Letras en la buhardilla
A propósito del aniversario del natalicio número 91 de Ana Frank, les presentamos un texto breve sobre su vida y su obra.
Ana Frank nació en el año 1929. Aún quedaban rezagos de la Primera Guerra Mundial. Los europeos hasta ahora comenzaban a digerir cada disparo, cada bomba, cada batalla. Los militantes sobrevivientes ansiaban tener un continente con paz, sin ninguna guerra cercana. Soñaban con que los gobernantes de su territorio decidieran dejar de derramar ese mar de sangre en el que la cultura europea se había construido y alimentado años atrás.
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Ana Frank nació en el año 1929. Aún quedaban rezagos de la Primera Guerra Mundial. Los europeos hasta ahora comenzaban a digerir cada disparo, cada bomba, cada batalla. Los militantes sobrevivientes ansiaban tener un continente con paz, sin ninguna guerra cercana. Soñaban con que los gobernantes de su territorio decidieran dejar de derramar ese mar de sangre en el que la cultura europea se había construido y alimentado años atrás.
Edith Frank dio a luz una niña en medio de la miseria, la incertidumbre, la desesperanza, el hambre, o el cansancio de comer siempre lo mismo: productos procedentes de la harina. Alimento insignia de los civiles que atravesaron la Gran Guerra. Sustento que al mezclarse con el agua y luego freírse terminaba en una comida más amena: unos churros. Un producto barato. Un cultivo de trigo y un molino. De donde surgió posteriormente la variedad pastelera de los europeos.
Ana Frank, como todas las personas de su generación, se alimentó del trigo, de la harina de trigo, de todas las comidas que se crearon con base en este cereal que creó una cultura alrededor de este alimento y que demostró, una vez más, que detrás de la guerra quedan secuelas que cambian hasta las minucias de la cocina. Una generación que creció con los pilares de la sencillez y la lucha. Un grupo de niños, y luego jóvenes, que como método de supervivencia se adaptaron a cada situación, a cada alimento sin llegar a cuestionar las adversidades de la vida.
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Este plato de comida compartió intermitentemente con Ana Frank casi dieciséis años. El soplo de su vida se dividió en dos: su vida y su obra. Este último es el susurro plasmado de su vivencia como judía, por lo cual le tocó esconderse en 1942 de los nazis durante la ocupación de estos en los Países Bajos. Este susurro siempre habitó en su corazón. Un susurro que con el pasar de los días se convirtió en su pasión y en su sueño, pues la pequeña holandesa quería ser escritora y periodista. Un sueño que se hizo realidad gracias al regalo que recibió al cumplir trece años: un diario.
El libro de Ana Frank es el personaje principal en su vida. Sus escritos fueron el objeto de dos años de miedos, maltratos, olvidos y reencuentros. El diario, por ser testimonio vivo y directo, reafirma el propósito de este libro: ser testigo y voz de una barbarie que, de no leerse en las palabras de Ana Frank, y de muchas otras víctimas del holocausto Nazi, no podría ser verosímil años después. Quienes narraron la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en los símbolos de una oscuridad nunca antes develada de la naturaleza humana.
El diario, a comparación de su autora, pudo salir vivo, casi ileso de los campos de concentración. Ana Frank, al ser trasladada a principios de noviembre de 1944 junto con su hermana, de Auschwitz a Bergen-Belsen, contrajo fiebre tifoidea por las condiciones en las que fue sometida. Posteriormente, en febrero de 1945, ambas fallecieron. Primero fue Margot. La obra de Ana Frank fue cuidada y custodiada por dos amigas, las hermanas Janny y Lientje Brilleslijper, quienes también estuvieron prisioneras en Bergen-Belsen.
En 1946, las hermanas Janny y Lientje Brilleslijper se encuentran con Otto Frank, padre de Ana Frank, y le entregan su diario. El papá dura un tiempo sin ser capaz de leer el registro que dejó su hija sobre su corta vida. Cuando lo leyó por primera vez quedó sumergido en sus textos: "Yo no tenía idea de la profundidad de sus pensamientos y sentimientos”. Otto Frank transcribió algunas partes y las compartió con sus familiares y amigos. Las personas cercanas a él insistieron en que ese relato debía ser conocido. Finalmente, tomó una decisión y escribió un manuscrito del diario para enviarlo a los diferentes editores para que lo leyeran.
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El 3 de abril de 1946 se publicó un artículo sobre el diario en la primera página del periódico Het Parool de Amsterdam. La columna se tituló “Voz infantil” y fue escrita por el historiador Jan Romein. Él describió los relatos de Ana Frank como: “inteligente”, “humano” y “escrito en un envidiable puro y sobrio holandés". Añadió que la joven escritora por medio de sus palabras dio “una visión perfecta de la naturaleza humana”.
Gracias a esta nota en el periódico, diferentes editoriales quisieron publicar la historia. El 25 de junio de 1947, Het Achterhuis (conocido en español como El Diario de Ana Frank) fue publicado en una edición de 3.000 ejemplares. Actualmente el libro se encuentra traducido aproximadamente a 70 idiomas, además de eso también fue utilizado para producir obras de teatro y películas. Otto Frank se dedicó a la organización del museo “La Casa de Ana Frank” hasta su último respiro, en el año 1980. Siempre comentó que esperaba que los lectores del diario tomaran consciencia del peligro de la discriminación, el racismo y el antisemitismo.