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Los horrores de la guerra se miden en muertes y destrucción a gran escala. Con la Gran Guerra nos aseguramos de ello. Pero ¿qué fue de los hombres que pasaron días y meses en lo profundo de una trinchera? ¿Aquellos que portaron una herida no en sus brazos o piernas, sino permanentemente en sus rostros? Las repercusiones y el tabú alrededor de sus caras alteradas no eran fácil de asimilar, pero la escultora Anna Coleman Ladd se dio a la tarea de devolverles un ápice de su vida e identidad antes de la guerra a través de máscaras prostéticas.
Según el historiador estadounidense Jay Winter, fueron en total 280,000 los hombres que sufrieron de heridas faciales en Francia, Alemania y Gran Bretaña, Coleman hizo máscaras para 185 de ellos, pero ninguna sobrevivió como recuerdo de su trabajo. De acuerdo con un artículo de The Guardian, muchos de los soldados que regresaron de los frentes desfigurados se aislaban completamente de sus amigos y familiares, mientras otros buscaban en la muerte un escape a su nueva imagen.
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