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Un chat con Diego Amaral: fotógrafo, editor y explorador natural
¿Cómo nació esta muestra? ¿Qué lo llevó al Orinoco?
Hace unos meses recibí la llamada de María Eugenia Niño, de la galería Sextante, invitándome a mostrar mi trabajo como fotógrafo. Ella lo conocía por una muestra anterior que realicé llamada “Geologías”. Recordé las fotos del río Orinoco que hice en un viaje, en 2019. Siempre había soñado con ir: es un río mítico a ojos de cualquier amante de la naturaleza, o de cualquier aventurero, desde Cristóbal Colón hasta Alexander von Humboldt. Todos soñamos con explorarlo.
¿Y cómo recuerda esa travesía?
En febrero de 2019 volamos una hora en Satena a Puerto Carreño, y de ahí, fuimos en lancha hacia la isla Santa Elena y Puerto Ayacucho. Fueron cuatro días extraordinarios en los que pude corroborar que todos los imaginarios que había construido a través de los grabados y los mapas antiguos cobraban vida, y, para mi sorpresa, se quedaban cortos ante la imponencia del río y sus territorios.
¿Por qué centrarse en las piedras y no en el agua, por ejemplo? ¿Qué le dicen esas fotos sobre la historia del río?
Porque las piedras se quedan con la huella, una huella creada con las líneas que marcan los distintos caudales del río. Son los testigos de la vida y el tiempo. Narran muchas historias. Incluso cuentan relatos geológicos que anteceden a Humboldt y Colón.
Por ejemplo, hay cauces que han afectado para bien o para mal a su gente y sus paisajes. En épocas de caudales, el nivel del río sube hasta 15 metros por encima del nivel. Febrero es época de aguas bajas; por lo tanto, las rocas dominan el horizonte.
¿Qué le llamó la atención durante su recorrido?
El río: enorme a pesar de estar en su momento más pequeño. Las rocas colosales forman parte del escudo guayanés, una de las formaciones geológicas más antiguas de la Tierra y cuyo extremo occidental son las serranías de Chiribiquete y la Macarena. Eso hace pensar que el río Orinoco es quizás uno de los más antiguos del planeta.
¿Cuál fue la primera foto que tomó en el viaje? ¿Qué había ahí que lo llamó a capturarla?
No recuerdo cuál fue la primera foto que tomé en ese viaje. Ahora, revisando el archivo, veo que fue una del capitán de la voladora mientras salíamos de Puerto Carreño. Una imagen bastante anodina. La primera foto de una roca, en cambio, la tomé una hora después, río arriba.
¿Por qué incluir un mapa de Humboldt en el piso de la galería? ¿Qué diálogo o complemento busca con esa decisión?
He pasado la vida mirando y coleccionando mapas. Me hipnotizan desde niño. En tercero de primaria leí El Señor de los Anillos, de Tolkien, y recuerdo que el mapa del reino era un elemento esencial en la épica de los hobbits. Desde que apareció la tecnología de georreferenciación, a mediados de los 2000, comencé a registrar —o cartografiar, si se quiere— las rutas que recorro. Esto me permite ubicar con precisión las fotografías que tomo.
Para Línea de Agua quise compartir un mapa que ayudara al espectador a comprender mejor el territorio del Orinoco, un río que además forma parte de la frontera entre Colombia y Venezuela. Sabía también de los viajes de Humboldt, y de su enorme capacidad como cartógrafo. Él recorrió el Orinoco y lo documentó científicamente con una minuciosidad admirable.
Entonces, ¿cómo fue el proceso de encontrar ese mapa y decidir trabajar con él a esa escala?
Me puse a investigar y encontré un mapa antiguo del río Meta y del Orinoco. Conseguí una versión en alta resolución: el original mide unos 50 x 25 centímetros, aproximadamente el tamaño de una hoja oficio. Usando software moderno logré escalarlo a 9 x 4 metros, conservando su tono original y una resolución satisfactoria.
Sigo fascinado. Me impresiona pensar que fue levantado en 1813 y publicado en su forma final en 1831, casi dos décadas después. Es asombroso lo que lograron en ese momento sin GPS, sin satélites, sin aviones ni drones. Solo caminando, con sextantes, teodolitos, compases, reglas y, vitalmente, las estrellas.
¿Cómo decide que una foto ya está lista, que ya no hay más que modificar o editar? ¿Lo hace por intuición o es todo un poco más desde lo técnico?
Es una mezcla de todo: asegurar que la foto tenga una carga emocional o contemplativa; que la nitidez sea perfecta; que la foto sea diversa, pero al mismo tiempo coherente y armoniosa en el conjunto total;, que aporte una revelación y sea un portal hacia lo incomprensible.
¿Qué tan importante es el asombro para usted? ¿Se sigue sorprendiendo de lo que retrata en sus fotos?
El asombro es clave y es esencial para mantener el fuego de la curiosidad encendido. En el momento en el que uno deja de asombrarse ante el universo y la vida que lo habita, se oscurece el horizonte.
Para cerrar, quisiera saber qué lo sigue emocionando después de tantos años de trabajo, de mirar el mundo a través del lente.
Sin pretender sonar demasiado metafísico, lo que todavía me emociona es pensar en el misterioso hecho de nuestra existencia en el cosmos: que somos seres que contemplan este universo, que somos el universo contemplándose a sí mismo.
Pensaría que la fotografía, en su sentido más amplio, es el instrumento para cartografiar el misterio. Eso me parece alucinante.
