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Elocuencia
–¿Me dejarás algún día? –preguntó ella.
–Quizás –respondió el silencio.
Virgilio Rey
Cardiólogo
Una tarde, después que el cardiólogo le detectara un problema en las arterias coronarias, mi marido dejó de fumar, sin chistar, ipso facto.
Pese a su enfermedad desearía verlo otra vez con el puro en la boca. Cuando estamos viendo la televisión enciendo un cigarrillo y le tiro el humo en la cara.
–Mi amor, deja de fumar, me hace daño.
–Ahora sí, ¿hace daño verdad? Tantos años suplicándote que dejaras el vicio y por un oído te entraba y por otro te salía.
Al principio estas disputas las teníamos cuando veíamos el noticiero del medio día. Luego, tomábamos café, y no me lo quitaba de encima.
–¡Quieres parar de besarme, pesado! –le decía sin mucha convicción.
Tenía la impresión de estar recuperando besos perdidos, caricias, y casi siempre terminábamos haciendo el amor: encima de la lavadora, en la cocina, dentro de la casa de nuestro perro…
Han pasado tres inviernos, él sigue sin fumar, a cada momento come zanahorias, bastones de pan con salvado de sésamo, chupa caramelos de regaliz…
Yo por las mañanas bajo al estanco de la esquina, y por las noches abro las puertas y ventanas para ventilar la casa.
Verónica Bolaños
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El mendigo
Un anciano mendigo fatiga las calles con pasos inciertos; levanta la cabeza y ve una cruz enquistada en unos vidrios multiformes. No olvida que ha sido un hombre piadoso y de fe, aunque reniegue de la temerosa recompensa de la eternidad. Descarga el talego y se yergue. Camina entre miradas compasivas que laceran su orgullo; llega a la puerta de la iglesia y se arrodilla. Con su boca destentada y sedienta murmura una súplica fervorosa, que acaso recoge todo el aliento de vida que tiene: «Señor, no fui yo el culpable de tu pena, mi sufrimiento es injusto; la cruz que te vio morir pesa ahora sobre mi espalda. Ruego que intercedas por mí para que Dios me dé el descanso que dignamente he ganado». La respuesta a su plegaria es una limosna: desde la oscuridad del púlpito le arrojan una moneda de plata con un sol tallado en las dos caras. De nada le ha servido los muchos rostros que ha sido, tampoco el de mendigo. Cartaphilus sigue solitario por el camino errante, las horas y los siglos seguirán valiendo lo mismo.
Juan Sebastián Padilla Suárez.
Ca(s)usalidades
Diremos que el joven corrió hacia la esquina más cercana para huir de la trifulca, el estallido de las bombas de aturdimiento y el aliento del gas. Desorientado, se dirigió hacia una tienda, cuyos empleados empezaban a cerrar las puertas. Justo en ese momento, un proyectil se tropezó con el joven y se incrustó en su cráneo, alrededor de la zona donde reposan las ideas.
La prueba de balística diría que los jóvenes perdidos suelen estropear y atravesarse por la ruta de la libre circulación de las balas, quienes, sin ningún propósito bélico, salen a tomar el aire.
David Cabarcas Salas.
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Nube
—Tu cuerpo está repleto de nubes. Si te tiro al cielo en este día de vientos fuertes, fijo llegas a Cartagena y en tu recorrido vas a recoger tanta agua que lloverás en el Caribe.
—Esa puede ser una forma barata de viajar, Memi. Yo en goticas por Cartagena, por todos lados.
—Que las nubes te meen sobre la ciudad. Meao de borracho.
—Iba bonito lo de la nube...
—Ay, pero es solo si en tu estancia en el cielo alguien te ve con forma de búfalo. De ser así lo orinas, que los búfalos orinan mucho. Te voy a ver con forma de Caco, por como eres. El cuerpito de nube. Eres mi nube cartagenera
—Memi, yo prefiero llegar a Santa Marta.
—¡Que no! A Cartagena primero. Al ser tú las gotas de lluvia que caen en el mar, serás parte de la marea y en tu mar de leva tocarás la arena, el río, la Sierra y los pies descalzos en la orilla.
—¿Qué soy yo para ti, Memi?
—Nubes y agua. ¿Qué soy yo para ti, Caco?
—Mi imaginación.
Carlos Alberto Roa Patiño - Caco
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