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                                                                                                                              Tempus interruptus (Cuentos de sábado en la tarde)

                                                                                                                              “Sí, el tiempo es un singular enigma, una cuestión difícil de aclarar”

                                                                                                                              Cristian Ayala

                                                                                                                              Thomas Mann

                                                                                                                              "Me pongo de pie y miró por la ventana. Salen las primeras personas a sus trabajos, lugares de estudio, o lo que sea"
                                                                                                                              Foto: Pixabay

                                                                                                                              No han salido los primeros rayos del sol, pero ya estoy despierto. Voy a la sala. Sobre la mesa… el reloj. Ese aparato mecánico que un día me regalaron, a sabiendas de que ando con los brazos libres de ataduras. Puede que haya sido la metáfora perfecta para hacerme saber que desde ese instante tenía el tiempo contado. No presumo mala fe de quien me hizo el ostentoso presente, los mensajes a veces son así, sin intención.

                                                                                                                              Lo acerco a mi oreja. Tic tac, tic tac, tic tac. El sonido medido, discreto, el cálculo perfecto de esa esquizofrenia común que llamamos vida. Tic tac, tic tac.

                                                                                                                              Podemos ignorar aquel ruido, de hecho, normalmente lo hacemos, pero un solo momento basta para depositarlo en nuestra mente y traernos la recreación de los miles de segundos en que ese murmullo irrumpió desde que el relojero, Deidad, Santísima Trinidad de los relojes, con un toque autorizó el funcionamiento del mecanismo. Tic tac, tic tac, que Cristo no fue crucificado, me dijo el señor Compson, sino sometido al mordaz escarnio privado y público de esas manecillas. Inaudito, señor Compson, siempre inaudito.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¿Y el tiempo es finito o infinito? Tic tac, tic tac.

                                                                                                                              Podría interesarle: Imaginando a Magdalena Ortega y a Antonio Nariño

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                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Le sugerimos: Pompeya descubre túneles de saqueadores y nuevos restos en su “Villa de los Misterios”

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                                                                                                                              Tic…

                                                                                                                              Tic…

                                                                                                                              Tic…

                                                                                                                              Después de sacar todos estos fantasmas del pretérito simple, del pluscuamperfecto, y traerlos al imperfecto, vayamos por el reloj. Tic tac, tic tac. Le doy un solo golpe. Se parte con un sonido seco. Tic. Rompamos el reloj, seamos anacrónicos.

                                                                                                                              Podría interesarle: El Galeón San José, como el mar, no conoce el fin

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                                                                                                                              Thomas Mann

                                                                                                                              "Me pongo de pie y miró por la ventana. Salen las primeras personas a sus trabajos, lugares de estudio, o lo que sea"
                                                                                                                              Foto: Pixabay

                                                                                                                              No han salido los primeros rayos del sol, pero ya estoy despierto. Voy a la sala. Sobre la mesa… el reloj. Ese aparato mecánico que un día me regalaron, a sabiendas de que ando con los brazos libres de ataduras. Puede que haya sido la metáfora perfecta para hacerme saber que desde ese instante tenía el tiempo contado. No presumo mala fe de quien me hizo el ostentoso presente, los mensajes a veces son así, sin intención.

                                                                                                                              Lo acerco a mi oreja. Tic tac, tic tac, tic tac. El sonido medido, discreto, el cálculo perfecto de esa esquizofrenia común que llamamos vida. Tic tac, tic tac.

                                                                                                                              Podemos ignorar aquel ruido, de hecho, normalmente lo hacemos, pero un solo momento basta para depositarlo en nuestra mente y traernos la recreación de los miles de segundos en que ese murmullo irrumpió desde que el relojero, Deidad, Santísima Trinidad de los relojes, con un toque autorizó el funcionamiento del mecanismo. Tic tac, tic tac, que Cristo no fue crucificado, me dijo el señor Compson, sino sometido al mordaz escarnio privado y público de esas manecillas. Inaudito, señor Compson, siempre inaudito.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¿Y el tiempo es finito o infinito? Tic tac, tic tac.

                                                                                                                              Podría interesarle: Imaginando a Magdalena Ortega y a Antonio Nariño

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                                                                                                                              Tic…

                                                                                                                              Tic…

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                                                                                                                              Por Cristian Ayala

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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