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Un chat con Constanza Siachoque, artista y directora creativa de El gato es verde
¿Cómo empezó ese camino de artista y ese gusto por la pintura?
De adolescente comencé a estudiar en la Escuela de Artes Plásticas en Sogamoso. De día estaba en el colegio y de noche a la Escuela de Artes, pero esta estaba en decadencia: no había mucho juicio de los profesores ni de la gente. Ya no existe, se cerró en esos años. Después quise estudiar artes, pero cuando sales del colegio muchas personas te dicen: “Artes no, porque no da plata”. Tuve que buscar otra cosa y estudié biología en la Universidad Distrital, donde también hice una especialización en educación y gestión ambiental, pero en la carrera tenía electivas y tomaba arte.
¿Y por qué cree que le gustaba tanto pintar desde tan temprana edad?
Pues es muy raro, ¿no? En la casa siempre teníamos materiales para hacer carteleras y todo esto. Usaba esos materiales para dibujar cosas, pegarlas en el armario, en cualquier parte. Todavía hay cosas pegadas de ese tiempo en la casa. Incluso pintaba detrás de la ropa, de los armarios. Pero no fue porque mis papás pintaran, simplemente fue un gusto muy innato.
¿Por qué le apuesta a proyectos de pintura plasmada en las postales?
La postal me parece un artículo muy interesante. Tiene una historia que se remonta al siglo XIX y que está relacionada con la comunicación. Nunca pensé que coleccionando postales terminaría haciéndolas. Un día, viajando, trabajé con una asociación francesa; he ido tres veces a hacer el Festisol (Festival de la Solidaridad) en Francia. Hacíamos cosas de arte combinadas con educación ambiental. La primera vez llevé un libro, un juego ilustrado para enseñar a cuidar los humedales. Eso me llevó a conocer gente que trabajaba con arte. Una de ellas era una escultora bellísima que me empezó a invitar a hacer escultura natural.
En 2017 hicimos un taller de lino grabado. Tenía dos gatos: Mingo y Pacha. Se me ocurrió hacer Monserrate y Guadalupe, pero con mis gatos: “Mingorrate” y “Pachalupe”. Eran los dos cerros de Bogotá. Abajo puse la torre Colpatria, la séptima y todo. Ese grabado, al terminarlo, nos pareció perfecto para una postal. Ahí nació la inspiración.
¿Qué significan las postales para usted a nivel cultural?
La postal nació porque se buscaba una forma de comunicación rápida. Antes las cartas eran folios y folios. Cuando alguien propuso escribir en una sola tarjeta, al principio no le hicieron caso, pero un periodista publicó el tema en un periódico y ahí empezó todo. La postal ilustrada fue muy importante. En la primera mitad del siglo XX, en sus primeros 20 años, fue la época de oro de la postal. Era como hablar hoy de Facebook: un medio masivo, rápido, incluso usaban las postales como redes sociales, escribiendo groserías o insultando a la policía. También se usaron para publicidad.
Para mí la postal es memoria, es una posibilidad de ilustrar, de escribir unas palabras para alguien, de crear un mensaje especial. Hace poco, con dos amigos franceses, le mandamos una postal a una amiga común en Francia: la llenamos entre los tres. Cuando le llegue será memoria, comunicación rápida, arte y poesía. Las postales también son compañeras de la filatelia (el arte de coleccionar estampillas).
¿Cómo es el proceso de elaboración de una postal?
Uso la fotografía en muchas de ellas. Hago fotos, limpio la imagen, organizo la composición, elimino lo que estorba y luego introduzco mis personajes. Por ejemplo, una postal especial es en La Candelaria: fotografié un mural de un indígena de Putumayo, y justo pasó un indígena arhuaco frente a él. Ese momento se convirtió en postal.
También quiero hacer una postal de la calle “Cara de Perro”. Una vez pasé y había un perro asomado a un balcón, justo en esa calle. Ese recuerdo lo tengo guardado para convertirlo en postal. Después de la ilustración digitalizo y hago el proceso de impresión. Finalmente selecciono una poesía que funcione con la imagen.
¿Y más o menos cuánto tiempo le toma sacar una postal?
Es relativo, pero en promedio unos 15 o 20 días. Ahora, por ejemplo, estoy sacando unas ilustraciones para Guatapé y llevo varios días.
Algunas de sus postales plasman el centro de Bogotá y no otros sectores. ¿Cómo elige los lugares para hacerlas?
Muchas están concentradas en La Candelaria, porque trabajo con museos de allí: Museo de la Independencia, Quinta de Bolívar y Museo de Miguel Urrutia. Ellos buscan mostrar el patrimonio porque llegan muchos extranjeros. Pero también hago series sobre indígenas, para visibilizar sus territorios y culturas. Ahí hago investigación antropológica: atuendos, viviendas, etc. Igual he hecho de Boyacá, de aves, de distintos temas.
¿Y en qué lugares se pueden encontrar sus postales?
En Bogotá, en varias tiendas de recuerdos. Acabo de entrar a Selina, una línea de hoteles. También estoy en la Plaza de la Concordia, en la plaza de mercado. Me interesa que las postales estén en sitios grandes, así como en lugares populares, porque las postales son para todo el mundo.
¿Qué significa o qué relación tiene con el arte, más allá de lo laboral, en lo personal o espiritual?
El arte es un camino de autoconocimiento y de construcción de uno mismo. Es también una posibilidad de transmitir cosas. Yo he trabajado en procesos de memoria y paz: a través del arte se pueden expresar sentimientos, despertar sensibilidad. A veces la gente es apática, pero con arte se mueven pisos. Para mí, como bióloga, el arte conecta con la naturaleza. En el tema ambiental es clave.
Por último, ¿qué cree que representa el arte en una sociedad?
Imagínate una sociedad sin arte. La ciencia, por ejemplo, puede llegar a descubrimientos simultáneos en distintos lugares: Newton, Wallace… Pero Beethoven solo hubo uno. El arte es la humanidad misma. Me parece triste que en los colegios se quite el arte, porque despierta sentimientos hacia el otro, hacia la otredad, hacia lo intangible, hacia la naturaleza y sus sonidos. Sin eso nos volvemos seres primitivos. El arte nos rescata. El arte es todo.
