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“Mi nombre no es artístico, mi nombre es Ibrahim Ferrer”

El hijo de la leyenda de Buena Vista Social Club ha construido una carrera en torno al legado de su padre, de quien heredo su nombre. Llega a Bogotá para conmemorar los 25 años del ensamble de la agrupación.

Hugo Santiago Caro
14 de julio de 2022 - 02:00 a. m.
Ferrer Jr. es el único hijo varón del ya fallecido cantante. También es el único que se dedicó al arte.
Ferrer Jr. es el único hijo varón del ya fallecido cantante. También es el único que se dedicó al arte.
Foto: Cecilia Antón - Cecilia Antón

En 1996 un grupo de veteranos músicos irrumpió en el panorama musical del mundo para potenciar la tradición del son cubano con un nuevo empaque: Buena Vista Social Club.

De la mano del productor estadounidense Ry Cooder y del músico habanero Juan de Marcos González, la nostalgia por la música tradicional de la isla había encontrado un nuevo foco de atención en la figura imponente de Compay Segundo, catalogado como una de las mejores segundas voces de la música cubana, el folclor guajiro de Eliades Ochoa, el despliegue sobre el piano de Rubén González y la complicidad al interpretar canciones de Omara Portuondo con Ibrahim Ferrer.

En el marco de las celebraciones de los 25 años del proyecto, el hijo de este último, Ibrahim Ferrer Jr., estará en Bogotá este 19 de julio como parte de la franja Gaitán Polifónico del Teatro Jorge Eliécer Gaitán.

Ferrer Jr., ingeniero naval de profesión y cantante por vocación, atendió a El Espectador desde México, donde se encuentra en una gira de conciertos, antes de llegar a Colombia, donde también se presentará en Medellín el 17 de julio en la Plazuela de San Ignacio.

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¿Cómo era la vida de su padre antes del estallido mundial de Buena Vista?

Creo que era demasiado sencillo. Era un hombre que se daba a querer por todo el mundo, caminaba por la calle y todo el mundo lo saludaba. A veces se le hacía tarde por llegar a los lugares porque cada cuadra o cada esquina lo llamaban, se ponía a conversar, no importaba quien fuera. Entonces era muy cariñoso, realmente muy cariñoso, muy dado también a la gente.

A veces nosotros los hombres buscamos la manera de tener el hijo varón para que se pareciera a nosotros y tenerlo siempre. Él era diferente, eran más mujeres que hombres en la casa. O sea, era una cosa especial con mis hermanas, yo era más con mi mamá. Pero era un hombre especial. Así como se ve, así como lo vieron en la película, como lo vieron en el documental, era antes de Buena Vista.

¿Existía una amistad previa con Omara Portuondo?

Una amistad muy lejana, yo creo. Tuvieron actuaciones ellos estando muy jóvenes. Ya después, yo digo que alcanzaron la madurez musical y artística. Cuando le dieron la oportunidad de alcanzar esa madurez, porque antes estaban trabajando normales como intérpretes o cantantes cada uno de su agrupación.

Conocí a Omara por el grupo Las D’Aida. En los quince años de mi hermana mayor, ella fue la que le regaló una torta. Ahí se ve el contacto, la confianza y la amistad que tenía con mi padre. Había un programa de televisión en Cuba que lo daban todos los días a las 12 m., se llamaba Estrellas de Carnaval. Y los participantes del grupo, o del programa, eran Pacho Alonso y Las D’Aida. En YouTube hay registro de Pacho Alonso con Las D’Aida y ahí se ve a Omara siempre al lado de mi padre, agarrada al lado de mi padre bailando.

Creo que al encontrarse los dos así nuevamente en un escenario saca todo aquello que tenían guardado, es por eso que se ve. Esa imagen de Omara llorando en el documental no es una actuación. Después cantaron esa canción (“Silencio”) un montón de veces más y no sucedió lo mismo que sucedió en ese momento. El grupo se convirtió en una familia, no era solamente que fueran amigos y colegas de trabajo, se convertía en una familia porque sentía la familiaridad entre ellos. Ese encuentro creo que los desbordó, los llenó de más ímpetu y más ganas de seguir haciendo cosas.

¿Y cómo era su vida antes de Buena Vista?

Era una vida natural normal, una vida de familia. Cada uno estudiando, los demás estábamos trabajando, porque ya Buena Vista nos alcanzó a nosotros con cierta edad. Ya éramos padres de familia y ya teníamos nuestra familia formada. Yo me encontraba navegando, incluso había terminado mi carrera.

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Buena Vista para mí fue un encuentro más, cada vez yo tenía oportunidad de vacacionar o estar después una larga jornada de travesía en el mar, llegaba a Cuba. A veces no me encontraba con mi padre, porque estaba trabajando en otro lugar o en otro país. Cuando nos encontrábamos, como se dice en Cuba, sacábamos chispas. Queríamos estar siempre buscando la manera de encontrarnos, conversar y contarnos nuestras historias. Entonces, cuando llegaba era bueno, el más chico también de todos. Qué te puedo decir, era el encuentro que no era fortuito, era algo que a veces parecía llamada por telemetría.

Cuando sucedió lo de Buena Vista, yo acababa de llegar de una gira de nueve meses fuera del país. Pasé por la casa, como siempre, y ahí me enteré de que a mi padre lo había ido a buscar Juan de Marco, me dijeron que estaba en los estudios de Egrem. Pasé por allá para ver si lo veía y ahí me encontré con todos aquellos fenómenos, artistas, músicos y amigos también.

Ahí me quedé y surgió la idea de integrarme, también hacer partícipe de lo que era la grabación de algunos de los temas, casi la mayoría de los temas y la filmación. La pareja de Wim Wenders (director del documental) estaba por ahí con una camarita portátil y de ahí surgió toda la vertiente y vorágine que fue Buena Vista y nos encontramos todos.

¿Por qué un ingeniero naval termina abandonándolo todo por la música?

A mí me gustó la música y siempre canté desde chico. Mi madre quería que nosotros nos integráramos a estudiar cualquier tipo de instrumento musical, porque nacimos en una familia plenamente musical por mi padre y todos aquellos que nos rodeaban.

Pero mi padre siempre tenía en mente el trabajo que él pasó para llegar a ser cantante o músico como tal, porque él no estudió una carrera musical. No tenía las condiciones ni las posibilidades, porque quedó huérfano de padre y madre. A partir de los doce años tuvo que irse con la hermana de mi abuela, que fue la que lo crió, entonces tuvo que salir a la calle a buscarse y ganar la vida. Siempre quiso cantar, la vocación de él era cantar boleros y por tener la voz de sonero no lo dejaban cantar boleros, nunca fue figura principal.

Tampoco de ninguna agrupación, siempre fue acompañante o dúo con Benny Moré, comenzaron con Pérez Prado, con Pacho Alonso siempre fue segunda voz. Al ver que pasaba todo ese tipo de cosas y bueno, también existía el problema del racismo en Cuba, él decía que no, que no. Él quería que nosotros estudiáramos una carrera con la cual nos pudiéramos solventar nosotros y así mantener a nuestra familia. Porque la vida, la vida del músico, del artista, tiene sus altas y bajas. Decía, si quieren utilizar el canto, la música, lo que sea, háganlo como una afición, para disfrute de ustedes mismos.

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Yo quería estudiar realmente motor y fuselaje, aviación, pero por un accidente que tuve en una escuela militar me impidió seguir la carrera. Como tenía buen puntaje, buena promoción y buenas asignaturas, me aceptaron rápido en una escuela marítima. Después de seguir con el curso pasé a oficial de cubierta y terminé. Me gradué como ingeniero naval.

Pero siempre estuve entre agua y agua, y canto y canto. Siempre estuve cantando. Cuando terminé de estudiar me dije: yo ya llevo 29 años trabajando o metido en el mar, sin disfrutar de muchas cosas que quería haber disfrutado, mi familia, mis hijos y todo ese tipo de cosas. En 1999 me encontraba en Argentina, conocí a mi compañera y con la ayuda de ella y otros compañeros míos, también amigos de mi padre, nos enfocamos en esto y así llevo 22 años como profesional.

¿Qué le aportó Argentina a su sonido?

Cuando tú vas a vas a Argentina encuentras influencia de todos aquellos países que están a su alrededor. Tienes la influencia de la música latina. El músico cubano ha estado por todas partes del mundo y bueno, qué te puedo decir, cuando yo llegué a Argentina ya había agrupaciones cubanas. Estaba la influencia de Celia Cruz, que ya todo el mundo la conocía. Tenía también influencia la música brasilera.

Yo lo único que hice fue ampliar lo que era la música tradicional cubana, fue lo único que me aventajó a mí porque estaba la timba, la salsa, como se dice, y yo llego a la música tradicional cubana. La añoranza que tenía la gente de sentir la música suave, esa música tradicional que caminó por todas partes del mundo, no solamente por Buena Vista, porque la música tradicional estaba en Colombia con Celina González, la catalogaron como la reina de Colombia, si no me equivoco. Mezclamos toda esa tradición campesina con el son y la llevamos al público: les encantó.

Aparte, Buena Vista ya estaba. Se estaba oyendo en muchas partes del mundo y yo te digo una cosa: el primer grupo o la agrupación que llegó fue la de Compay Segundo a Argentina. Después fue, si no me equivoco, Barbarito Torres. Vino Afro Cuban Stars y después fue mi papá. Se que a mí me conocían por algunos datos que estaban por ahí regados, pero no me conocían exactamente con toda esa fuerza de Buena Vista.

Tenía el peso del apellido y el nombre. No sabían que Ibrahim Ferrer tenía un hijo varón y a veces pensaba que era trucho. O sea, mi nombre no es artístico, mi nombre es Ibrahim Ferrer y tuve que ponerle Júnior porque me buscaba muchos problemas.

Entonces lo que hacíamos era música tradicional cubana con vertientes contemporáneas. Mezclamos el jazz, la samba, mezclamos los sonidos de los lugares en los que yo estaba viviendo. Hasta ahora es lo que estoy haciendo. Pero siempre, siempre he defendido lo que es la música. Tradición.

Hugo Santiago Caro

Por Hugo Santiago Caro

Periodista y productor radial javeriano. Ganador del Premio Nacional de Periodismo del CPB 2021 a mejor tesis de grado. Ha escrito para El Tiempo y Bacánika. @HugoCaroJhcaro@elespectador.com

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