Tierra y sal. Dos materias que obsesionan a Juliana Góngora. La artista, durante tiempos prolongados, se ha entregado a estudiar los comportamientos de estos elementos sometiéndolos a pruebas de diversa índole. En su laboratorio, donde acontecen procesos artísticos, químicos y filosóficos, se empecina en crear obras en las que los materiales se resistan a “morir”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En Les Humeurs (Los humores) consigue que la sal y la tierra se toquen a través de la disposición de unos cuerpos de aguasal envueltos en pañuelos que sudan y que al gotear caen en una rudimentaria cama de tierra.
Quien estuvo frente a la instalación de Góngora estuvo percibiendo una cierta forma de la lentitud que da sentido a los actos mínimos, pero esenciales. Su obra encarna una tensión entre el cuerpo humano y el cuerpo escultórico. Los bultos de sal destilaron hasta que una costra los petrificó.
La artista estuvo tres meses viviendo en Ivry-sur-Seine, una de las zonas periféricas de París, donde hizo su residencia artística en el marco del año Colombia-Francia (2017). En este período pudo observar el entorno y aproximarse a su cotidianidad. Allí reafirmó que esta es una de las zonas en las que vive parte de la clase trabajadora de la ciudad, entre ellos muchos inmigrantes africanos y orientales.
Sus observaciones la incitaron a producir una pieza que enunciara esa realidad con materias que ella conocía, pero que no sabía qué retos le implicarían por las condiciones físicas de la sal y la tierra del lugar. Durante su estadía tuvo la posibilidad de hacer un viaje a la ciudad amurallada Aigues-Mortes, reconocida por las salinas que llevan su nombre (Salin d’Aigues-Mortes). Las imágenes de ese territorio de sal reafirmaron sus ideas y regresó al lugar que tenía en el Museo VAC MAL a estudiar el espacio donde las formalizaría.
Así, Les Humeurs se constituye como una instalación hecha con pañuelos que donaron diferentes habitantes de la zona, objetos accesorios que se revitalizaron como uno de los íconos históricos de la comunidad obrera. Góngora hizo desaparecer el preciosismo de los pañuelos cuando los convirtió en unos bultos colgantes contenedores de sal y agua. En el suelo del espacio ubicó una especie de “cama” que recibía constantemente las gotas de sal que al entrar en contacto con la tierra se cristalizaban. Su obra es contenedora del fenómeno migratorio, de esa idea geopolítica de la periferia y a su vez de la presencia del cuerpo (corpus) obrero de un sistema capitalista.
Incluso Les Humeurs evoca un acto ancestral de las dinámicas bélicas durante las Cruzadas: Aigues-Mortes fue una región clave durante estas míticas y sangrientas batallas. Dicen que los guerreros solían tirar un bojote de sal en tierras enemigas como un acto de maldición y previendo una posible victoria. La fuerza poética de las obras de Juliana Góngora está anclada a la lentitud de sus procedimientos, al fervor por los materiales y a su insistencia en crear obras de arte vivas que levanten otros tiempos, otras imágenes.