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Leider Valencia: “Nosotros somos campesinos, no narcotraficantes”

Bajo fuego muestra las intenciones de los campesinos del Cauca de defender el Acuerdo de Paz. Con la idea de generar un espacio en el que las voces de las comunidades se escuchen, el documental busca romper con el estigma de considerar a los campesinos cocaleros como criminales.

María José Noriega Ramírez
08 de diciembre de 2020 - 02:00 a. m.
“Bajo Fuego” es un aporte al debate público sobre la construcción de paz en Colombia.
“Bajo Fuego” es un aporte al debate público sobre la construcción de paz en Colombia.
Foto: Sjoerd van Grootheest

Mostrar la cara humana de los campesinos del Cauca, romper estigmas que se han construido a lo largo de la historia del país, como considerar a los cultivadores cocaleros como criminales, fueron los principales motivos que impulsaron a Irene Vélez y Sjoerd van Grootheest a grabar Bajo fuego, documental que narra la intención que tienen los habitantes del departamento de construir paz, así como de sustituir los cultivos ilícitos. Tras cuatro años de haber firmado el Acuerdo de Paz, y aunque desde los territorios se habla de un incumplimiento por parte del Gobierno y de un recrudecimiento de la violencia, los campesinos siguen luchando por la defensa de la vida y del territorio.

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Poder mostrar la ruralidad, la realidad que vive el campo colombiano, el mismo arraigo que los campesinos sienten por su territorio y, sobre todo, las intenciones de construcción de paz que hay en el Cauca llevaron a Briceida Lemos y a Leider Valencia a contar su historia a través del documental. El arraigo a su territorio no solo tiene que ver con que aún cuentan con buena agua y buen oxígeno, haciendo referencia a las condiciones ambientales en las que viven, sino también con que una historia de guerra les ha ratificado que lo que tienen no les ha llegado gratis, al contrario, es el resultado de una lucha constante. “Nos ha costado mucho, pero queremos seguir resistiendo y persistiendo”, afirma Lemos. Y es que el territorio, para ellos, lo es todo. Es la razón por la que la comunidad se ha organizado, en aras de su conservación y protección.

Lemos, como coordinadora de la Mesa Municipal de Víctimas del municipio de Miranda, como miembro de Asprozona, así como de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro), y como mujer líder en el norte del Cauca; junto con Valencia, como presidente de la Asociación Campesina del municipio, delegado de la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam) y como miembro de Fensuagro, trabajan bajo una misma premisa: la defensa de los derechos humanos. Ello incluye el respeto a la multiculturalidad y a pensar diferente. Pero esto les ha costado, pues en palabras de Lemos, “defender el territorio, la vida y la paz ha sido muy duro”. Aun así, ellos, al igual que más familias en el departamento, decidieron respaldar el Acuerdo de Paz. Prueba de ello es la decisión que tomaron de vincularse al Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), así como su mantenimiento en él, a pesar de los retrasos e incumplimientos.

Justamente esa voluntad de construcción de paz fue la que motivó a Irene Vélez a realizar el documental. Por una inquietud académica, en la que los conflictos ambientales y agrarios, así como la interculturalidad, son sus ejes de investigación, pero también por un sueño, el de vivir en un país en paz, Vélez tomó la decisión de hacer un seguimiento a la implementación del Acuerdo de Paz usando el lenguaje audiovisual. Esto, considerando que el discurso hegemónico, con el que se criminaliza al campesino cocalero, tiene muchas ventanas por las cuales se legitima. En cambio, según cuenta Valencia, las voces de los territorios no cuentan con espacios similares. “Como comunidad no tenemos los medios para expresar nuestras historias. Hay algunas emisoras locales, pero el alcance no va más allá del departamento”, asegura el líder social. De ahí, de la necesidad de visibilizar y amplificar estas historias, nació Bajo fuego.

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Vélez cuenta que a la hora de hacer el documental tuvieron dos posibilidades: retratar el regreso de la guerra (que igual se evidencia en el filme) o hacer referencia a la estigmatización que carga el campesinado colombiano. Esta última fue la ruta a seguir. “Hay un discurso que criminaliza al cultivador. Nuestro interés con el documental es mostrar, por un lado, que hay un estigma alrededor de los campesinos y, por el otro, evidenciar que la decisión de cultivar coca es supremamente humana. Hay algo interesante, y es que la coca subsidia la economía campesina legal. En cierto sentido, la coca es el banco, es el prestamista. Así, ellos invierten las ganancias de la coca en la diversificación de su economía campesina. Lo interesante aquí es que la coca ha entrado a garantizar el acceso de los campesinos a los servicios básicos”.

A los nueve años, tras la separación de sus padres, Lemos dejó el colegio y empezó a vivir del cultivo de coca. Era la forma en la que podía sostener a su familia y ganar algo de independencia económica. Valencia vivió algo similar. Al terminar la primaria, sus papás no pudieron pagar la entrada al bachillerato y empezó a cultivar la mata. Con el dinero que ganaba raspando coca pudo hacer frente a los gastos de vivienda, vestido, salud y demás. Por eso, a la hora de preguntarle cómo ha sido su relación con la mata, él responde: “Es duro tomar la decisión de arrancar las matas que durante tantos años le han dado a uno la comida”. Sin embargo, su apuesta por la sustitución de cultivos ilícitos, y por la construcción de paz, sigue vigente, pues en palabras de él, “nosotros somos campesinos, no narcotraficantes”.

Valencia y Lemos participaron de la minga que llegó a Bogotá hace algunos meses. En ella se dieron cuenta de que en su lucha por la tierra, por la paz y por los derechos humanos no están solos. Este es un clamor de varios sectores sociales. “Las políticas nos afectan a todos y eso llevó a que la minga articulara procesos sociales del campo y de la ciudad. Nuestros derechos no se cumplen y por eso defendemos el derecho a la vida. No solo somos los campesinos y los indígenas, hay muchas personas más peleando por lo mismo. El pueblo se está despertando, el pueblo se está levantando”, afirma Valencia. De ahí se entiende que Vélez considere que Bajo fuego es un documento político, un testimonio que aporta al debate público sobre la construcción de paz en Colombia.

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