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Las lágrimas de Roberto Saviano en Italia y el legado de Guillermo Cano aquí

La trascendencia del llanto del escritor italiano por la condena contra los mafiosos que llevan 17 años amenazándolo. Imposible no evocar al sacrificado director de El Espectador. Gestos que reflejan épocas.

Nelson Fredy Padilla

20 de julio de 2025 - 07:30 a. m.
Roberto Saviano (izquierda) rompe en llanto sobre el hombro de su abogado cuando confirman la condena contra sus persecutores y, a la derecha, el asesinado director de El Espectador, Guillermo Cano Isaza.
Foto: Youtube y Archivo
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El lunes pasado me emocionó ver el ataque de llanto del valiente periodista y escritor Roberto Saviano, en la sala de audiencias del Tribunal de Apelación de Roma, apenas se confirmó una ínfima condena de algo más de un año contra el exjefe del temido clan de los Casaleses, Francesco Bidognetti, y su abogado, Michele Santonastaso. Fue por haberlo amenazado de muerte desde hace 17 años durante el recordado “Juicio Spartacus”, en el que decenas de miembros de la llamada camorra italiana, incluido Bidognetti, terminaron condenados a cadena perpetua.


Se oyeron aplausos por la persistencia de Saviano y la esperanza de que, si la justicia opera, las mafias no pueden imponer su ley. La noticia tuvo impacto mundial, pero si hay un lugar donde entendemos su alcance profundo es aquí, en El Espectador. Esto sucedió mientras preparamos especiales multimedia sobre la vida y obra de don Guillermo Cano Isaza, director de este diario asesinado el 17 de diciembre de 1986, luego de denunciar por años hasta dónde había llegado el poder corrupto del narcotráfico en Colombia, y cuyo centenario de nacimiento celebraremos el próximo 12 de agosto. El triunfo judicial y moral de Saviano, el célebre autor de “Gomorra” (2006), la mayor radiografía que se ha hecho de la camorra italiana, luego ampliada en libros como “Vente conmigo” (2011), llegó para inspirarnos aún más y recordarnos que esa lucha sigue en pie, empezando por Colombia e Italia.


Una vez se calmó, Saviano explicó que en realidad lloró por lo que ha sido su vida de “prisionero” errante desde cuando decidió denunciar a una de las organizaciones criminales más poderosas. Ha vivido exiliado y con escoltas las 24 horas del día; sin familia, porque hasta sus seres más queridos lo abandonaron por las amenazas permanentes, y haciendo estancias en distintos países, tratando de no dejar rastros hoteleros, comerciales ni bancarios para que los asesinos no lo localicen. “No vale la pena arruinarse la vida al contar la verdad sobre el narcotráfico”, dijo en medio de su frustración. Acude a ansiolíticos para conciliar el sueño. En sus escritos se ha definido como un “condenado a muerte” que sufre “una media muerte o una media vida”.


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El panorama que vi el 2 de septiembre de 1989, día del carro bomba contra la sede de El Espectador en Bogotá, el día que como estudiante de periodismo me propuse trabajar en este diario.
Foto: El espectador atentado ARCHIVO EL ESPECTADOR

Trato de entender sus sentimientos habiendo informado sobre narcotráfico desde que siendo practicante de la Agencia Colombiana de Noticias (Colprensa) vi el edificio de El Espectador arrasado en septiembre de 1989 por un carro bomba enviado por el narcotraficante Pablo Escobar; habiendo hablado con decenas de sobrevivientes de atentados que asolaron a Colombia, el país de “Noticia de un secuestro”, de García Márquez; habiendo trabajado en el tema en este periódico desde 1991, cuando todavía se recibían llamadas telefónicas de terroristas del cartel de Medellín anunciando que lanzarían una bomba definitiva desde una avioneta y la mayoría de los periodistas no nos íbamos para la casa como nos pedían Fernando y Juan Guillermo Cano, los hijos de don Guillermo, que habían regresado de su exilio a poner el pecho, sino que nos metíamos debajo de los escritorios cuando oíamos el motor cercano de un avión; habiendo aprendido lo que significa asumir esos riesgos junto a maestros como don Luis de Castro, Fabio Castillo -autor del libro “Los jinetes de la cocaína”- e Ignacio Gómez. Así fue hasta que mataron a Pablo Escobar el 2 de diciembre de 1993, día en el que en esta redacción no sabíamos si celebrar o llorar por nuestro país víctima de esta violencia mutante tres décadas después liderada por diversos ejércitos ilegales; poscarteles, posguerrillas, posparamilitares, mafiosos que asumen nombres e intereses hasta de carteles mexicanos. También exploré ese fenómeno como jefe de investigaciones de la revista “Cambio “y, por las amenazas y un inminente exilio, opté por la autocensura para proteger a mi familia y protegerme hasta que volví a El Espectador en 2008. Viví en el miedo durante meses. Por eso siempre me ha dolido lo que afronta Saviano: 17 de sus 45 años huyendo de un atentado.


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Alguien podría pensar: de qué se queja Saviano si le sobra el dinero, porque se volvió un autor universal que ha recibido muchos premios. Solo “Gomorra” lleva más de 10 millones de copias vendidas y le han pagado derechos de televisión y hasta de una película premiada por el jurado en el Festival de Cannes. Pero de qué le sirve tanto reconocimiento si vive destrozado emocionalmente. No es ni será una persona normal. No pudo volver a Aversa a comer mozzarella de búfala, “ni volver a casa”, a su Nápoles natal, donde quisiera recoger los pasos de Maradona, su ídolo deportivo. “Me han robado la vida, y yo me la he dejado robar”, afirmó esta semana, y aconsejó a quienes quieran seguir investigando sobre el crimen organizado que no lo hagan solos: “Formen una red. No sean ilusos”.


El escritor y periodista italiano Roberto Saviano tiene 45 años de edad y seguirá siendo uno de los personajes más amenazados del mundo.
Foto: Getty Images

Intenté entrevistar a Saviano a raíz de la aparición de “Cero, Cero, Cero” (2014), otra investigación sobre el narcotráfico, ampliando su visión hasta Colombia, y en su búsqueda me ayudó la editorial Anagrama, que ha publicado todos sus libros. Nunca pudo responder el cuestionario por su estado de aislamiento. Entre muchos temas le pregunté: ¿Qué es ser valiente para usted y cómo ha tenido que asumirlo? ¿Por qué y cómo investigó sobre el narcotráfico, los sicarios y las mujeres de los capos colombianos? ¿Por qué concluyó que la legalización total de las drogas es la única alternativa para salir de este círculo vicioso de corrupción y violencia? ¿Cómo convive con el temor y la soledad? También quise saber más sobre “La belleza y el infierno” (2006), el compendio de su obra periodística inspirado en “El mito de Sísifo”, de Albert Camus, donde habla de su existencia absurda, nómada, entre estrés, aprendizaje, cuartos de hotel, viajes fugaces, depresión y escritura. Y sobre su relación con el también amenazado escritor Salman Rushdie, que le aconsejó “no hacerse un mártir de sí mismo, ver chicas y buscar un exilio de oro”. Es evidente que ninguno de los dos ha logrado esa escapatoria.


Celebro que Roberto Saviano siga vivo, escribiendo libros como “Los valientes están solos” (2023), su homenaje al asesinado juez antimafia Giovanni Falcone (1939-1992), y que su obra narrativa sea motivo de estudio. El escritor mexicano Jorge Volpi lo definió como “el profeta que se juega la vida señalando a los culpables del caos”, pues “ha mirado al crimen a los ojos y ha desentrañado con fascinación su modus operandi”. Comparto con Volpi que como narrador Saviano tiene un estilo a veces “forzadamente literario”, pero pasará a la historia como un testimonio de época. Guillermo Cano ya es parte de la historia de Colombia y de la humanidad. En su memoria la Unesco creó el Premio Mundial a la Libertad de Prensa, que cada año recibe algún sacrificado por la verdad. El Ministerio de las Culturas de Colombia declaró 2025 el Año Guillermo Cano.
Cano y Saviano me han enseñado el verdadero valor de la valentía.

Guillermo Cano Isaza fue director de El Espectador desde 1952, cuando tenía 27 años de edad. Lideró la libertad de prensa frente a dictaduras, corruptos y carteles del narcotráfico. / Archivo

* Con motivo del centenario del natalicio de don Guillermo Cano Isaza (12 de agosto de 1925, Bogotá - 17 de diciembre de 1986), El Espectador publicará ediciones especiales el próximo 12 de agosto, tanto en formato impreso como en nuestras plataformas digitales. El objetivo, aparte de conmemorar el legado humano y profesional del sacrificado director de este diario, es acercar la vida y obra del inolvidable periodista a las nuevas generaciones. Por eso estamos preparando documental e historias en cómic, entre otras herramientas de comunicación del siglo XXI. El Ministerio de las Culturas publicará un libro, ha respaldado exposiciones en memoria del columnista, recordado por su “Libreta de apuntes” y sus editoriales, y ha convocado a los jóvenes a concursos de creación artística para rescatar los valores que Cano defendió, empezando por la democracia y la honestidad.

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com
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