Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      EE ADS

                                                                                                        Cursos y programas

                                                                                                          Más

                                                                                                          Cromos

                                                                                                            Vea

                                                                                                              Blogs

                                                                                                                Especiales

                                                                                                                  Descarga la App

                                                                                                                    Edición Impresa

                                                                                                                      Suscripción

                                                                                                                        Eventos

                                                                                                                          Pauta con nosotros

                                                                                                                            Avisos judiciales

                                                                                                                              Preguntas Frecuentes

                                                                                                                                Contenido Patrocinado
                                                                                                                                23 de octubre de 2022 - 11:08 a. m.

                                                                                                                                Y eran una sola sombra (Por capítulos)

                                                                                                                                Presentamos el capítulo “En Calle Sepúlveda (2020)”, de la novela “Y eran una sola sombra”, de Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda.

                                                                                                                                Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda

                                                                                                                                Imagen de la portada de la novela "Y eran una sola sombra".
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                En Calle Sepúlveda (2020)

                                                                                                                                Isabel sabía sufrir, pero hacía lo posible para que no se le notara. Su voz era un poco ronca, seca de tanto no fumar ha- ciendo tabacos. Con un cuchillo en forma de medialuna cor- taba las hojas o preparaba la picadura o enrollaba los cigarros en La Colombiana de Tabacos. Capa, capote y tripa, repito para ordenar en mi mente lo que contienen. ¿Qué pensaba mientras movía las manos haciendo treinta, sesenta, cien, quinientos al día? Al preparar la comida, al quitar las hojas secas de las plantas y regarlas, pienso en ella. A veces, cuando estoy frente a un lugar en donde venden matas compro una y pienso que Isabel me dijo al oído cuál elegir. Es una excusa para poblar otra vez mi nuevo apartamento de flores y rogar en voz baja que nunca más tenga que abandonarlas. La últi- ma que compré es una clavellina morada: había blanca y roja, pero esos colores, en claveles, no son un buen augurio, y los descarté de inmediato. Al entrar al apartamento fui directo al balcón que da a la calle Sepúlveda y puse mi nueva planta jun- to al geranio que es hijo de un hijo de un hijo de un geranio rojo que alguna vez tuve y regalé, y que regresó a mí después de tres generaciones.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Le recomendamos: El día que García Márquez supo que era Nobel

                                                                                                                                Junto a la clavellina está el lirio de la tía Belisa. Lo acaricio, le quito el polvo, ha sobrevivido con paciencia a todas mis mudanzas. Todavía no tiene flores, pero cuando le nazcan serán rosadas claras, perseguirán al sol desde nuestro balcón y morirán al tercer día. Es un lirio de lluvia, viene de Bucaramanga, era una sola yuquita que prendió con fuerza en ese tiempo hasta que todo cambió. Tengo la costumbre de traer esquejes diminutos escondidos dentro de la maleta al regresar de Colombia, y cuando ya son fuertes, y tienen hijos, voy po- blando las casas de mis amigos para que me recuerden. Aho- ra las plantas son hijas naturales y llevan mi segundo apellido. En su visita más reciente mi madre trajo un anturio peque- ñito, pero murió sin esforzarse, apenas unas semanas después de que ella regresara a su apartamento. No le conté nada al respecto, se pondría triste y casi siempre está ocupada y con- tenta con los gorriones, güíscalos y colibríes que se paran en su balcón, o cuidando sus propias plantas que nunca mueren, que no hacen mudanzas ni son abandonadas. Por eso cuan- do el nieto de Alfredo y yo llegamos a esta casa, después de sacar y ordenar todos mis libros, fui y compré uno nuevo: un anturio lleno de flores abiertas, unas rojas y brillantes y otras todavía en promesa, y lo pusimos en donde pudiéramos verlo cada día. Más tarde, al terminar de ordenar un poco las cajas del trasteo, decidimos dónde colocar el letrero de El Cisne: arriba, sobre la pared principal, y así, quien entre a esta casa, lo verá al fondo del pasillo en un lugar que parecía estar esperándolo. También pusimos el pie de hierro tres patas, la horma, los martillos, el taladro manual, los cuchillos, la caja de alfileres, la alcancía y el reloj Pielroja en el sitio que cada objeto eligió para sí mismo.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Le sugerimos: Leila Guerriero, la autora que le huyó a la “cámara de cristal”

                                                                                                                                A Isabel no la conozco. Sus manos, sus pies, el tacto de su pelo, su voz, su olor, todo me lo va contando mi madre. Sus dos hermanos me dieron datos, nostalgias y culpas, pero mi madre me la cuenta a ella, y no terminará de hacerlo. A veces escucho de nuevo su voz torturada en la grabación que le hice sin permiso o en los mensajes en donde respondió mis preguntas. Si necesito saber un detalle, ella no se niega. ¿Otra vez me va a hacer llorar?, dice y me lo cuenta. Soy su corazón y su espada amarilla. No le teme a su muerte sino a mi vida sin ella, a mi desamparo, a que vuelva a perder el techo y ella no esté ahí para empacar cajas. En mi último viaje a Colom- bia fuimos juntas a Girón, casas blancas, calles de piedra: es el pueblo en donde nació Isabel, pero no íbamos en su búsque- da, quizás ni la mencionamos esa tarde. Habíamos ido varias veces a rezar a la iglesia y a tomar malteada en la heladería de la esquina, pero en esa visita hicimos lo que mucha gente hace allí: pedir favores específicos. Justo en la plaza principal hay una tienda en donde venden figuritas de metal con forma de brazos, piernas, torsos, cabezas o cuerpos completos que están amarrados con un hilo rojo brillante; su tamaño es la mitad de un cigarrillo. Uno lo compra, lo aprieta en medio de la mano y pide. Después entra a la iglesia en busca de quien le va a hacer el favor y lo lanza a los pies del Señor de los Milagros. Ese día entramos también con una vela encendida y yo lancé dos figuritas: un hombre y una mujer con un lazo rojo individual, pero antes de hacerlo los até, no con un nudo ciego, sí con uno que tuviera que soltarse con cuidado, con amor y ceremonia si era necesario hacerlo, y pensando en que, por favor por favor, nunca lo fuera.

                                                                                                                                Al estar de rodillas frente al Señor de los Milagros sentí el suelo con los dedos de mis pies, mi calzado no era cerrado y de punta redonda como el que Alfredo le hacía a Isabel, o como el que le hizo a mi madre cada año para ir a la escuela. Cuando yo nací, el letrero de El Cisne ya había cambiado y todo lo que se vendía en el almacén era solo para hombres.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                Imagen de la portada de la novela "Y eran una sola sombra".
                                                                                                                                Foto: Cortesía

                                                                                                                                En Calle Sepúlveda (2020)

                                                                                                                                Isabel sabía sufrir, pero hacía lo posible para que no se le notara. Su voz era un poco ronca, seca de tanto no fumar ha- ciendo tabacos. Con un cuchillo en forma de medialuna cor- taba las hojas o preparaba la picadura o enrollaba los cigarros en La Colombiana de Tabacos. Capa, capote y tripa, repito para ordenar en mi mente lo que contienen. ¿Qué pensaba mientras movía las manos haciendo treinta, sesenta, cien, quinientos al día? Al preparar la comida, al quitar las hojas secas de las plantas y regarlas, pienso en ella. A veces, cuando estoy frente a un lugar en donde venden matas compro una y pienso que Isabel me dijo al oído cuál elegir. Es una excusa para poblar otra vez mi nuevo apartamento de flores y rogar en voz baja que nunca más tenga que abandonarlas. La últi- ma que compré es una clavellina morada: había blanca y roja, pero esos colores, en claveles, no son un buen augurio, y los descarté de inmediato. Al entrar al apartamento fui directo al balcón que da a la calle Sepúlveda y puse mi nueva planta jun- to al geranio que es hijo de un hijo de un hijo de un geranio rojo que alguna vez tuve y regalé, y que regresó a mí después de tres generaciones.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Le recomendamos: El día que García Márquez supo que era Nobel

                                                                                                                                Junto a la clavellina está el lirio de la tía Belisa. Lo acaricio, le quito el polvo, ha sobrevivido con paciencia a todas mis mudanzas. Todavía no tiene flores, pero cuando le nazcan serán rosadas claras, perseguirán al sol desde nuestro balcón y morirán al tercer día. Es un lirio de lluvia, viene de Bucaramanga, era una sola yuquita que prendió con fuerza en ese tiempo hasta que todo cambió. Tengo la costumbre de traer esquejes diminutos escondidos dentro de la maleta al regresar de Colombia, y cuando ya son fuertes, y tienen hijos, voy po- blando las casas de mis amigos para que me recuerden. Aho- ra las plantas son hijas naturales y llevan mi segundo apellido. En su visita más reciente mi madre trajo un anturio peque- ñito, pero murió sin esforzarse, apenas unas semanas después de que ella regresara a su apartamento. No le conté nada al respecto, se pondría triste y casi siempre está ocupada y con- tenta con los gorriones, güíscalos y colibríes que se paran en su balcón, o cuidando sus propias plantas que nunca mueren, que no hacen mudanzas ni son abandonadas. Por eso cuan- do el nieto de Alfredo y yo llegamos a esta casa, después de sacar y ordenar todos mis libros, fui y compré uno nuevo: un anturio lleno de flores abiertas, unas rojas y brillantes y otras todavía en promesa, y lo pusimos en donde pudiéramos verlo cada día. Más tarde, al terminar de ordenar un poco las cajas del trasteo, decidimos dónde colocar el letrero de El Cisne: arriba, sobre la pared principal, y así, quien entre a esta casa, lo verá al fondo del pasillo en un lugar que parecía estar esperándolo. También pusimos el pie de hierro tres patas, la horma, los martillos, el taladro manual, los cuchillos, la caja de alfileres, la alcancía y el reloj Pielroja en el sitio que cada objeto eligió para sí mismo.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Le sugerimos: Leila Guerriero, la autora que le huyó a la “cámara de cristal”

                                                                                                                                A Isabel no la conozco. Sus manos, sus pies, el tacto de su pelo, su voz, su olor, todo me lo va contando mi madre. Sus dos hermanos me dieron datos, nostalgias y culpas, pero mi madre me la cuenta a ella, y no terminará de hacerlo. A veces escucho de nuevo su voz torturada en la grabación que le hice sin permiso o en los mensajes en donde respondió mis preguntas. Si necesito saber un detalle, ella no se niega. ¿Otra vez me va a hacer llorar?, dice y me lo cuenta. Soy su corazón y su espada amarilla. No le teme a su muerte sino a mi vida sin ella, a mi desamparo, a que vuelva a perder el techo y ella no esté ahí para empacar cajas. En mi último viaje a Colom- bia fuimos juntas a Girón, casas blancas, calles de piedra: es el pueblo en donde nació Isabel, pero no íbamos en su búsque- da, quizás ni la mencionamos esa tarde. Habíamos ido varias veces a rezar a la iglesia y a tomar malteada en la heladería de la esquina, pero en esa visita hicimos lo que mucha gente hace allí: pedir favores específicos. Justo en la plaza principal hay una tienda en donde venden figuritas de metal con forma de brazos, piernas, torsos, cabezas o cuerpos completos que están amarrados con un hilo rojo brillante; su tamaño es la mitad de un cigarrillo. Uno lo compra, lo aprieta en medio de la mano y pide. Después entra a la iglesia en busca de quien le va a hacer el favor y lo lanza a los pies del Señor de los Milagros. Ese día entramos también con una vela encendida y yo lancé dos figuritas: un hombre y una mujer con un lazo rojo individual, pero antes de hacerlo los até, no con un nudo ciego, sí con uno que tuviera que soltarse con cuidado, con amor y ceremonia si era necesario hacerlo, y pensando en que, por favor por favor, nunca lo fuera.

                                                                                                                                Al estar de rodillas frente al Señor de los Milagros sentí el suelo con los dedos de mis pies, mi calzado no era cerrado y de punta redonda como el que Alfredo le hacía a Isabel, o como el que le hizo a mi madre cada año para ir a la escuela. Cuando yo nací, el letrero de El Cisne ya había cambiado y todo lo que se vendía en el almacén era solo para hombres.

                                                                                                                                Si le interesa seguir leyendo sobre El Magazín Cultural, puede ingresar aquí 🎭🎨🎻📚📖

                                                                                                                                Por Isabel-Cristina Arenas Sepúlveda

                                                                                                                                Ver todas las noticias
                                                                                                                                Read more!
                                                                                                                                Read more!
                                                                                                                                Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                                Aceptar