Con Ustedes brillan en lo oscuro, Liliana Colanzi hizo presencia en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. En su más reciente publicación, la autora boliviana vuelve a explorar en el terror y la ciencia ficción, abordando temas transversales en su narrativa, que la obsesionan desde pequeña y que han configurado las preguntas que la llevan hace ya varios años a querer escribir.
“Yo publiqué mi primer libro de cuentos que se llama Oraciones permanentes en 2010, pero mi relación con la lectura y con la escritura comienza de mucho antes, en la infancia tal vez, porque no me gustaba hablar y mi manera de conectarme con el mundo era a través de los libros y la lectura. La lectura obsesiva, como era en mi caso, lleva generalmente a la escritura entonces entre los recuerdos más intensos que tengo de mi infancia son esas experiencias de lectura, también de escritura, sin embargo, a mí me tomó mucho tiempo afirmar mi vocación porque siempre la tuve y siempre tuve la seguridad de que eso era a lo que quería dedicarle mis mejores horas, pero no tenía modelos de escritores en Bolivia. En aquella época no conocía una sola persona que se dedicara a la literatura, entonces estuve muchos años tratando de hacer maniobras para tener algún tipo de trabajo que me permitiera ganarme la vida, que estuviera cerca de la literatura, pero que no era necesariamente eso, pues no sabía cómo llegar hasta ahí. Me dediqué muchos años al periodismo cultural y otro tipo de trabajo hasta que más o menos en 2008 dije ‘voy a darme un año para ver qué pasa con la escritura, si no funciona, por lo menos lo intenté’, y bueno, sí funcionó maravilloso y así fue como me permití yo misma el espacio para empezar a escribir lo que fue mi primer libro de cuentos”, contó Colanzi sobre sus inicios como escritora.
La escritora de 42 años tiene muy interiorizados a sus autores, a los temas que la llevaron a fijarse en ellos. Seguirle el ritmo puede ser difícil, pues a medida que habla de sus referentes y de esos libros a los que vuelve de tanto en tanto, explica también el contexto y algunas razones por las que esos escritores también lograron hacer una obra literaria.
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“Son diferentes autores los que me han acompañado en diferentes momentos, en diferentes libros y creo que así pasa en todo proceso de escritura, por lo menos yo necesito tener a mano y muy cerca a algunos autores con los que estoy en diálogo cuando estoy escribiendo determinado libro, y eso va cambiando y mutando, dependiendo de la época. Eso no significa que estoy en el mismo diálogo con ciertos autores desde siempre, pero aunque esos autores hayan marcado mucho mi sensibilidad como lectora y también como escritora para este último libro, esas lecturas que yo tenía más próximas han sido, por ejemplo, Amparo Dávila, Silvina Ocampo y Miguel Esquirol, que es un escritor de ciencia ficción de Bolivia; Rubén Fonseca, que también está en este presente, en lo que escribí en mi libro de cuentos anterior, y también otros autores que por ahí no son tan obvios porque sus mundos no están tan cercanos a los míos, pero que estuvieron ahí como Pascal Quiñar, por ejemplo, o incluso la historiadora del arte boliviana teresa Gisbert, que su trabajo sobre el arte barroco en Bolivia me marcó mucho. Ella hace unos descubrimientos muy interesantes en la pintura barroca del siglo 18 en Bolivia. Hay un cuadro que se llama La virgen del cerro de Potosí, que muestra a la virgen María con forma de una montaña, entonces ella llega a la conclusión de que ese cuadro es anónimo y por lo tanto muy probablemente de autoría de un pintor indígena que esconde el culto a la Pachamama detrás de la representación permitida por una sociedad católica criolla, no de la imagen permitida, que es la de la virgen María, entonces ella está mostrando en este cuento esas tensiones entre una cultura colonizada, pero que está resistiendo de alguna manera a esa dominación poniendo su propia cosmovisión dentro de iconografías permitidas por la sociedad hegemónica de esa época. Ese gesto me pareció maravilloso, por un lado, la cuestión del sincretismo cultural, pero a la vez la idea de una rebelión ahí detrás. Esa mirada al barroco me abrió la cabeza, y de hecho, hay una referencia digamos tamizada por lo fantástico, por la ciencia ficción, en uno de mis cuentos a ese cuadro”.
Hablamos también de los géneros, de qué fue lo que hizo que se inclinara por la ciencia ficción, por lo fantástico y el terror. “Creo que los géneros populares, el fantástico, la ciencia ficción, el horror, son como una especie de códigos a los que acudo para decir otra cosa que es lo que lo que pasa con estos tropos recurrentes. El monstruo regresa siempre en la literatura en épocas diferentes para decir otra cosa. Si pensamos, por ejemplo, en cómo usaron los modernistas a finales de siglo XIX y principios del siglo XX el tema de las vampiras, que está en Clemente Palma, está en Leopoldo Lugones, está en Rubén Darío… Ellos escribían sobre mujeres vampiras que chupaban la energía vital de los hombres hasta castrarlos, hasta quitarle su voluntad en lo que era una visión bastante misógina y convencional de la mujer cuya sexualidad les parecía peligrosa. Sin embargo, hoy en día vuelven las vampiras y pienso, por ejemplo, en la novela La sed de Marina Yuszczuk, en Mala sangre, la novela de Michelle Roche Rodríguez para decir otra cosa. En la novela de Yuszczuk habla de una mujer migrante en la Argentina del siglo pasado, en el caso de Mala sangre es también una joven que está creciendo durante la dictadura de Gómez y son vampiras que están explorando su sexualidad de una manera muy distinta, entonces a mí me interesa justamente como tomar ciertos arquetipos, por así decirlo, que están en los géneros populares o tomar ciertos temas que se repiten para ver de qué manera esos temas o esas figuras están dialogando con el presente. A mí una cuestión que me interesa de la ciencia ficción es justamente cómo nos permite ver cosas cuya semilla ya está en el presente, pero ver cómo ha ocurrido en el pasado que consideramos como cerrado y puede estar vivo ahora.
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El horror es uno de esos géneros que se sumergen en los miedos más profundos en el inconsciente colectivo para encontrar esa herida, ese trauma que es parte de nuestra identidad, que nos define y que es aquello además estamos negando porque no lo queremos ver. No me interesa necesariamente instalarme en un en un solo género, sino esos resbalones, esas hibridaciones entre géneros no me gusta, además como la ciencia ficción o también el horror de alguna manera son alegorías, son metáforas de otras cosas que están sucediendo ahora en este libro último que he escrito”.
El retorno del pasado y el paso del tiempo simbolizado en ruinas. Dos elementos que Colanzi resalta de su narrativa. “Creo que está ahí muy presente esta idea del pasado que retorna, que es un es un tropo clásico del gótico ese elemento del pasado que viene a perseguirnos porque ese pasado no está cerrado, porque hay algo ahí que no ha sido resuelto, es algo que está también en mi libro anterior y también está este tropo clásico de la ciencia ficción, que es la idea de un futuro, es algo que también exploro, quería explorar un poco en sintonía con un cuento de Isaac Asimov que se llama La última pregunta, que también abarca un marco temporal enorme, aunque el cuento de Asimov se plantea otras cosas diferentes a las que yo me planteo en un cuento como La cueva. El cuento de Asimov habla de la supervivencia de la humanidad hasta el fin de los tiempos, e incluso sugiere que Dios podría ser una inteligencia artificial, lo que es una idea loquísima, pero muy en sintonía con el tipo de ciencia ficción de los años 50s, que era una ciencia ficción muy humanista, muy antropocéntrica, que ponía al ser humano como en medio de todo, en cambio en La cueva, que recoge esa estructura temporal de Asimov, más bien lo que hago es pensar en un planeta a lo largo de miles de años, quizás millones antes de que estemos como especie, y en un futuro en el que en el que quizás no estemos. En este cuento me interesaba más sacudir esta ideología de que somos el centro de la creación, somos la especie más importante del planeta, y creo que este ejercicio de imaginación nos hace ver realmente cuán enorme es la historia de la Tierra, por lo menos me da una sensación de humildad al darnos cuenta de que somos realmente nada en la historia de la Tierra. Somos hormiguitas navegando en un misterio que nos sobrepasa y creo que la escritura es justamente tratar de arañar un poquito ese misterio y tratar de entender ese caos en el que vivimos y al que tratamos de darle algún tipo de sentido. Y por otro lado, a un nivel más político, digamos también nos hace ver realmente la necedad de nuestras pretensiones como especie, de ser la especie que domina y que manda y aquella cuya existencia tiene más peso que las demás, y es ese tipo de ideología la que nos ha llevado a un momento de crisis climática y medioambiental.
También me interesa la cuestión del tiempo en otros sentidos. Este de las ruinas, por ejemplo, los lugares arruinados, olvidados, no centrales tienen una historia que también me interesa explorar. De hecho, algunos de mis cuentos también viajan a estos lugares que han sido importantes en el pasado, pero que hoy en día están en el completo olvido. Uno de los cuentos, La deuda, hace referencia a Cachuela Esperanza, que es un pueblo en Bolivia que a fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX vio el esplendor extractivista de la goma elástica y en esta pequeña ciudad llegaba la tecnología de punta de aquella época y se construyeron edificaciones super modernas… Llegaban millonarios en barcos desde Brasil, y sin embargo hoy en día toda esa esa pequeña ciudad está tragada por la selva, está devorada por la maleza”.
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Más que los géneros, Colanzi reconoce que su escritura tiene un compromiso político, pues en sus historias hay críticas implícitas a la religión, a la rebeldía en la juventud y a problemáticas sociales que se entrelazan en el terror y la ciencia ficción. “Lo que no pretendo dar con mi escritura son respuestas, pero la escritura también es una forma de preguntarte cosas, de poner en tensión cuestiones que ya están ahí en el aire. No necesariamente para mostrar cuál es la resolución o para acabar con el conflicto, pero sí para poner en escena el conflicto. Y en ese sentido, aunque la función de la literatura no es darnos la respuesta, solucionarnos los problemas, sí por lo menos nos puede quizás ayudar a ver el problema. Y ya eso me parece que es por lo menos un paso”.
“Es complicado analizar por qué nos atrae lo que nos atrae, pero es cierto, siempre termino escribiendo de grupos de adolescentes, de personas muy jóvenes. Creo que me interesa ese momento de la vida en el que se puede hacer cualquier cosa y en el que se ve más claramente ese conflicto entre lo que la sociedad quiere que seas y entre lo que verdaderamente quieres o querrías hacer. Las amistades de la adolescencia en cierto momento tienen más realidad que tu propia familia o que el Estado, que el colegio, que sé yo, y en algunos casos hasta puede convertirse en una suerte de culto. Entonces este microcosmos tan jodidamente intenso de la adolescencia me interesa mucho desde sus ángulos conflictivos hasta desde lo hermoso que hay por el potencial rebelde de esta edad y de este momento de la vida”, afirmó la escritora sobre la presencia constante de personajes adolescentes en sus libros.
Finalmente, por su vivencia en el colegio, Colanzi habló sobre sus cuestiones alrededor de la religión. “Yo fui a un colegio católico y viví muy intensamente la religión hasta cierta edad, hasta los 13 más o menos, edad en la que la rechacé de manera visceral y me hice atea. Ahora me río. Me río también de la soberbia que significa denominarte ateo o atea, porque eso es también creer que tienes las respuestas acerca de qué es lo que hay en el universo y no tenemos ni puta idea de qué es lo que hay, ¿verdad? Entonces, más adelante como que tuve que admitir que mi sensibilidad está marcada por un imaginario católico, no por nada. Frecuentemente aparecen en mis escritos figuras como el diablo, a la que vuelvo una y otra vez, pero obviamente tengo una visión bastante crítica de ciertos aspectos de la religión cristiana que son funestos, sobre todo, bueno, uno en el que la religión católica fue utilizada en nuestro continente como un arma de dominación, como un arma de colonización, pero también sirvió para radicalizar, digamos, el machismo y el patriarcado en nuestra región, y en ese sentido creo que en especial en todo lo que concierne al cuerpo de la mujer, a la sexualidad de la mujer, a los derechos de las mujeres, la iglesia ha tenido un rol bastante criticable y cuestionable, y eso también está en varios de mis cuentos”.
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