El cuidado del cuidador, un acto de paz

Jenny Gallego ha trabajado, además, en ayuda humanitaria de emergencia. / Oxfam Colombia

Foto: Oxfam Colombia

¿Qué la motivó a ligarse al trabajo con comunidades y la defensa de los derechos humanos?

Siempre me he sentido muy cercana a acompañar a otras y otros. Yo quise ser docente. Entonces, de profesión, soy licenciada. Creo que siempre estuvo muy impregnado en mí eso de trabajar con las personas y pensar que, a través de esa labor, podría haber cambios.

Encontrar lugares que permitan que tus apuestas personales vayan en línea con el trabajo que haces es muy valioso, y a veces muy difícil. Mi elección se alinea mucho con la organización en la que estoy actualmente: es feminista y le apuesta a la defensa de la vida y los derechos humanos. En gran parte, eso es lo que me ha motivado: darle voz a las personas que muy poco son escuchadas.

¿Qué significa, en la práctica, ser responsable programática? ¿Cómo funciona?

En Oxfam Colombia trabajamos bajo tres líneas estratégicas: acceso a la justicia y protección de derechos civiles y políticos; cierre de brechas económicas, sociales y ambientales; y gestión resiliente y transformadora de riesgos y conflictos. Estas tres áreas las lidero yo.

Mi trabajo consiste en coordinar un equipo en donde generamos alianzas, establecemos coordinaciones con las organizaciones en los territorios y trabajamos en agendas relacionadas con los derechos de las mujeres y los derechos humanos. Mantenemos una cercanía con cada una de las zonas involucradas: nuestra presencia es muy importante para las organizaciones locales, porque muchas veces que una organización como esta —que tiene una filiación global, aunque con representación colombiana— esté presente significa protección para esos territorios y sus trabajos en la construcción de paz.

Usted ha trabajado en otros países. ¿Cómo compara las dinámicas que ha observado en Colombia?

Plantear esto de trabajar por la paz desde los compromisos que tienen las personas en los territorios, independientemente del país en que estén, muestra que hay una fuerza frente a lo que se quiere hacer: cómo garantizar que las comunidades cada vez estén mejor, cómo acompañar el restablecimiento de derechos.

Creo que eso sucede en nuestro país, pero también en muchos otros que enfrentan alta vulnerabilidad, donde las comunidades no son tomadas en cuenta o son muy invisibilizadas. Considero que este es un fenómeno que atraviesa todos los países de América Latina. Y para nosotros, desde Oxfam Colombia, es muy importante dar ese reconocimiento, sobre todo porque hemos visto que hay muchísimas mujeres involucradas en este proceso.

Hablando del trabajo de las mujeres y las organizaciones, ¿qué los motivó a utilizar el arte y la fotografía para visibilizar ese liderazgo? ¿Qué aporte cree que tiene esta exposición a la reflexión sobre la paz en el país?

En Oxfam Colombia planteamos hacer Caminos de paz como un recorrido por territorios, por lugares en donde grupos de mujeres, grupos de población diversa, grupos étnicos, están desarrollando acciones de paz. Dijimos: “La mejor forma de acercar esto a las personas es a través de palabras e imágenes que muestren el trabajo que hacen desde esos lugares que algunos consideran muy alejados en nuestro país”.

El poder estar en los territorios, acompañando organizaciones de base, organizaciones sociales que trabajan en lugares muy distantes para nosotros desde las capitales, es lo que genera más esperanza. Es un ejercicio de autorreflexión, una oportunidad de mostrar que lo que se hace a nivel local puede generar impacto a nivel nacional.

¿De qué manera cuida usted su bienestar en medio de los escenarios de conflicto o vulnerabilidad que acompaña?

Entre las personas que hemos hecho trabajo humanitario solemos tener un mantra: el cuidado del cuidador. En la medida en que quienes acompañamos estemos protegidos, tranquilos y seguros, podemos garantizar un acompañamiento mucho más efectivo. Es necesario tener descargas emocionales y actividades alternativas, ya sea yoga, ejercicios de respiración, entre otras.

Además, hay algo que considero fundamental: tener la certeza de que nuestras acciones, realizadas con buena fe, pueden por lo menos salvar la vida de una persona. No vamos a cambiar el mundo de un día para otro, pero si una persona logra salvarse gracias a lo que hacemos, ya es una ganancia.

Desde su experiencia, ¿qué factores cree usted que son clave para que la construcción de paz sea real y duradera, y no solo un planteamiento en documentos?

Esa transformación nace desde las raíces de los territorios. Creo que cada paso que damos allí está construido con acciones, con liderazgos muy importantes, pero también con el arte, la cultura, la cosmovisión de las comunidades indígenas y, sobre todo, con mucha esperanza.

Un hito importante que tenemos ahora es la exposición Caminos de paz, que nos permite visibilizar las transformaciones que cada una de las organizaciones apuesta en términos de paz. Al presentar esto a un público más amplio, demostramos que sí existen alternativas para que este país la siga construyendo; hay experiencias que merecen ser contadas, y eso va más allá de algo meramente técnico.