TN Colombia es una empresa que trabaja con establecimientos penitenciarios. ¿De qué se trata este proyecto?
Es una compañía de soluciones tecnológicas con más de 15 años en el mercado. Uno de sus proyectos más grandes está relacionado con el Inpec. Tenemos un contrato mediante el cual suministramos toda la telefonía convencional a 53 establecimientos penitenciarios del país, incluyendo las regiones de occidente, Viejo Caldas y norte. Además, desarrollamos un servicio de videollamadas como parte de este proyecto. Comenzamos con un piloto en 2022, que incluía un solo teléfono, y ya contamos con nueve teléfonos operativos. Próximamente, instalaremos dos más para completar la meta del año.
¿Cómo se realiza el servicio de videollamadas en los centros penitenciarios?
Se instaló por primera vez en 2022 en la reclusión de mujeres de Armenia, donde hay alrededor de 210 personas privadas de la libertad. Fue un éxito, porque resultó novedoso para ellas. Muchas tienen a sus familias lejos, fuera de Armenia, en otras ciudades o incluso en otros países. Como no reciben visitas cada ocho días, este servicio logró algo que llamo “acercar los hogares, las familias”. Ahora pueden usar el servicio de videollamadas desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde. El proceso es muy práctico. Ellas van al teléfono, que tiene una bocina, un teclado y una pantalla integrada. Los teléfonos cumplen con los requerimientos contractuales y son antivandálicos.
¿Cómo así “antivandálicos”?
Antes se usaban los teléfonos públicos robustos, de gran tamaño. Son parecidos. Estos están diseñados con materiales de gran tamaño, y la bocina es de un material resistente, pensado específicamente para este tipo de población. Sabemos que en esos espacios los vandalizan, entonces tanto el material como los componentes están adaptados para usarse en establecimientos penitenciarios. De hecho, esa es una de las cláusulas de nuestro contrato con el Inpec.
¿Cómo empezó esta idea?
Nosotros siempre hemos trabajado con la telefonía convencional: solo voz. Después de la pandemia, y lo que significó dejar de ver a nuestros familiares, surgió la idea. El Inpec tuvo que cancelar las visitas, ya no se podía ir a los establecimientos los días permitidos y todo quedó reducido a llamadas telefónicas. A partir de esa situación pensamos en brindar este servicio al Instituto. Presentamos la propuesta, realizamos pruebas piloto y, al ver que tuvo un buen resultado, nos aprobaron el proyecto. Empezamos con las mujeres porque son quienes más consumo de telefonía tienen. Mientras los hombres pueden hacer dos o tres llamadas al día, las mujeres suelen hacer más de cinco o diez, especialmente videollamadas con sus hijos antes y después del colegio, o con sus padres. Las videollamadas motivaron mucho a las personas y las incentivó a usar este servicio de manera legal dentro de los establecimientos.
¿Cuál ha sido el impacto? ¿Han tenido la oportunidad de hablar con ellas?
Sí, efectivamente. Lo más reciente fue la semana pasada, estuve miércoles y jueves en el establecimiento de Ibagué y hablé con tres mujeres privadas de la libertad. Me autorizaron usar su voz, imagen y testimonio para publicarlo. Cada una tiene una historia diferente, y todas son impactantes. Para ellas significa felicidad, aunque para una, cuando las escucha, es inevitable sentir tristeza. Una de ellas me contó, muy emocionada, que tiene cuatro hijos y cada uno vive en un país diferente. Ella está en Ibagué, así que ninguno puede visitarla. Con las videollamadas logra reunirlos a todos, aunque sea en horarios diferentes. Se organizan para conectarse al mismo tiempo y estar juntos, los cinco, en una sola llamada. Le pregunté cuánto dura cada llamada y me respondió: “Yo tengo mi plata y decido cuánto quiero hablar, si medio día, cuatro horas o cinco horas. Lo importante es tenerlos reunidos”.
¿Y las otras dos?
Otra mujer lleva 17 años en el establecimiento, me contó con lágrimas que conoció a su nieta a través de una videollamada. La niña no puede ingresar al establecimiento, y la hija tampoco vive en Ibagué. Gracias al servicio pudo presentarle a su nieta y verla por primera vez. Se notaba la emoción, la felicidad tan grande que sentía. La tercera me contó que tiene dos hijos: uno vive en Ibagué y la visita una o dos veces al mes, pero el otro está en Estados Unidos. Con él solo puede comunicarse por videollamadas. Me dijo que pasa mucho tiempo hablando con él, viendo a su familia, conociendo lo que hace y cómo le va en el trabajo. Aunque su hija vive en Ibagué, no siempre puede visitarla, así que también se conecta por videollamada para mantenerse al día. Ella decía: “Ya con esto no me pierdo nada, sé cómo están. Una cosa es que te lo cuenten por teléfono y otra es verlos. Por ejemplo, ahora que están armando la Navidad, puedo verlo desde mi pantalla”.
¿Y cómo funciona para ellas? ¿Qué tienen que hacer? ¿Cuánto pueden hablar por teléfono?
Bueno, todas las personas privadas de la libertad tienen tres derechos fundamentales: alimentación, productos de aseo y telefonía. En cuanto a telefonía, ellas tienen una cuenta a través del Inpec donde sus familiares les consignan dinero. Con ese dinero pueden adquirir productos como recargas a través de un TD, que es como una cédula dentro del establecimiento penitenciario. Con ese TD ellas compran lo que necesitan, como productos de aseo, alimentos y recargas de teléfono con el valor que elijan, porque ellas manejan su dinero. En cuanto a lo que los familiares pueden hacer, tenemos convenios con terceros, donde un familiar puede adquirir una recarga de minutos. Esa recarga le llega directamente a la persona privada de la libertad a un PIN personal. Desde allí, ellas pueden comunicarse marcando su cédula y su PIN en los teléfonos, ya sea para una llamada convencional o para una videollamada.
Marcela, ¿y cómo llegó a trabajar en este sector?
Llevo 15 años trabajando en el servicio de telefonía para clientes penitenciarios, en tres empresas con el Inpec. Empecé contestando la línea de los internos, resolviendo problemas como llamadas fallidas. Con el tiempo fui creciendo en las empresas y pasé a coordinar la operación. Actualmente, lidero un equipo técnico encargado de mantener los teléfonos en buen estado en todo el país. He sido gerente en esta empresa durante 10 años y conozco bien la operación. Lo que más me motiva es el trabajo que hacemos para las personas privadas de la libertad, quienes son muy agradecidas por el servicio. Buscamos que utilicen la telefonía legal, ya que la ilegal es un gran problema en las cárceles. Realizamos promociones y comunicados para que las personas puedan usar nuestros teléfonos sin necesidad de esconderse y puedan hablar con sus familias de manera tranquila. Cada proyecto es importante para mí y me motiva a seguir desarrollando ideas como las videollamadas.
¿Qué aspectos de su formación o trayectoria profesional le permitieron desarrollar estrategias que beneficiaran a las personas privadas de la libertad?
Mi profesión es mercadóloga y publicista, y soy especialista en gerencia de mercadeo. En esta empresa pude terminar mi carrera, hacer mi especialización y seguir formándome. Cuando vi la posibilidad de crear un área de mercadeo, lo hice antes de asumir la gerencia, y ahí pude hacer cosas que realmente ayudaban a las personas privadas de la libertad. Te voy a dar un ejemplo: si los familiares compraban una recarga de $10.000, yo promocionaba darles el doble si compraban el mismo día, lo que les permitía tener más minutos. Como el “compra uno y lleva dos” que se hace afuera. Mi trabajo era crear planes promocionales y estrategias para hacer accesible el servicio de telefonía. También implementé un número elegido con tarifa preferencial y la posibilidad de transferir saldos para que pudieran llamar más. Son varias estrategias pensadas específicamente para la comunicación dentro de los establecimientos penitenciarios. Así pude aportar en todas las áreas para contribuir a este proyecto.
¿Cuál cree que ha sido la experiencia que más la ha marcado?
Lo más significativo para mí en esta trayectoria ha sido aprender a valorar todo lo que tenemos: la ropa, la comida, la familia, la libertad. Desde el primer día que comencé a trabajar y visité las cárceles, entendí que estar ahí es muy diferente a solo escuchar lo que nos cuentan. Al estar con ellos, aprendí a valorar muchas cosas de la vida, como mi familia, mi hogar, un techo. Esa fue mi gran enseñanza. También he aprendido sobre la importancia de hacer las cosas bien y no dejarse convencer de cualquier oferta, lo primero es valorar lo que tenemos.