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“Si se rompe un plato, no pasa nada: todo puede reutilizarse”

Uno de los fundadores de Paguro, una empresa que transforma escombros en elementos decorativos y mobiliario, habló para este chat sobre el inicio de la empresa, su amistad con su socio y sus proyectos para el futuro.

Pablo Marín J.
17 de febrero de 2025 - 12:08 p. m.
Sebastián Benítez es ingeniero civil. Fundó Paguro en 2020.
Sebastián Benítez es ingeniero civil. Fundó Paguro en 2020.
Foto: Prensa Paguro
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¿De dónde surgió la idea de Paguro?

La idea nació en la pandemia, en conjunto con mi socio —ambos somos ingenieros civiles—, pero desde mi tesis de pregrado me interesaba el estado actual del reciclaje de escombros y residuos de la construcción y demolición en Colombia. Eso fue en 2003. Desde ese momento me di cuenta de que era un problema grave al que pocas personas le estaban prestando atención. Quedó implantado el problema que nadie estaba atendiendo. Trabajamos juntos con mi socio en un laboratorio de materiales de construcción que genera semanalmente casi 80 o 90 toneladas de escombros. Nosotros dijimos: “Oiga, ¿cómo podemos hacer para reutilizar materiales y sensibilizar a las personas sobre la importancia de este problema?”. En medio de la pandemia empezamos a pensar en soluciones para mandar un mensaje y que esos residuos no se escondieran ni quedaran debajo de una montaña o un pavimento, sino que, por el contrario, se volvieran parte de lo que nos fuéramos a inventar. Fue el inicio de todo.

¿Qué le llamó la atención de la problemática de los escombros?

Hay un problema muy grande en Colombia: anualmente se generan 22 millones de toneladas de escombros. Para ponerlo en cifras más entendibles, es como si cada año botáramos a la basura 110 edificios B de Bacatá, el más alto de Colombia. De eso, únicamente se recupera el 15 %, y el 85 % restante termina en botaderos legales y, en su mayoría, ilegales. Pero hay un problema mayor: la extracción de recursos naturales con los que se construyen edificios, casas y carreteras.

¿Qué significa Paguro?

Paguro es otro nombre para el cangrejo ermitaño, un crustáceo que nace sin caparazón y, desde que nace, busca conchas de caracoles muertos para refugiarse. Se le considera un animal reciclador porque reutiliza lo que encuentra en la naturaleza. Sin embargo, con la contaminación en ríos y mares, se han encontrado paguros refugiados en botellas de cerveza, latas y tapas de gaseosa. Cuando descubrimos esta historia, fue perfecto, porque queríamos, más allá de crear productos bonitos, enviar un mensaje y sensibilizar sobre la importancia de atender esta problemática.

¿Recuerda cuál fue ese primer producto con el que salieron al mercado?

Nosotros empezamos haciendo cosas muy pequeñas, pero la esencia de lo que queríamos era mandar un mensaje: mostrar a las personas lo bonito que se puede crear utilizando residuos y escombros. Comenzamos con artículos decorativos para el hogar, como materas, fruteros y portavasos, donde los residuos siempre estaban a la vista. Aplicábamos un proceso de pulido que resaltaba el vidrio, el ladrillo y el concreto, integrándolos en la estética de los productos.

Comenzamos con cosas pequeñas para experimentar y sensibilizarnos con el material, probando su comportamiento al mezclar elementos poco convencionales en el concreto. Normalmente no se le agregan residuos de ladrillo, cerámica o vidrio, pero queríamos demostrar que, si se rompe un plato, un pocillo o una botella de vidrio, no pasa nada, porque todo puede reutilizarse. Por eso decidimos empezar con pruebas pequeñas y, poco a poco, escalar.

Usted menciona a su socio, ¿cómo se conocieron?

Sebastián Tobón, mi socio y tocayo, es un amigo de toda la vida, prácticamente familia. Nos conocimos en la universidad, él iba unos semestres más adelante en Ingeniería Civil, pero, por cosas de la vida, coincidimos muy temprano en la carrera. Después hice mis prácticas laborales en la empresa de su familia, lo que nos permitió trabajar juntos. Cuando me gradué, volví a esa misma empresa y trabajé allí casi cuatro años, hasta que me fui a Alemania a hacer una maestría. Fuimos colegas, somos amigos, soy padrino de su hija, y él y su pareja son mis padrinos de boda. Así que, sí, somos casi familia.

¿Cómo ha sido el trabajar con un amigo?

Ha sido una experiencia muy chévere. Al emprender hay algo que a veces uno no tiene en cuenta: con quién te vas a asociar. Eso puede ser el detonante de algo muy bueno o el punto de quiebre de cualquier proyecto cuando no hay confianza, empatía, seriedad y transparencia en el trabajo con los socios. Afortunadamente, por nuestras capacidades y lo que nos gusta a cada uno, hemos sabido encontrar nuestro lugar y explotar mejor nuestras habilidades. Sebastián es muy técnico y manual, le encanta la creatividad, trabajar con las manos y tiene mucha experiencia en materiales. Por mi parte, me gusta más la parte comercial, creativa y la visión de hacia dónde vamos. Hemos logrado complementarnos sin chocar, y eso ha sido clave.

¿Cómo fue el proceso de crecimiento de su empresa?

Fue bonito, porque estamos muy cercanos al sector de la ingeniería civil. Hemos trabajado en construcción, obra, diseño de edificios y supervisión técnica, por lo que conocemos el material a gran escala y sabemos trabajar con concreto en ese contexto. Sin embargo, fue muy diferente cuando decidimos usarlo para objetos decorativos y estéticos. Las dosificaciones, la delicadeza y el acabado final son completamente distintos cuando piensas en un edificio versus cuando diseñas algo para decorar un espacio. Este fue un reto interesante: entender el material a pequeña escala, pero también explorarlo desde una perspectiva estética. Fue fascinante ver la versatilidad del concreto, que permite tanto construir edificios como crear objetos espectaculares para el hogar.

Ustedes recibieron el premio Social Skin del grupo Bolívar Davivienda, ¿qué recuerda de ese momento? ¿Qué sintió?

Fue espectacular, una inyección de energía impresionante. Emprender es muy difícil, con altibajos constantes, y a veces es complicado mantener el ánimo cuando las cosas no salen como uno espera. Ser reconocidos por Social Skin fue una validación de que lo que hemos hecho en estos años tiene sentido. Hay organizaciones que ven mucho valor en nuestro trabajo y, además, potencial de crecimiento. No solo buscan ideas interesantes que atiendan problemas ambientales, sino que también puedan escalar y convertirse en empresas con impacto.

Aún hay mucho por hacer para abordar esta problemática, y si llegáramos a abarcar siquiera el 10 % del mercado, podríamos ser una empresa enorme. Para el equipo fue increíble. Nos esforzamos mucho en la aplicación y en hacer un buen pitch, compitiendo con emprendimientos muy fuertes de Centro y Suramérica. Ser uno de los ocho seleccionados entre tantos proyectos de alto nivel fue tremendo. Más allá del reconocimiento, esto viene acompañado de mentoría y apoyo económico, lo cual es invaluable para nosotros.

¿Qué proyectos vienen para Paguro en 2025?

Desde el año pasado, iniciamos una transición. Comenzamos haciendo objetos decorativos pequeños, pero nos dimos cuenta de que podemos jugar en grandes ligas. El material y nuestro trabajo son adecuados para fabricar mobiliario para hogares, mesones de cocina, superficies, enchapes, pisos y mobiliario urbano. Esto no solo nos permitirá crecer como empresa, sino también generar un mayor impacto ambiental al recuperar más material. Nuestra apuesta es enfocarnos en objetos más grandes y en el segmento B2B, colaborando con empresas y constructoras que confíen en nosotros para sus proyectos.

Pablo Marín J.

Por Pablo Marín J.

Profesional en Creación Literaria. Escritor de cuentos y novelas de ciencia ficción. Apasionado del cine y guionista de varios cortometrajes.pmarin@elespectador.com
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