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La verdadera “Bella durmiente”

“Sol, Luna y Talía” fue la primera versión escrita de “La Bella durmiente”. Giambattista Basile, su autor, narró hechos que fueron omitidos o cambiados en la adaptación que hizo Charles Perrault, entre ellos una violación. Sin embargo, ambas versiones conservan un intento de canibalismo.

16 de mayo de 2023 - 09:00 p. m.
Dibujo alusivo a "La Bella durmiente".
Dibujo alusivo a "La Bella durmiente".
Foto: Dominio público

Entre 1634 y 1636, se publicó una colección de cuentos de hadas en la actual Italia meridional, en el Reino de Nápoles, bajo el nombre de Pentamerón. La obra, compuesta por 50 cuentos, divididos de a 10 por capítulo, que en realidad correspondían cada uno a un día, condesaba historias provenientes de la tradición oral europea, particularmente de Creta y Venecia. El autor de aquella tarea, Giambattista Basile, no alcanzó ni siquiera a ver su publicación; había fallecido hacía dos años. Adriana Basile, su hermana, fue quien tomó la determinación de publicarlo en dos volúmenes. En el segundo de ellos, en el quinto día (el último capítulo), aparece una narración llamada Sol, Luna y Talía (Sole, Luna e Talia en italiano). Aquel cuento no es otro más que la versión original escrita de La bella durmiente o La bella del bosque durmiente, como lo tituló Charles Perrault al adaptarlo. Con la nueva versión, la original tuvo algunas modificaciones, incluso se omitió una violación.

Giambattista Basile inicia su narración con un padre que es bendecido con el nacimiento de una hija: Talia, mientras que Charles Perrault introduce al lector con el desconsuelo que sienten dos reyes al no lograr tener hijos y todos los métodos a los que recurren para conseguirlo (aguas termales, peregrinaciones, votos, etc.). Hasta que un día alcanzan su cometido, pero el nombre de su hija no es revelado. Lo que prosigue son situaciones y personajes que tampoco están presente en la versión original: una ceremonia de bautizo, siete hadas que conceden dones a la niña y la entrada de un hada vieja, que no había sido invitada y que maldice con la muerte a la hija de los reyes, a modo de venganza, al no entregársele un estuche de oro macizo como a todas las demás. En cambio, Basile recurre a la astrología y la astronomía, a astrónomos que consultan el horóscopo para predecir el futuro de Talia, que descubren se encuentra amenazado.

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La amenaza proviene de una astilla de lino. “Su padre prohibió así cualquier planta de lino, cáñamo, o cualquier otro material de esa clase en su casa, todo para hacer que escapase de ese predestinado peligro”. Una prohibición similar hace el rey de Perrault en todo el reino mediante un edicto: si alguien hilaba con huso, sería merecedor de la pena de muerte. De igual forma, en ambas versiones los esfuerzos son infructíferos y la niña se clava la astilla o el huso. Sin embargo, la anciana a la que encuentra hilando Talia, la abandona, mientras que en la versión de Perrault busca alguna forma de despertarla tras el daño. Luego de lo acontecido, el papá de Talia la lleva a una mansión en el campo. Y pensando que estaba muerta, “la sentó en un trono de terciopelo bajo un dosel de brocado. Queriendo olvidar todo lo que circulaba por su memoria en su gran desgracia, cerró las puertas y abandonó para siempre la casa donde había sufrido su gran pérdida”. El rey descripto por Charles Perrault oye respirar a su hija, lo que le da un leve giro a la historia.

Él no la abandona, sino que la acuesta en una “cama bordada en oro y plata” y ordena que la dejen dormir, “hasta que llegase su hora de despertar”. Un hada “buena”, quien había revertido un poco el hechizo impuesto por la más vieja, somete a un largo sueño a todos en el reino, salvo a los reyes, y solo podrán despertar cuando la bella durmiente lo haga, con el fin de que ella no se sienta confundida. La joven despierta cien años después, no por un beso de un príncipe, como en la versión de los hermanos Grimm, sino porque ya se había cumplido el tiempo de su sueño. Los responsables de despertar a Talia en cambio son sus dos hijos: Sol y Luna. Niños que son concebidos sin consentimiento alguno, mientras ella aún dormía.

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Durante su largo sueño, un rey, quien se encontraba cazando cerca de la vivienda de Talia, la encontró y, al no obtener ninguna respuesta al llamarla, “la elevó en sus brazos y la llevó a la cama, donde recogió los primeros frutos del amor. Dejándola en la cama, volvió a su reino, donde, debido a sus numerosas ocupaciones, no recordó ese momento como más que un simple incidente”. Nueve meses más tarde, nacieron sus hijos. Un día, como no lograban encontrar el pezón de su madre para amamantarse, succionaron uno de sus dedos. “Y lo hicieron tan fuerte que sacaron la astilla de lino que se había quedado clavada en él. Talia se despertó así de un largo sueño, y viendo sobre ella a sus dos gemelos, los sostuvo contra su pecho, y los bebés fueron lo que más quiso ella en toda su vida”. Durante todo ese tiempo, habían sido dos hadas quienes habían cuidado de los niños.

A lo largo de la narración de Charles Perrault hay otras modificaciones, entre ellas un príncipe que conversa con la bella durmiente, pero que la deja para regresar con sus padres. Sin embargo, la visita con frecuencia con la excusa de ir de caza, la misma excusa que utiliza el rey de la versión original para conocer a sus hijos, tratando de no levantar las sospechas de su esposa. Pero a diferencia del príncipe, él promete volver pronto y regresa a su reino. El príncipe de Perrault tiene dos hijos a escondidas con la bella durmiente: Aurora y Día. Ambas versiones comparten un acto de canibalismo que nunca se consuma, motivado uno por los celos (el cuento original) y el otro por placer. Los sacrificados iban a ser los hijos de Talia o la bella durmiente. Como no lo lograron, tanto la mamá del príncipe, una ogra, como la esposa del rey intentaron ponerle fin a la vida de la bella durmiente. Al final, fueron ellas quienes pagaron con su vida.

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