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Leer el pasado con la misma añoranza con la que leemos nuestros libros

El editor Julián Acosta Riveros habla de su reacción sobre “Los libros que devoraron a mi padre”, del escritor portugués Afonso Cruz.

Julian Acosta Riveros

02 de agosto de 2020 - 04:55 p. m.
"Los libros que devoraron a mi padre" fue publicado en 2014 por la editorial Panamericana.
Foto: Andrés Rodríguez
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“Gracias a mi abuela, supe que un tal Orígenes, por ejemplo, decía que existe una primera lectura, superficial, y otras más profundas, alegóricas. No me voy a extender en este punto; basta saber que un buen libro debe tener más de una piel, debe ser un edificio de varios pisos. En la literatura, un solo piso resulta insuficiente. Funciona para quien odia subir las escaleras, útil para quien no puede subir las escaleras, pero la literatura necesita pisos que se acumulen encima del otro. Escaleras y peldaños, letras por debajo, letras por encima” (p. 14).

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Piso 1 (la fábula)

La historia comienza cuando Elías Bonfim cumple doce años. Ansioso espera el regalo de su abuela, pero lo único que ella le da es el acceso a la biblioteca de su padre y una noticia: su padre no murió en la oficina, como todo el mundo dice, sino que se perdió en los libros: los libros lo devoraron. La aventura del niño comienza con La isla del Dr. Moreau, donde busca a Pendrick, un personaje que le pueda ayudar a encontrar a su padre, pero, cuando llega, este personaje se ha transformado en un perro; el niño sigue empeñado en su objetivo, por lo que recorre otras historias y entrevista a otros personajes, como Mr. Hyde, Raskolnikov y algunos personajes secundarios de las historias que protagonizan. A su vez, en el mundo real se desarrolla un triángulo amoroso entre Elías, Bombo y Beatriz. Quepa mencionar que Bombo es el mejor amigo del protagonista y es un niño regordete del que todo el mundo se burla, mientras que Beatriz es la niña bonita del salón; aunque los dos están enamorados de ella, solo uno la tendrá al final, con nefastas consecuencias.

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Piso 2 (las fábulas)

La admiración que siente el autor por las lecturas citadas se ve en el tratamiento que hace de ellas: no presenta los personajes solos, sino que antes hace una breve sinopsis de la obra, captando de ella lo que le resulta más útil para introducir al carácter seleccionado. En la conversación con los personajes se ve un profundo conocimiento de dichas lecturas, así como un gran aprecio; sin embargo, esto lo hace con respeto y mesura, sin caer en elogios. Esto hace parte de la batería de hechos y premisas que el lector puede encontrar en esta novela.

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Bombo, el amigo de Elías, también resulta un personaje muy interesante, pues más allá de cumplir con un cierto estereotipo de nerd, es un aficionado a las historias orientales de tradición popular, por lo que en el libro también se encuentran historias maravillosas de este tipo, como la de Lao Tsé (78-80).

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Piso 3 (la verdad suspendida)

Un lector apresurado podría tachar la novela de inverosímil: ¿cómo es posible que un hombre se convierta en un perro? ¿Quién se atrevería a decir que Mr. Hyde no es un asesino, según él asegura? Pero lo que el autor nos está diciendo, entre líneas, es otra cosa: el ser humano es pura contingencia, lo que nosotros llamamos “verdad” depende tanto de quien lo dice como de quien lo escucha. Así, cuando Mr. Hyde dice que no es un asesino, ¿se puede confiar en él, cuando también dice que no entiende la diferencia entre el bien y el mal? Podría mentir y le daría lo mismo. Aunque este caso fue el que más me llamó la atención, esta suerte de “suspensión de la verdad” también se encuentra en otros personajes e historias.

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¿Cómo así que un niño se mete en el mundo de los libros? ¿Cómo es posible que visite Londres o Rusia sin salir de su casa? El autor salva este obstáculo con elementos de la realidad del niño que permean sus vivencias en los libros, particularmente un sofá de rayas que siempre aparece como guiño y que es en el que el niño está leyendo. Dado que en el libro se menciona Fahrenheit 451, me parece que aquí cabe una reflexión de ese libro: “La mayoría de nosotros no podemos salir corriendo por allí, hablando con todo el mundo, ni conocer todas las ciudades del mundo, pues carecemos de tiempo, de dinero o de amigos. Lo que usted anda buscando, Montag, está en el mundo, pero el único medio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en un libro”.

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Piso 4 (lo que somos)

En las lecturas y entrevistas que va haciendo el niño, este no solo va siguiendo a su padre, sino que también se va reflejando en las lecturas que hace. Las dimensiones más oscuras del alma humana, pero que también hacen parte de nuestra humanidad, van apareciendo en el niño y, en la medida que va leyendo más, también logra comprenderse a sí mismo. El punto culminante de la obra y que ilumina este sentido en la novela es la entrevista con Raskolnikov, pues allí podemos ver que la idea del pasado es solo una construcción de nuestra memoria, al igual que nuestras lecturas (como comentario al margen, ¿cuántas veces nos ha pasado que equivocamos el argumento de una obra que nos resulta querida?). La forma en la que leemos el pasado es igual a la forma en la que leemos nuestros libros y, de esta forma, nuestro propio ser es pura literatura, pura poesía.

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Por Julian Acosta Riveros

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