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¿Cómo fue el proceso de curaduría de este evento?
Sugerí hacer una programación únicamente con curadores o coleccionistas que tuvieran una relación con instituciones. Después de discutirlo con el equipo, llegamos a un formato de cinco paneles. La idea inicial era que fuera algo libre y democrático, con un componente algo académico también. Queríamos que los participantes compartieran sus experiencias institucionales con el arte contemporáneo, incluyendo el coleccionismo, y que eso sirviera para el público de Bogotá. Al mismo tiempo, queríamos que el diálogo fuera en ambas direcciones: que las preguntas del público y sus experiencias en las galerías y museos también ayudaran a los invitados a conocer mejor la escena del arte contemporáneo en Bogotá, en Colombia y, consecuentemente, en Latinoamérica. Esa fue un poco la idea inicial del evento.
Hablemos entonces de los paneles que lo componen.
Hay un panel sobre colecciones, con un carácter global. Participan curadores que trabajan en museos y proponen cada uno un discurso. Por ejemplo, una de ellas trabaja en Art Jameel, una colección institucional en Dubái, en los Emiratos. Su colección no solo habla del Medio Oriente, sino también de otras regiones del mundo. Otro panel aborda la relación entre arte latinoamericano y arte latinx, como se llama en Estados Unidos al arte producido por artistas de segunda o tercera generación de inmigrantes. Se trata de analizar qué puntos de contacto y qué diferencias existen entre esas escenas. Un tercer panel trata un tema que considero muy importante, no solo en Colombia, sino a nivel global que tiene que ver con el reciente fallecimiento del gran artista indígena Abel Rodríguez. Este panel reflexiona sobre el arte indígena y las formas de coleccionismo y de presentar obras de artistas de pueblos originarios. Los otros dos paneles son uno dedicado a performance y programas públicos, enfocado en la naturaleza efímera de estas acciones dentro de las instituciones, y otro sobre la relación entre video y nuevos medios, y cómo programar obras que están completamente basadas en el lenguaje audiovisual. Son temas distintos, pero las charlas se complementan.
¿Cuál fue el criterio para elegir a los panelistas?
Primero surgieron los temas y luego se pensó en los invitados. Me parecía muy importante que fuera un grupo diverso, porque tuve la impresión, al revisar ediciones pasadas de estas conversaciones, que muchas veces solo participaban personas de Latinoamérica, de un círculo muy específico o incluso de una misma generación. Por eso me pareció esencial invitar a personas que, intencionalmente, no se conocieran entre sí y vinieran de distintos lugares del mundo. Hay participantes que trabajan en España, Italia, Dubái, San Francisco, Brasil y Sudáfrica, por ejemplo. Además, como latinoamericano, me parece fundamental reconocer que el mundo es más amplio que nuestro continente. Es importante abrirnos a otras formas de trabajo, sin quedarnos en una perspectiva centrada únicamente en la región.
El coleccionismo atraviesa varias de estas conversaciones, ¿por qué decidió centrarse en ese tema?
Muchas veces existe cierto miedo alrededor de la palabra “coleccionismo”, pero hay muchas formas de entenderlo. Por ejemplo, el coleccionismo público, como el de Art Jameel, o el coleccionismo privado, como el de la Fundación Kadist, donde trabaja Jo-ey Tang, uno de los invitados. Hay distintas maneras de pensar el coleccionismo: algunas con mucho respaldo económico y estatal; otras sin ningún tipo de apoyo institucional, pero con inversión privada significativa. Por eso no quise limitarme a una sola perspectiva, sino reunir a personas que trabajan el coleccionismo desde ángulos muy distintos y ponerlas en diálogo. Creo que cualquier curador debería reflexionar más sobre el coleccionismo, al igual que el público. Hay personas que simplemente aman el arte, y los artistas también deberían informarse más sobre lo que sucede detrás de escena, sobre los procesos e intenciones que hay en toda forma de coleccionar.
Una de las propuestas de un evento como este es acercar al mundo del arte a personas que no han tenido mucho contacto con él. ¿Cómo ha sido tender ese puente?
Es una conversación hiperprivilegiada, en el sentido del número de personas que la tienen. Pero los invitados saben que estarán tratando con un público amplio. Hay un interés total en desmitificar las cosas y evitar que sea una conversación solo del mundo del arte para el mundo del arte. Por eso también invité a personas con experiencia académica o profesional que pudieran desarrollar muy bien una charla accesible tanto para un público especializado como para otro que tal vez no conozca del todo cómo funcionan las cosas, pero que tiene curiosidad. Lo que viví aquí en ediciones anteriores fue genial. Hubo personas en el público que hicieron muchas preguntas, y no expertos. Eso me pareció excelente y esencial. Es muy importante que los invitados también estén preparados para dialogar con un público más amplio y diverso.
¿Cómo cree usted que se está posicionado el arte latinoamericano frente al resto del mundo?
Creo que hay una tradición que no es nueva. Si miramos desde el siglo XX, con figuras como Diego Rivera y Frida Kahlo, ya existía circulación y había un proyecto artístico. Sería ingenuo pensar que no tenemos un espacio en la escena global, porque lo tenemos. Eventos como la Bienal de Venecia y la de São Paulo —la segunda más antigua del mundo— han contribuido a esa visibilidad. Incluso descubrí este año una nueva bienal aquí en Colombia, lo cual también suma. En general, creo que estamos bien posicionados. Si comparo con otras escenas del arte contemporáneo, como algunas en Asia o en Medio Oriente, muchas de ellas aún no han tenido capítulos históricos tan significativos como los que ya hemos vivido en América Latina. No se trata de estar mejor o peor que otras regiones, pero sí creo que tenemos una historia consolidada. Incluso existen clases, maestrías y doctorados dedicados al arte latinoamericano en Estados Unidos y también en Inglaterra. Hay espacios de difusión y un interés real.
¿Cuáles son sus expectativas de este espacio en ARTBO | Fin de semana?
Espero que sea un espacio de aprendizaje mutuo. Eso es lo que realmente deseo. Me gustaría que quienes viven en Bogotá, por ejemplo, escuchen sobre realidades diferentes a la colombiana, y que eso los inspire. Que surjan ideas, ganas de actuar, de llevar adelante proyectos. Lo que más me interesa es que la gente esté presente, escuche y aprenda del otro. No tengo grandes expectativas; más bien, espero que las cosas ocurran de manera orgánica, sin certezas fijas, en un espacio abierto, flexible y dispuesto al cambio por parte de todas las personas que participen.