¿Buscar una conversación? ¿Solidaridad? ¿Compañía? ¿Alivio? ¿Buscar un poema? En el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, en la Plazuela San Ignacio de Medellín, Gioconda Belli conversó con las mujeres buscadoras de la Comuna 13. En un encuentro moderado por Luz Elena Galeano, buscadora del colectivo Mujeres Caminando por la Verdad (MCV), la escritora nicaragüense habló sobre su experiencia, leyó algunos de sus poemas (“Si eres una mujer fuerte / protégete de las alimañas que querrán / almorzar tu corazón”.) y, sobre todo, oyó cada una de las historias de las asistentes.
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En el Hay Festival Medellín 2025, la poeta asistió a dicho espacio gestionado por las buscadoras de la Comuna 13 (MCV), familiares de víctimas de asesinatos en persona protegida (Tejiendo Memorias) y defensores de derechos humanos de la Corporación Jurídica Libertad. El poema “Las madres, las cuchas de Medellín”, empezó a gestarse aquel lunes, 27 de enero, día de transición entre los festivales literarios de Jericó y Medellín, cuando Belli y su esposo, el periodista y cineasta Charles Castaldi, conocieron el dolor y negacionismo detrás de la frase: “Las cuchas tienen razón”.
La poeta destacó la importancia de la creación de “una red latinoamericana de buscadoras”. Ellas la abrazaron, con el mismo clamor del 18 de diciembre de 2024, día de los primeros hallazgos óseos humanos en La Escombrera: “¡No estamos locas!”. Desde entonces, Belli —la periodista, poeta, novelista, mujer— emprendió la búsqueda de sentido colectivo detrás de las historias de desapariciones forzadas en la Comuna 13. “La tierra empezó a hablar”… y la poesía también. (De hecho, durante años, buscadoras como Luz Elena Salas y Margarita Restrepo han escrito poemas para nombrar su tragedia, para tramitar su dolor).
Este poema, que se publica hoy por primera vez, es un homenaje que Gioconda Belli les hace a las buscadoras. “Las madres, las cuchas de Medellín” es una forma de reparación que trasciende fronteras.
LAS MADRES, LAS CUCHAS DE MEDELLÍN
¡No me digas que no vaya a La Escombrera!
Sé que allí está mi hija sepultada por toneladas de
piedras e inmundicias.
No pararé hasta oler sus huesos, limpiarlos y dejarlos blancos.
Así era el color de su corazón.
Soy cucha, cuidadora, acunadora, buscadora.
Somos muchas buscando
las criaturas de nuestros dolores en el día del parto;
las asesinadas, tiradas como basura.
Son mis escombros los que están en La Escombrera.
Mujeres guapas, fuertes, en plena madurez
Las cuchas, las mujeres, las madres que caminan
por la verdad, las buscadoras.
Me cuentan una a una sus historias.
Es de tarde en la Alcaldía de Medellín.
Hay sol afuera y un patio con fuentes y flores.
Dentro las veo,
lo compruebo: la muerte no las ha vaciado de fulgor.
El espacio vacío del hijo o la hija desaparecida
es un cuenco de luz. Alumbra tenaz.
Así como la electricidad emite en la cercanía
el chirrido a su paso por los alambres de alta tensión
oigo sus cuerpos vibrar: la repetición de su credo:
“Allí están”.
En la Comuna 13, en el enorme vertedero,
capas y capas de escombros, restos de construcciones.
restos de deshechos, dieciocho mil metros cúbicos
acumulados sobre la iniquidad.
Veintitrés años hace desde la Operación Orión.
Entró en la comuna el ejército paramilitar, doscientas, trescientas personas
fueron asesinadas.
Sus cuerpos cubiertos con escombros.
Desaparecidos, dispersos para todos.
Pero no para sus madres.
Canosas. Incansables.
Han sido denostadas, negadas.
“Las cuchas tienen razón”.
El revuelo de la enorme pinta.
Ellas, sujetas de escarnio
por viejas, por locas.
“No saben lo que dicen”.
Tímida, frágil, pálida, habla entrecortada
la que lleva sobre el pecho la foto del hijo emplasticada,
colgada de una cinta azul.
Es su collar, su carga, su rueda de molino.
Las oigo. Soy otra mujer.
Doy fe de que el poder reescribe a su antojo la memoria.
Niega y niega aquí y allá.
Pero no calla las voces de las madres
que agrietan, derrotan, las murallas
de la impunidad.
Por fin suenan las excavadoras
en La Escombrera.
Horadan, remueven, desentierran.
Van apareciendo los cadáveres:
“Las cuchas tenían razón”.
Ellas vigilan, encendida la esperanza.
prestas para acunar los huesos,
abrazar otra vez a sus hijos;
despedirlos, dárselos a la tierra,
nombrar sus tumbas,
saber dónde están.
Gioconda Belli, abril de 2025.