
La vida de Thomas Mann iba de éxito en éxito, o por lo menos, del éxito como la sociedad lo entendía. Él seguía pensando en su siguiente obra, atormentado por el problema de lo humano, y por asuntos triviales como dónde escribir.
Foto: Ilustración: Nataly Londoño Laura
La primera era de Heine, “La alfombra gigante de su canción / dos veces cien mil versos”. La segunda, de Goethe, “El que no pueda acabar, eso te engrandece”. Para él, terminar la novela, como confesó en Relato de mi vida, “era un simple asunto de ética creadora, de obstinación, en el fondo. A mi parecer, el encarnizamiento con que durante tantos años me dediqué a aquel trabajo estaba demasiado condicionado por esa obstinación; esa creación me parece un placer demasiado privado y problemático como para que yo me atreva a esperar que...

Por Fernando Araújo Vélez
De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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