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Gonzalo Arango, escritor colombiano y exponente del nadaísmo.
Foto: Archivo Particular
¿Y para qué el amor? Entonces muchos abrirán los ojos y se indignarán porque el amor no tendría que pensarse en términos de utilidad, o con un fin particular. No. El amor para exponerse, para apasionarse, para que sea el mejor de los pretextos para convencerse de algo, no necesariamente de ese alguien a quien se le expresa cariño. El amor como se lo manifestó Gonzalo Arango a Julieta González en la década de 1950 cuando él apenas terminaba su bachillerato y ya empezaba a vislumbrar entre sus confesiones las preguntas y obsesiones que años después marcarían la línea del nadaísmo y su obra literaria.
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