¿Cómo se gestó la idea de escribir este libro?
Soy cineasta; a la hora de la verdad, no soy escritora. Escribí dos libros antes sobre la guerra en Colombia y las películas que hice en zonas de conflicto, en el momento más álgido. Eso fue hace 25 años. Me puse a ir por universidades mostrando la realidad del país, de los indígenas y los campesinos frente a los cultivos ilícitos, de eso se trataban los libros. Pero ante todo, antes de empezar a ser escritora y hacer películas documentales, empecé a hacer cine por Gabriela, mi madre. Yo era muy joven, tenía 19 años, cuando viví la experiencia y el horror de ella en la cárcel. Quería hacer un largometraje sobre ella y su vida, desde su infancia, nuestro pasado y el de nuestros ancestros, el horror que ella vivió en la cárcel... La vida de estas mujeres es maravillosa, sufrieron situaciones extremas y tienen el coraje de salir adelante. Aunque estaba todo listo, no pude hacerla y me dediqué a otros proyectos. Sin embargo, ya que siempre sentí a Gabriela como un hada madrina, pensé que no me podía quedar sin hacer la película sobre ella y el segundo sueño era un libro, pero, además, quisiera convertirlo en una serie.
¿Qué diferencias encontró entre escribir un guion y escribir literatura?
Realmente ha sido una experiencia enriquecedora meterme en la literatura. Al principio, cuando publiqué los libros sobre el conflicto, oía las historias que contaba la gente en las montañas, los indígenas, los campesinos, y son tan maravillosas, que los libros los escribí casi como una novela, porque eran fantásticas las historias de cada personaje que escuchaba. Como periodista y cinematógrafa, uno se mete en el alma de la gente. Cuando empecé con este libro, me adentré en lo que es escribir y tratar de hacerlo bien, cosa que es muy difícil para alguien que ha escrito guiones toda su vida. Esta es mi primera novela. Era un reto enorme y tenía mucho miedo con esto, pero sentí que al empezar a escribir, más ventanas se me abrían mientras decidía qué quería decirle al mundo. De pronto, me di cuenta de que el libro se escribe solo.
¿Qué sintió mientras escribía el libro?
La presencia de Gabriela fue muy importante y la sentí mucho durante el proceso. Se caían carpetas del mueble y yo nunca supe que tenía un diario de mi mamá dentro de una de ellas que contenía las historias de cuando ella se fue a Estados Unidos. Eso lo sentí como una señal del universo diciéndome: “Siga escribiendo”. Eso me dio una fuerza gigante y me interné a escribir sobre la Guerra Fría, la Operación Cóndor y lo que vivió mi mamá en ese momento, pues los militares la cogieron presa y la torturaron. El libro también trata de una situación política, pienso que cualquier escritor tiene que tener una conciencia política de retratar una realidad.
¿En qué momento del proceso de escritura se sintió más cercana?
Fue en varios, incluso lloraba mientras escribía el libro, porque hay un pasaje muy triste para mí, que es que mi mamá me internó en un colegio de monjas y se fue a hacer películas. Ahí hay un conflicto entre mamá e hija, no todo es positivo. Eso fue fundamental para seguir escribiendo el libro. Al personaje de Gabriela lo desenmascaré en el libro e intenté quitar esa parte sublime de la pionera del cine, la directora maravillosa, la teatrera y la presento como mamá. El libro explora las diferentes etapas de una niña y cómo empieza a vivir la vida a través de su mamá.
¿Hay una anécdota especial que recuerde con su madre?
Gabriela no fue a mi primera comunión. Ella estaba haciendo cine y teatro. Yo, de hecho, hice teatro con ella. Mi vida fue como un circo; cuando ella hacía teatro, nos puso de actrices. Era teatro infantil y nos llevaban de pueblo en pueblo como los gitanos; presentábamos las obras. Entonces, mi infancia fue maravillosa y esos eran los momentos en que yo estaba al lado de ella. Como ella era la directora del teatro, de los actores y después se puso a hacer cine, me llevó a una filmación. Un día me cortó mis trenzas, me dejó en el Parque Nacional y me dijo que me iban a grabar. Encontré a Ray Whitley, que era el camarógrafo, con Francisco (Pacho) Norden y luego me dijeron que era la actriz en un comercial de televisión. Ese día no me habían recogido y Ray se quedó conmigo. Yo nunca tuve papá, porque se separaron cuando yo tenía tres años. Ray fue como un padre para mí. Cuando llegó mi mamá a recogerme, cogí a Ray de la mano y le dije a mi mamá que quería que él fuera mi papá. Ellos se miraron, se enamoraron y se casaron.
Además de Gabriela, ¿qué otros personajes influenciaron su acercamiento al cine?
El cine de los años 70, con Visconti y Fellini fue maravilloso. También esa época del cine francés y Kurosawa. En el libro también cuento cómo el Museo de Arte Moderno de Nueva York influenció mucho mi cine, porque cuando estaba viviendo en Nueva York, mi mamá me dio una boleta para que fuera a cine. En vez de que yo andara por las calles en esos años 70, que era la época dura del hipismo, me dio una ficha de socia del MoMA. En las tardes me iba a ver cine francés. Mi universidad fue haber visto ese cine maravilloso en Nueva York.
¿Cómo ha cambiado la sociedad a través de los ojos de una persona dedicada al cine y a la escritura?
Todas mis películas tienen que ver mucho con la calle. Mi relación con la situación política es muy triste para mí, porque cada vez el país está peor. Uno lo que ve es un país totalmente manipulado por los medios de comunicación y una juventud aislada de la realidad. Me duele ver cómo hoy en día, con la maravilla de los teléfonos, es un mundo virtual y nos enajenamos en él, perdiendo de vista la realidad del país. Diría a las nuevas generaciones que hay que mirar un poco la situación de pobreza que se vive en Colombia y que sí hay que hacer algo para acabar la diferencia de clases sociales que hay. Porque uno no puede seguir por las calles andando entre niños muertos de hambre en el piso, indígenas tirados en el piso, campesinos masacrados por los grupos armados. Un país donde la violencia no cesa. Somos hijos de la violencia. Pienso que la única forma de parar la violencia es que haya igualdad y posibilidades de existencia para las clases menos favorecidas.