Entre paso y paso, Sair García encontraba el motivo de su arte. Recorría los mismos territorios una y otra vez, y se aventuraba a descubrir nuevos lugares para retratarlos con su pincel. Caminando, en barca o en cualquier medio, recorría Colombia y se topaba con esas historias que luego representaba en su obra. El artista hacía un intenso trabajo de campo, para después llevar eso que había observado a sus lienzos. Pero todo eso cambió con el aislamiento obligatorio. Sus recorridos cesaron y se transformaron en una prolongada quietud en la que desde su computador se dedica a buscar esas historias que antes aparecían en su caminar.
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“Uno se siente medio amarrado por no poder salir a tomar todos los registros que uno quisiera”, me dice García. Sin embargo, esta coyuntura no lo alejó del mundo, lo acercó de otra manera. Por medio de las redes se topó con una enorme contradicción social: el personal de la salud, esos que viven la pandemia de frente, están siendo intimidados por toda Colombia. Esto lo llevó a sentir una profunda impotencia, por lo que se decidió a homenajearlos.
Le parece increíble “que la misma sociedad que hace unos días los aplaudía, hoy los levante a piedra, los amenace y los maltrate”, afirma García. Es una situación absurda. Por eso los pintó protestando. En sus piezas se ven médicos indignados, gritando para ser escuchados, alzando la voz por vivir en una desprotección constante frente a un virus que no da tregua.
En Colombia, algunos cuantos han salido a manifestarse como ocurrió con el plantón del 11 de junio. Sin embargo, el incendio no se ha expandido como en otros países de América Latina. “Aquí no ha sucedido, pero, ¿qué estaremos esperando nosotros? ¿Tendremos que llegar hasta ahí?”, se pregunta García. Y así, sin acciones contundentes, la inconformidad crece porque sucesos deplorables frente al personal de la salud ocurren cotidianamente.
Hace tan solo unos días, José Julián Buelvas, un médico barranquillero, estaba recibiendo dos coronas mortuorias en su recinto, culpándolo de haber “dejado morir” a sus pacientes infectados por coronavirus. Hace unas semanas, en el norte de Bogotá, un médico leía en su apartamento “Doctor, si no se va, matamos a su esposa e hijos”. Hace unos meses, un doctor caleño fue expulsado de su propio recinto.
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Pero entre esos muchos días, semanas y meses, los ataques no cesan y se expresan de muchas maneras. Gran parte de ellos ni siquiera se dan a conocer. Así le ocurre a la doctora Diana Galvis. Ella trabaja en el Centro de Salud Cafam Granada Hills y ha vivido no solo una, sino muchas agresiones. Un taxista le cobró más de la cuenta por su recorrido porque “estaba poniendo en riesgo su vida”, otro le lanzó varias sustancias “para desinfectarla” y ha aguantado más de un insulto. Mientras tanto, ella se cubre con trajes gigantescos, se desinfecta, se lava las manos una y otra vez, tanto que estas han llegado a sangrar por una fuerte dermatitis.
“Para mí ha sido muy complejo y triste ver el estigma que tienen contra nosotros, porque nos estamos cuidando más que el resto, y todo el mundo piensa que somos inmunes”, me cuenta Galvis. En esa paradoja vive el personal de salud en estos tiempos de pandemia. Mientras los violentan de todas las formas posibles, ellos se preocupan y cuidan las vidas de personas contagiadas. Ellos también se enferman. De hecho, según el último reporte del Instituto Nacional de la Salud, el 6 % de los contagiados son parte del personal médico.
Entretanto, los médicos se sumen en un desencanto profundo frente a la manera en que ejercen su profesión en el país. “Tenemos miedo de que nos vayamos a enfermar, estamos viendo cómo colegas de nosotros se mueren, y ahora tenemos miedo de que como ejercemos la medicina, nos pueden matar”, me cuenta la doctora Lina Triana, presidenta de la Asociación Colombiana de Sociedades Científicas. Este último temor se le suma a la ya injusta situación de los médicos en el país. Pero esto no es algo nuevo. Ellos han tenido que afrontar unas situaciones insostenibles e injustas sobre las que está instituido el sistema de salud colombiano.
Desde hace tiempo los médicos han perdido su autonomía, como afirma la doctora Triana. Los médicos ya no pueden decidir qué es mejor para su paciente, sin intermediarios. En Colombia, sus decisiones deben ser aprobadas por la EPS, por las aseguradoras y hasta por auditorías médicas. Y quienes lo hacen de manera “liberal”, se tienen que afrontar a unos sueldos irrisorios. Todo esto ha conllevado a una desconfianza entre el paciente y el médico, y ha roto esa certeza del pasado, que me comenta la doctora, donde el médico era “el mejor amigo del paciente”.
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En este sentido, la crisis sanitaria ha acrecentado esa desconfianza y ha sumido a los médicos en un terror profundo. Se está viviendo en un sinsentido, en donde quienes están luchando en primera línea contra la pandemia son estigmatizados. Sin embargo, otros sectores que también han caído en el olvido institucional en tiempos de pandemia son de los pocos que se pronuncian sobre los abusos que han tenido que vivir estas personas. Así, el arte está denunciando la precaria situación del cuerpo médico.
En el mundo existen diversas manifestaciones artísticas con dicho objetivo. A través de la música, grupos del Eje Cafetero les han cantado a los médicos colombianos. La fotografía le ha servido a Roy Wang, artista chino, para plasmar gracias a la luz unos médicos con alas de ángeles que brillan en medio de la oscuridad. Los murales presentes en las calles de grandes ciudades se convierten en un recordatorio de lo que está ocurriendo. El piso del estacionamiento del Queens Museum Inn, en Nueva York, se cubrió con un mural con el rostro de un médico dominicano que perdió la vida en la pandemia; en las paredes de Krasnogorsk, en Moscú, se plasma un médico rompiendo un papel en el que está escrito COVID-19, y en las calles de muchos territorios mexicanos abundan murales haciendo un llamado de atención frente a la situación del cuerpo médico.
Aunque quizá todos estos no son suficientes para eliminar la estigmatización y los abusos, el arte grita que se respalde a los médicos a lo largo del mundo. Y así, en los tiempos de pandemia, la medicina y el arte se unen, con unos lazos profundos, que solo puede existir entre salvadores. Entre esa cultura que lanza salvavidas al espíritu de las personas durante el aislamiento y todo el personal médico que se enfrenta directamente al virus en un intento de salvar millones de vidas.
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