¿Por qué acercar a los actores de la industria audiovisual al público general?
Es muy importante porque la audiencia puede dar una mirada un poco más amplia a cómo se crean las obras. En Colombia se está produciendo más contenido audiovisual que en los últimos 20 años, pero no es suficiente con invitar a la gente a que vaya y lo vea. Entonces una de las cosas que empecé a hacer con el pódcast es presentarle a la gente que hace cine al público. No solo los actores, directores y escritores, sino muchas más personas que hacen parte de toda la cadena de producción. Nadie se preocupa por lo que hace un microfonista o una maquilladora en una película. Siempre estamos pendientes de los actores, de los directores. Y para mí era importante hacer un registro de la memoria de esas personas, de sus experiencias.
¿Cuál fue su llamado a la docencia?
Tenía 18 años y estaba en la mitad de Diseño Gráfico, mi primera carrera, en Cali. En el colegio donde me gradué, veía que muchos exalumnos regresaban a ser profesores, incluso muy jóvenes, entonces pensé: “¿Será que me dan una oportunidad?”. Me presenté y no me dieron cupo. Pero a los pocos meses conocí a Henry Soto, quien dictaba clases de Radio y Televisión en otro colegio. Él me conoció a mis 19 años y me comentó que pronto iba a renunciar al trabajo, y que creía que yo lo podría reemplazar. Si aceptaba, él me podía capacitar, ser mi espejo por los primeros seis meses. Mi novia —que ahora es mi esposa— me dijo que no tenía nada que perder, entonces nos fuimos y me aceptaron. Henry me enseñó todo, porque en ese momento no sabía nada de radio y televisión. Empecé a dictar clase y de ahí nunca paré, se volvió mi lugar seguro.
¿Qué lo hizo apasionarse por el cine?
Creo que mi papá. Él fue fotógrafo y tenía muchos “jugueticos” en la casa. Tenía una cámara de cine de ocho milímetros y filmaba. Cuando yo era muy pequeño, él ponía una sábana sobre la pared y proyectaba esas filmaciones. Él era una persona muy de la época del cine, de la fotografía. Teníamos un estudio de revelado análogo en la casa. Veíamos mucho cine silente en la casa, como Los tres chiflados y las grabaciones caseras. Él murió cuando yo tenía doce, y esos doce años estuve muy pegado a él. Luego conocí a unos amigos que eran muy cinéfilos en Cali. Era la época de los cineclubes y las videotiendas. Había una llamada La Ventana Indiscreta, y ahí empezamos a ver mucho cine que llegaba en los años 90. Me empecé a volver muy cinéfilo y con las clases de Semiología de Diseño Gráfico como que hice un tándem interesante y me empezó a gustar muchísimo el cine. Estudié también Comunicación Social y Periodismo, y ahí apliqué mucho esos conocimientos. Todas mis notas eran medio cinematográficas y luego se me dio la oportunidad de ser profesor de Cine.
¿Cómo empezó a conseguir invitados para el pódcast?
Al principio me parecía una labor compleja, entonces los primeros episodios los hice con amigos. Había conocido a Santiago Porras, que había trabajado con Franco Lolli en sus películas, como actor y asistente de dirección; a la entonces directora de la Escuela Nacional de Cine, y a un exalumno mío, Juan Pablo Borda. Con esos episodios me lancé a ver cómo me sentía, si funcionaba y, para el cuarto capítulo, me escribió una directora diciéndome: “Oiga, ¿por qué no me entrevista?”. Le dije que sí, y como estrategia a cada invitado le pedía otros tres contactos si les había gustado el espacio. La gente del medio empezó a conocer el pódcast y a valorarlo mucho, porque les estaba dando voz a muchas personas que antes no se les daba. Ahí la gente empezó a estar feliz cuando los llamaba para invitarlos.
¿Qué siente al ver a sus estudiantes en la industria audiovisual?
Hay gente en la dirección de fotografía, en dirección, en la producción, montaje, vestuario y dirección de arte. Cuando me decían: “Profe, yo voy a estudiar Cine por usted”, yo pensaba: “Dios mío, ¿yo por qué los tuve que contagiar de esto? Se van a morir de hambre”. Al principio todos quieren ser directores, pero luego van entendiendo que es un sector grandísimo donde caben hasta los contadores. Ellos van encontrando su lugar ahí. La docencia es motivar a otros para que hagan lo que los hace felices. Ese es mi lugar. Me despojé un poquito de cuál es la obra mía. Yo creo que es estar en un aula de clase, es el lugar que más amo en el mundo.
Durante su pódcast, ¿tuvo algún momento en el que también fuera fanático de alguno de sus invitados?
Sí, claro. Me pasó con Laura Mora. Yo adoro la carrera que ella ha hecho. De hecho, es la única persona que ha repetido aparición en episodios. Hicimos el primero en la pandemia, que fue hermosísimo, y el segundo fue hace un año y medio. También tuve uno de esos momentos con Nataly Valdivieso, una asistente de dirección, o también con Eduardo “La Rata” Carvajal, a quien lo conocen por ser fotofija. Nadie va a preguntar en una rueda de prensa quién es el fotofija de esta película, pero para mí era como estar con una leyenda del cine colombiano, porque él es el que hizo la fotofija de La vendedora de rosas y de todo lo del cine caleño de los años 70 y 80. He tenido gente famosa, con un impacto y una audiencia grandísima, pero mi objetivo ha sido proveerles un lugar seguro y distinto, y cuidarme un poquito de ese momento.
¿Cómo hace para generar un espacio seguro en sus entrevistas?
En la medida de lo posible, trato de invitarlos a mi casa. Los recibe mi perro, están mis hijas, está mi esposa, o sea que ellos sienten que no llegan a una entrevista, sino que llegan a un hogar. Generalmente, les digo que me reserven tres horas —que es un lujo—. La primera hora es mientras ellos se desplazan, rompemos el hielo conversando en la cocina, les hago el café. La segunda es la entrevista y en la tercera siempre les tengo un regalo, un sticker o una libreta, además de la foto, y firman el release de derechos. Ellos también me regalan un autógrafo al final, tengo los de todos que han pasado por el pódcast en una libreta. Es todo un ritual. Como periodista, es muy complicado encontrar ese espacio. A veces están 20 o 30 minutos, pero con la gran mayoría hemos podido lograr estar una hora y cuando, en la medida de lo posible, es en la casa, aún mejor.