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“Lo que está pasando hoy es peligroso”

No le gusta el proceso de paz de Santos con las Farc, dice que Uribe buscó perpetuarse en el poder, que Samper nunca debió gobernar y que Gaviria no estaba ni para ser expresidente.

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Jorge Cardona Alzate / Hugo García Segura
22 de mayo de 2016 - 01:46 a. m.
“Lo que está pasando hoy es peligroso”
Foto: ANDRÉS TORRES
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Pudo haber sido sacerdote o abogado, pero pesó más el amor al arte —y a través de este al dibujo— que heredó de su madre, Tulia Gil Madrigal, pintora, y su padre, Vicente Osuna Sarmiento, quien, como dice, era dibujante aficionado “y lo hacía muy bien”. A través de sus trazos finos y certeros, con sarcasmo e irreverencia, Héctor Osuna ha contado en sus caricaturas la historia de Colombia durante las últimas seis décadas, desde cuando en 1959, a los 22 años de edad, Álvaro Gómez Hurtado le dio la oportunidad de plasmar sus trazos en El Siglo.

Hoy, a los 80 años, que cumplió ayer, sigue siendo una persona serena, tímida dirán algunos, que prefiere la lejanía del poder, ese que tanto cuestiona desde las páginas de El Espectador, no solo con sus dibujos, sino también a través de su columna firmada con el seudónimo de Lorenzo Madrigal. En estos momentos de turbulencia política, en su casa rebosante de arte por todas partes en Cajicá, hablamos de sus “Rasgos y rasguños”, de los gobiernos pasados y de un presente que para él no parece muy alentador.

Se nace con el don de dibujar, pero la caricatura implica un giro en el dibujo, ¿en qué momento se dio eso en usted?

En la mente de uno como caricaturista lo primero es el retrato. La caricatura es un resumen del retrato, es condensación de las características y las expresiones de una persona. No crean que se llega a los dos punticos de los ojos porque sí. Por ejemplo, la distancia entre los ojos para mí es lo que más caracteriza a alguien. Yo hacía retratos antes que caricaturas y dibujaba en el colegio a las promociones que salían de distintos cursos. Me acuerdo de que mi hermano Javier me dijo un día que vio uno de ellos: esta es su primera obra de arte.

¿Cómo recuerda esos comienzos en “El Siglo” y luego en El Espectador?

Un día venía en un bus con un compañero de colegio, en la última banca, y me dijo que en El Siglo estaban necesitando un caricaturista. Nos bajamos en la 15, que era donde quedaba el periódico, y así me enrole en caricatura de prensa. Estuve nueve meses y después pasé a El Espectador, y eso que yo no era liberal. Yo fui hasta el diario y me encontré con Eduardo Zalamea y Guillermo Cano y este me dijo vamos a consultarle a mi papá, lo cual me pareció raro porque yo, a los 21, ya no le consultaba nada al mío.

Entonces usted es y era conservador…

Yo no, aunque sí era de familia muy conservadora.

¿En “El Siglo” alcanzó a tratar a Laureano Gómez?

No, pero sí a Álvaro Gómez, que por cierto también dibujaba y quería darle instrucciones a uno de cómo hacerlo. Él pensaba que lo hacía mejor que yo, pero en realidad era mejor político.

¿Cómo se recibían sus trabajos en esa época de transición de la dictadura Rojas Pinilla al Frente Nacional?

Era una época muy política y se hacían caricaturas criticando por igual a conservadores y liberales. Ellos no se metían ni les importaban mucho mis dibujos. Pero recuerdo que cuando Guillermo León Valencia era candidato, él mismo se reveló diciendo: “Estoy listo”. Entonces había una propaganda en El Espectador para los clasificados con unas muchachas que decían: “Soy fulanita, llámame”. Yo dibujé diciendo: “Soy Guillermo León, llámenme”. Y me mandó un madrazo con Darío Bautista. La verdad, lo pinté siempre bien porque tenía una fisonomía que se prestaba y era fácil de captar. Lo pintaba de memoria como mi mamá pintaba rosas. Era muy pintoresco: nariz aguileña, belfo; eran tantas las historias que lo rodeaban, como cuando dijo que si no hubiese sido presidente de Colombia habría sido ciclista. Como en la época de Rojas Pinilla casi no había caricatura, por la censura, era una especie de primavera.

Y luego vino Carlos Lleras, ¿qué recuerda de él?

La verdad, no me simpatizaba. Fue alguien que tuvo posiciones radicales frente a los gobiernos conservadores. Dicen incluso que el 9 de abril de 1948, cuando se reunió la comisión de notables liberales con Mariano Ospina en la Casa de Nariño y este les dijo que no podían irse porque no les garantizaba la seguridad, hasta lo encuelló.

Haciendo un salto sobre el gobierno Pastrana, porque buena parte de ese tiempo usted se fue a estudiar a Europa, y entrando en la época de Alfonso López Michelsen, apareció en sus caricaturas la perrita Lara…

Fue cuando comencé a tener más resonancia. La época de la finca La Libertad, del apoyo a Klim cuando fue retirado de El Tiempo, cuando también se salieron Eduardo Caballero Calderón y Enrique Caballero Escobar. La perrita Lara fue un comodín y pinté a López con pipa porque una vez así lo vi en un reportaje en la revista Cromos. Ese comodín fue muy útil, como después los caballos en tiempos de Julio César Turbay, la monja de Belisario Betancur o el elefante de Ernesto Samper.

Comodines con enganche político…

Sí, porque además entraban en el diálogo. Yo puse a hablar al elefante o a los caballos. A los caballos por el famoso Estatuto de Seguridad de Turbay, era la forma de que conversaran con los prisioneros y hablaran con ellos de las torturas. Después vino el comodín más popular, la monja de Belisario. Él llevó muchas pinturas al Palacio Presidencial y Fernando Botero le dio el cuadro que se llama La monja. Al principio la puse a hablar dentro del cuadro, pero después la puse a caminar por el Palacio. A Belisario le fascinaba y hasta le contó al papa Juan Pablo II, en la visita que hizo al país, que esa monja lo regañaba en una caricatura.

¿Cuál es su perspectiva general de esos primeros gobiernos después del Frente Nacional?

Fueron gobiernos democráticos, unos más progresistas que otros, aunque quizás anticuados. El de Turbay sí fue muy represivo y el de López muy intelectualizado. Belisario quiso hacer negociaciones de paz pero terminó en el Palacio de Justicia.

¿Para ser caricaturista político, entonces y ahora, es obligación guardar distancia del poder?

Siempre debe ser así.

¿Algún presidente o dirigente político le ha reclamado por una caricatura?

Es curioso, pero nunca. Nunca me ha llegado un reclamo directo. Del único que recuerdo es de Guillermo León Valencia, que me mandó un madrazo.

¿Ni siquiera por el elefante de Samper?

Con Samper fui más o menos amigo. Yo siempre me opuse a que fuera candidato a la Presidencia, incluso desde cuando fue embajador en España. La verdad, no lo veía en el cargo. A Virgilio Barco le di muy duro por la nacionalidad de su esposa, Carolina Isakson. En esa época no había doble nacionalidad y me parecía imposible que ella hubiese renunciado a su ciudadanía estadounidense. Eso no le gustó a Hernando Santos en El Tiempo y en una edición de la revista Carrusel, queriendo contrarrestar lo que yo decía, tituló en portada: “Carolina, colombianísima”. De todos modos, pensar que Lleras, López, Barco o incluso Uribe se fueran a enojar por una caricatura, nunca. Eso es propio de los liberales.

¿Y hoy sigue pensando que Samper nunca debió ser presidente?

Sin ninguna duda.

¿Y del gobierno de César Gaviria qué?

Al menos cuando fue elegido quedamos contentos porque era un presidente que podía hablar, pues veníamos de Barco. Ahora Gaviria dice que es provinciano, que en Palacio no lo reciben, que la canciller Holguín lo trata mal. Yo creo que él, como otros, realmente no estaba preparado para la Presidencia, y para la expresidencia tampoco.

¿Y Andrés Pastrana?

Una vez en una reunión me preguntaron: ¿Y Pastrana qué hizo? Y luego el interlocutor se contestó: No hizo sino viajar. Entonces yo le comenté que eso fue porque él sí tenía visa.

Pero, sin duda, a unos les dio más palo que a otros…

Claro, por ejemplo a Turbay, aunque él no peleaba con nadie. La única que recuerdo fue porque una vez Guillermo León Valencia le dijo beduino. En la calle se hacían muchos chistes de él, pero a los caricaturistas eso no nos sirve.

En la actualidad le da duro a Juan Manuel Santos…

Puede ser, lo que pasa es que eso del proceso de paz sí no es lo mío, y no es nada personal.

¿Qué no le gusta del proceso de paz de La Habana?

Todo. No es la paz lo que me disgusta, sino que se diga que con ese proceso se va a llegar a ella. Además, dijeron que eso iba a ser rápido, pero se ha tratado con mucha ligereza y terminaron metidos en honduras que apuntan a transformar el país, dejándolo completamente en manos de las Farc.

¿Entonces cómo ve la oposición que hace hoy el expresidente Álvaro Uribe?

Me parece legítima. Ahora, hay que recordar que Uribe primero se apoyó en los Santos para llegar a la Presidencia, cuando apenas estaba en el 2 %, y nombró a Pacho como su vicepresidente. Luego, ya en el Gobierno, nombró a Juan Manuel como su ministro de Defensa. Además buscó hacerse amigo de El Tiempo. Después fue Juan Manuel quien se apoyó en Uribe, fue su candidato y terminó traicionándolo. Uribe fue ingenuo al pensar que Santos iba a ser su títere. La verdad, Uribe tampoco quería que fuera su candidato, pensaba más bien en Óscar Iván Zuluaga o Andrés Felipe Arias, todavía muy inmaduro pero que él podía manejar. Creo que Santos hace la política que ha querido hacer, pero también es innegable que fue elegido con unas banderas y terminó gobernando con otras.

¿Y para 2018 ve a Germán Vargas Lleras?

No se sabe, lo veo con mucha oposición en el mismo gobierno. No lo veo tan claro.

¿Usted es optimista frente al futuro de Colombia?

En este momento, no. Con estos procesos actuales podemos llegar a la situación de nuestros vecinos. Aunque no tan drásticamente como Venezuela. La paz es importante y hay que hacerla, pero creo que en otra sede y en otro gobierno. Lo que está pasando hoy es muy peligroso.

¿Por qué en otro gobierno?

Porque en el actual lo han hecho mal. Siempre he creído que Juan Manuel Santos no ha estado muy convencido del proceso de paz. Lo que pasa es que venía de darles duro a las Farc como ministro de Defensa y pensó que esto se solucionaba en unos meses, pero se metió en honduras. Él dijo que no se iban a dar reformas constitucionales y no ha sido así. Tengo la idea de que el que gobierna es Enrique Santos. Él influyó mucho cuando Juan Manuel entró a la política e influye mucho hoy. Él fue quien inició las conversaciones y lo llaman de urgencia para que solucione problemas. Para mí, el que maneja las cosas es él.

¿Cómo ve la labor de Humberto de la Calle?

Al principio de los diálogos de paz dijo que no iba a ser rehén del proceso y creo que ahí está secuestrado: todo lo acepta.

¿Lo ve como posible candidato presidencial?

Sí, sobre todo porque Timochenko dijo que se necesitaba un presidente que le diera continuidad al proceso. Y eso es, o Santos en un tercer período, o De la Calle.

Pero a Uribe también lo criticó muchísimo…

Por la reelección, por la forma en que la hizo y después buscó perpetuarse en el poder. Yo quisiera cambiar de modelo cada cuatro años para mis caricaturas.

¿Cuál ha sido el presidente más adecuado para Colombia?

A mí me gusta Alberto Lleras. Fue un gran civilista y tuvo la ventaja de confrontarse históricamente con el gobierno de Rojas Pinilla, cuya dictadura se puede decir que fue blanda comparada con otras de América Latina.

¿Y el más desacertado?

No sé, no me gusta descalificar. De pronto Samper, que no tuvo tiempo de gobernar por estar defendiéndose.

¿Quién debió ser presidente y no lo fue?

Álvaro Gómez, y lo digo con cierto susto. Estaba hecho para la Presidencia, lo querían mucho en los dos partidos, más en el Liberal que en el Conservador. Era un hombre tolerante, ilustrado, pero cada que se asomaba le ponían la sombra de Laureano. Lo peor es que Belisario lo tuvo de designado, pero no le dio el chance. Creo que fue un gran error.

¿Y Luis Carlos Galán?

También.

¿Ha sido muy difícil ser caricaturista político en un país que obliga a estar informado cada minuto?

Antes actuaba con más ligereza, con un poco más de juego. Lo que pasa es que la política la he asumido siempre apasionadamente. Cuando estuve en Bogotá en 1946, por ejemplo, conocí a Jorge Eliécer Gaitán y hasta hablé con él. Con mi hermano Javier recorrimos dependencias oficiales y sedes de políticos con un álbum de autógrafos. Con la firma de Gaitán me pasó una cosa curiosa. Él se salió de una reunión con líderes liberales para regalarme una firma. Yo les mostraba a los compañeros del colegio y un día me dijeron que por qué la tenía si yo era conservador. Entonces me salió sangre por la nariz y manché el autógrafo. Así quedó, todavía lo tengo con esa mancha.

¿Cómo visualiza el futuro de la caricatura con la llegada de las nuevas tecnologías?

Ya estoy muy viejo para eso. Me divierten los memes, que son como caricaturas que hoy se hacen. Pero espero que la manualidad en la caricatura, como el periodismo de papel, no se eche a perder.

Por Jorge Cardona Alzate / Hugo García Segura

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