que de pronto ya no existe del todo. Nosotros hemos asistido, y no tenemos que escandalizarnos por ello, a una gran revolución, que es la digital. La tradición letrada se ha ido perdiendo por muchas razones, no todas ellas negativas, y entonces la crítica era un oficio que pertenecía a esa civilización letrada. Hay un escolio de Nicolás Gómez Dávila en el que dice que la crítica literaria es todo lo que puede hacer un lector inteligente”

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El escritor payanés, también como lo plasmó en el libro editado por Frailejón, reiteró que el vínculo del lector con un autor puede ser incluso más entrañable que el que uno puede tener con un ser querido, pues para muchos la literatura se convierte en una suerte de religión, de manera que incluso las plegarias dejan de ser plegarias para volverse poesía. “En Colombia hay como unas corrientes muy poderosas en torno a la literatura. Está el nombre tutelar de García Márquez. El descubrimiento de un autor así para mi generación fue mucho más difícil porque teníamos que luchar contra el recuerdo de las tareas de hacer en una cartelera la genealogía del árbol de los Buendía. Quienes tenemos ídolos, quienes tenemos unos dioses que nos acompañan, porque creo que la literatura sí es una religión, empezamos a generar una constelación afectiva. Uno a veces tiene una relación mucho más estrecha con un escritor que con un primo o una persona que ha conocido a lo largo de su vida”.

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