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La resistencia Nukak y el testimonio de mapa teatro

Una obra que cruza archivos, lenguas indígenas y memoria para denunciar la violencia histórica y actual contra los pueblos del Amazonas colombiano.

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01 de mayo de 2025 - 10:38 p. m.
La obra coincide con un llamado urgente del Plan Especial de Salvaguarda del pueblo Nukak.
La obra coincide con un llamado urgente del Plan Especial de Salvaguarda del pueblo Nukak.
Foto: Juan Cristóbal Cobo
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Hace cien años, cuando José Eustasio Rivera publicó La Vorágine, no incluyó en su relato a la comunidad Nukak, pero ese pueblo nómada de cazadores y recolectores ya se movía por las aguas de los ríos Guaviare e Inírida sobreviviendo a la codicia del universo blanco. Sólo aparecieron hasta 1988, pero sus memorias se pierden en la espesura de una selva que guarda los secretos de su resistencia. Se trata de un grito ahogado e inconcluso que sigue vigente como un reclamo ancestral. En el contexto del centenario de esta novela crucial de la literatura colombiana, ese es justamente el objetivo de la propuesta escénica de coproducción entre Mapa Teatro-Laboratorio de Artistas y el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella.

La obra se estrenó el año pasado con boletería agotada, pero vuelve a presentarse entre el 1 y 18 de mayo en la sala Fanny Mikey del Centro Nacional de las Artes, con un deliberado propósito de Mapa Teatro y su laboratorio permanente de pensamiento creativo: “Un teatro de archivos y de sombras, de documentos y de ficciones, de tiempos imaginados y de tiempos reales, de denuncias, olvidos y memorias poéticas en torno al reclamo urgente que el último pueblo nómada de Colombia nos alza a los habitantes de este mundo”. Por eso, además de la presencia de los Nukak en escena, la obra se complementa con un derecho de petición de Mapa Teatro al Ministerio de las Culturas para actualizar el Plan Especial de Salvaguarda de Urgencia de esta comunidad.

Desde 2019 Mapa Teatro empezó a investigar sobre las comunidades indígenas de Colombia que viven aisladas de manera voluntaria y, producto de esa inmersión en los pueblos Andoque y Tikuna, en el año 2021 estrenó en Alemania su obra La Luna en el Amazonas. A raíz del centenario de la publicación de La Vorágine, amplió esa imaginación temática, y concretó una obra de 50 minutos que ofrece un viaje sonoro, táctil y visual alrededor de las que José Eustasio Rivera llamó “tribus rudimentarias y nómadas que no tienen dioses, ni héroes, ni patria, ni pretérito, ni futuro”. Con la dramaturgia de Heidi Abderhalden y Adriana Urrea y el apoyo de la lingüista Sofía Sandoval, la indagación poética dejó como resultado La Vorágine más allá, con una fonética de impensables hallazgos.

La traducción de varios fragmentos de la novela a los dialectos Wuayari Muno y Meu Muno que utiliza la comunidad Nukak, constituyó la base para establecer los términos creativos de un diálogo poético y político. La sonoridad de sus voces y su presencia en escena fortalecen “la reconstrucción ficcional de los vacíos en la historia de las comunidades afectadas por la violencia del caucho”. Es conocido que, desde principios del siglo XX, la Casa Arana hizo estragos entre los pueblos indígenas. Lo que faltaba era escuchar la versión de los Nukak que, a sus denuncias contra los caucheros del pasado, ahora suma a los sembradores de coca, los explotadores de madera, la ganadería, los multiplicadores de la minería informal y los actores del conflicto armado.

Al igual que La Vorágine de Rivera, La Vorágine más allá de Mapa Teatro está dividida en tres partes. Inicialmente, una actriz encarna y anuncia los desafíos de la naturaleza. A la manera del libro y su marco de composición con la fuga de Arturo Cova y su amada Alicia hacia el Casanare, los espectadores asumen un escenario de estímulos visuales y sonoros con los imaginarios de la selva. Ante un ojo de agua sugerente, los cincuenta invitados a la puesta en escena detallan en la segunda parte a dos hombres, espalda contra espalda, parados sobre el lomo de un cocodrilo, uno afrocolombiano y el otro Nukak, dispuestos a ceder al abrazo de la jungla. Sin versiones literales, pero como en el relato de Clemente Silva, ante los verdaderos abismos de la explotación y la violencia.

Al tiempo que los espectadores van intuyendo los misterios de la fabulación artística, la obra concluye con un escenario en el que los Nukak se expresan desde sus rostros y cuerpos mientras se balancean en enormes columpios de caucho. En La Vorágine de Rivera es el momento de la zozobra y la supervivencia, el instante que deja ver a los hombres civilizados de la explotación cauchera con conductas “brutales y salvajes” atribuidas falsamente a las comunidades indígenas. Es la instancia para resaltar sin discursos sino a través de una innovadora dramaturgia, la lucha de los Nukak como una tribu cosmopolita. Entre tanto, la instalación teatral se ve atravesada por un artefacto metálico que crece como una sombra y trae su propia simbología.

Es el influjo del Microcyclus Ulei que produjo la ruina de la hoja del caucho. En la fabulación crítica de Mapa Teatro, se trata de una alianza de los Nukak con los espíritus de la selva para forjar el parásito que contuvo la extracción del látex de los grandes árboles. Una visión cosmogónica de los pueblos indígenas del Vaupés, el Amazonas, el Guaviare o el Vichada, cuyas historias ancestrales siguen sin contarse. Esta vez es el pueblo nómada Nukak el invitado de Mapa Teatro a transmitir su mensaje. En opinión de los creadores de este laboratorio de artistas, los colombianos Rolf y Heidi Abderhalden, es hora de una respuesta al interrogante de cuál es el estado del Plan Especial de Salvaguarda de Urgencia de las manifestaciones culturales del pueblo Nukak.

Desde su creación en París en 1984 y luego su relanzamiento en Bogotá dos años después, Mapa Teatro ha planteado una transgresión de las fronteras geográficas, lingüísticas y artísticas, con el objetivo de poner en escena preguntas éticas, estéticas y políticas sobre diversos territorios de Colombia. En esta ocasión, el centenario de la obra cumbre de José Eustasio Rivera constituyó una oportunidad inaplazable. Además de volver a leer este clásico de la literatura nacional, el espacio único de la sala Fanny Mikey del Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, abre sus puertas para concretar un encuentro entre el pasado y el presente de nuestros pueblos indígenas, desde la presencia del último pueblo nómada de la inexplorada Amazonía.

Hace más de cien años, las caucherías llevaron al exterminio de muchos hombres y mujeres de los pueblos piapocos, guahibos, cuivas o huitotos. Cuando José Eustasio Rivera publicó La Vorágine en noviembre de 1924, mucha sangre había corrido por los ríos de la selva con el sello de la impunidad blanca. Desde entonces la lucha por la resistencia continúa y no solo cada vez están más cerca de la Amazonía los ilegales de la guerra o los que tumban árboles para la extensión de la coca, la minería, la madera o el ganado, sino que persiste el avasallamiento cultural y la extinción de los dialectos de las comunidades autóctonas. La Vorágine más allá de Mapa Teatro representa un acto de reivindicación y de resistencia desde la fortaleza de los Nukak.

Por Jorge Cardona

Editor general de El Espectador desde 2005. Previamente fue jefe de redacción, editor de la Unidad de Paz, así como editor y redactor judicial. En 2006 recibió la distinción a un Editor, concedida por la Fundación Gabo, y en 2020 premio a Vida y Obra del Premio Simón Bolívar. Catedrático universitario desde hace 30 años.jecardona@elespectador.com
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