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Gracias a la Universidad Autónoma de Bucaramanga, a su Programa de Comunicación Social y al jurado del Premio Nacional de Periodismo Silvia Galvis por valorar mi carrera profesional. Gracias a la familia Galvis Ramírez, porque hace 35 años estuve a punto de abandonar el oficio del periodismo cuando era practicante en la Agencia Colombiana de Noticias (Colprensa), pero Vanguardia fue el primer periódico que publicó mis crónicas, eso me alentó a seguir adelante y me contrataron en El Espectador por primera vez.
En los tiempos tenebrosos de Pablo Escobar, me enviaron, cámara en mano, a cubrir un operativo de la policía contra el cartel de Medellín en Córdoba. Informé del decomiso de 22 toneladas de cocaína y también hice la crónica del capitán del Cuerpo Élite de la Policía que descubrió a los narcotraficantes siguiendo las pistas de las cartas de la baraja española con las que marcaban cada kilo de la droga.
Desde entonces me dediqué no solo a reportar noticias de guerra durante 20 años, sino a entender las historias que había detrás, a descubrir el país que no conocía a través de personajes y víctimas de carne y hueso, a aprender más del oficio como profesor de facultades de periodismo. Por eso siento que vengo a Bucaramanga a recoger mis pasos y a reivindicar el periodismo que se hace desde las regiones, que no se reconoce lo suficiente a pesar de ser el más sacrificado, amenazado y desprotegido.
Sobre todo, gracias a Silvia Galvis Ramírez (1945-2009) por iluminar el camino de generaciones como la mía. Siendo todavía estudiante de periodismo de la Universidad de la Sabana, tuve el privilegio de conocerla en El Espectador en 1991. Mientras ella era una de las columnistas más importantes del periódico, releí durante cinco años sus textos buscando claves para aprender a escribir.
Después coincidimos en la revista Cambio. Seguía empoderando la voz de las mujeres en Colombia. Era un ejemplo admirable de cómo investigar y contar haciendo equilibrio en la triple frontera ideal: periodismo, literatura e historia. Lo hacía sin exhibirse, no como en el mundo actual lo exigen las redes sociales. Entregaba su columna a tiempo; crítica, rigurosa y valiente; al servicio de los ciudadanos de a pie, como aquí se le ha reconocido. Aunque charlamos pocas veces, sus acciones enseñaban. Cuando renunció, por la filtración de una columna suya antes de ser publicada, nos dejó una lección de ética sobre la honradez del periodista y la confidencialidad de una sala de redacción. Es inolvidable a pesar de que en Cambio también nos enseñaron maestros como Gabriel García Márquez y Antonio Caballero, gran novelista y columnista ganador de este premio que hoy me enorgullece recibir.
Silvia Galvis ahora es más trascendente porque su obra narrativa fue incluida por el Ministerio de las Culturas en la Biblioteca de Escritoras Colombianas y es motivo de conferencias en ferias nacionales como esta ULibro (XXIII Feria del Libro de Bucaramanga) que nos acoge para exaltar su memoria. Además de las facultades de Comunicación Social, la hemos estudiado en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional (UNAL), yo como alumno y como profesor. He consultado sus libros para cursos sobre periodismo y literatura, literatura femenina y, coincidencialmente, la volví a incluir para el programa del segundo semestre de 2025 en un seminario de narrativa de la UNAL sobre la Segunda Guerra Mundial por su libro Colombia nazi, escrito junto con su esposo, el periodista investigativo Alberto Donadio, que nos honra con su presencia.
Sea entonces esta una oportunidad para invitar a las nuevas generaciones de periodistas a leer la rica obra de Silvia Galvis, a recobrar el aliento del periodismo investigativo en un país malogrado por violentos y corruptos. También es una invitación para los escritores de ficción, porque su mirada enriquecerá, igualmente, la memoria histórica nacional. Uno de los novelistas preferidos de Silvia era Albert Camus, que cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1958 dijo: “Cada generación, sin duda, se siente destinada a rehacer el mundo. La mía bien sabe, sin embargo, que no lo conseguirá. Pero su tarea quizá sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga”.
Sin querer ser apocalíptico, de ese tamaño es su responsabilidad si escogieron la profesión narrativa en un país tan complejo. No la sientan como una carga. Es más un llamado inspirador para ser iguales o mejores que Silvia Galvis.
El próximo 24 de noviembre ella cumpliría 80 años de edad y seguramente les heredaría a tantos estudiantes que nos acompañan acá el lema con el que llamó su recordada columna en Vanguardia: “Vía libre”.
Muchachas y muchachos: les aseguro que en la era multimedia tienen una vía libre infinita que los llevará profesionalmente más lejos de lo que pueden imaginar. Camínenla. Disfrútenla. Aprovéchenla. Silvia Galvis los mandaría a investigar a la calle sin perder su sonrisa, pero con una advertencia que le oí, propia de su humor sarcástico: “El periodismo no necesita pelmazos”.
Los demás ganadores del Premio Silvia Galvis
El periodista Alberto Donadio entregó un reconocimiento público al valor civil de Guillermo Sierra Barreneche, santandereano, ingeniero y oficial de la Escuela Naval de Cartagena, autor de los libros “Gloria y Naufragio de un Coloso” y “Tres décadas flotando a la deriva”, en los que revela el origen, crecimiento, hundimiento y desaparición de la Flota Mercante Grancolombiana, así como las lamentables condiciones económicas en que quedaron cientos de pensionados y sus familias tras el cierre de la empresa llevó la bandera de nuestro país por los mares del mundo.
En la categoría Periodismo de Opinión el ganador fue Andrés Felipe Velásquez Ibarra, con la columna “Desaparecidos”, mientras que los nominados fueron Arcesio Romero Pérez, con “El feudo de las 4x4; Prado, Lexus y fortificaciones de vanidad”, así como Jacobo Ernesto Solano Cerchiaro por “Mi encuentro con el papa Francisco, un cubrimiento histórico”.
Los ganadores en la Categoría Periodismo Joven fueron María Paula Gómez Sarmiento y Juan Sebastián Zambrano Cañón con “Verdades veladas, derechos rotos”. Los nominados fueron Cristian David Gutiérrez Ramírez, con “El dilema de comprar un libro en Colombia, y Juan Esteban Cabrera Quintero, con “Una barca que flota sobre la locura”.
Y en la Categoría Periodismo Regional el premio fue otorgado a Angy Isabel Cueto Martínez, por “Acuatráfico en Santa Marta: mafias del agua venden el líquido hasta por $15.000 la hora”. Los nominados fueron Eduardo Antonio Bermúdez Pérez con “Turistificación en el barrio Manila de Medellín”, y Leonardo Oliveros, Laura Rojas y Carlos Ramírez con “El enemigo que nunca fue: cóndor andino, de ‘amenaza’ a guardián del páramo”.
