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“Lo que Vesalio comenzó, nada podía detenerlo”: William A. Locy

Nacido el 31 de diciembre de 1514 en Bruselas, Andrea Vesalio marcó un antes y un después en la historia de la biología, y por lo tanto, de la medicina y la ciencia, por sus estudios y publicaciones sobre el cuerpo humano. Más de mil años después de las afirmaciones de Galeno sobre la medicina y los componentes internos del cuerpo, Vesalio corrigió sus conclusiones, e incluso puso en tela de juicio algunas afirmaciones de carácter “sagrado”, como el número de costillas que tenía el ser humano.

Fernando Araújo Vélez

01 de julio de 2025 - 05:00 p. m.
Andrea Vesalio (1514-1564) mostrando la anatomía de un brazo humano y los vasos sanguíneos que contiene.
Foto: Getty Images - wynnter
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Y mientras en las tierras de Europa comenzaba a discutirse sobre la gran revolución que habían generado las teorías de Nicolás Copérnico con respecto a la tierra y el sol y los pocos planetas que por entonces se conocían y tenían nombre, un libro, ‘De humani corporis fabrica’, empezó a llamar la atención de una sociedad que se había quedado con los conocimientos de anatomía y medicina divulgados por Galeno mil año antes. Era el año de 1543. Copérnico había publicado ‘De revolutionibus orbium celestium’, y Andrea Vesalio, ‘La estructura del cuerpo humano’, un estudio sobre las formas, secretos, recovecos y demás de la anatomía humana, presentado con diversos dibujos o ilustraciones de un alumno de Tiziano, Juan Esteban de Calcar.

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Según Peter Watson, “En un intento de atenuar la crudeza de lo que estaba representando, el artista dibujó los esqueletos en poses similares a las que habrían podido adoptar en vida y los situó, por ejemplo, en paisajes pintorescos. Extrañas o no, la cuestión es que nunca antes se habían visto ilustraciones de tal detalle, por lo que su impacto fue inmenso e inmediato”. Vesalio había corregido a Galeno en más de 200 aspectos, de acuerdo con los estudios que publicó en 1925 William A. Locy en su libro “Growth of Biology”. Entre ellos, echó por tierra la idea de que el fémur era curvo, como el de los perros, y comprobó que el hueso de la mandíbula era solo uno y no estaba dividido, como había asegurado Galeno.

Sus descubrimientos no solo fueron llamativos sino controversiales, sobre todo porque afirmó que los seres humanos tenían las mismas costillas de un lado y del otro, y no una menos en un costado, como se había repetido por años y siglos según el relato bíblico en el que Eva había sido creada a partir de una de las costillas de Adán. La Iglesia condenó a Vesalio, y con ella, los feligreses. Vesalio tuvo que renunciar a su cátedra en la Universidad de Padua y aceptó irse a España para hacer parte del cuerpo de médicos de Carlos V, con un salario casi que mínimo y condiciones muy precarias. Pese a las críticas y a la persecución y al exilio, “Lo que Vesalio había comenzado, nada podía detenerlo”.

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De algún modo, sus intereses eran similares a los que 300 años atrás había tenido el rey de Sicilia y sacro emperador romano, Federico II, quien en 1231 promulgó un decreto por el cual prohibía que los cirujanos trabajaran sin estar “instruidos en la anatomía del cuerpo humano”, y acto seguido, firmó una ley según la cual autorizaba a realizar por lo menos una disección pública del cuerpo humano cada cinco años. Hasta entonces, y desde los tiempos de Galeno (131-201 después de Cristo), o incluso antes, cualquier tipo de disección de los cadáveres humanos estaba prohibida. Se estudiaban de acuerdo con los análisis que se hacían con animales, sobre todo simios, bueyes, perros y cerdos. 

Federico II decretó después de su primera ley sobre las disecciones otras dos. La primera consistió en que se podían hacer ese tipo de análisis post mortem cada cinco años en Salerno, y la segunda, firmada años más tarde, autorizaba la disección de cuerpos cada año en la facultad de medicina de la Universidad de Venecia. Tres siglos más tarde, gracias a todos esos edictos y a algunos personajes que se atrevieron a avanzar sobre los conocimientos de Galeno, el cuerpo de los humanos era ya bastante conocido. Leonardo da Vinci, por ejemplo, había comenzado a hacer bocetos sobre anatomía desde 1489 o antes, y había escrito un memorando con las obras que pensaba realizar al respecto, asesorado por el anatomista Antonio della Torre.

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Cuando rompieron sus relaciones, o dejaron simplemente de trabajar juntos, Da Vinci continuó con sus estudios por su cuenta, y con la oscura participación de personajes de los bajos fondos de Florencia y sus alrededores, que le facilitaban cadáveres para que los abriera y estudiara. Según Watson, “El artista realizó más de setecientos bocetos que muestran la arquitectura del corazón y el trazado del sistema vascular, diferentes aspectos de los huesos, los músculos y sus uniones, secciones transversales de las piernas a distintos niveles, así como del cerebro y los nervios. El detalle de sus trabajos no sólo los hacía útiles para los artistas, sino también para los estudiantes de medicina”. Ya en 1510, Leonardo da Vinci podría haber hecho más de 30 disecciones.  

En uno de sus dibujos, “Hombre de Vitruvio”, dejó plasmada una necesaria relación entre cada parte del cuerpo humano y el todo. Da Vinci realizó varios experimentos que en su tiempo podían haberlo condenado a la hoguera. Luego de haber dejado Florencia, vivió en Milán y trabajó bajo el mandato del duque Ludovico Sforza, y allí se adentró en los misterios de la anatomía. En uno de sus experimentos, le inyectó cera fundida a los ventrículos cerebrales y descubrió que no era cierto que el cerebro tuviera tres ventrículos bulbosos alineados, sino que estaban dispersos. Sus conclusiones, condensadas en 150 páginas de dibujos y textos, permanecieron ocultas entre varias otras cosas de las colecciones reales de la corona británica hasta principios de 1900, cuando fueron publicadas. 

En el “Hombre de Vitruvio”, Da Vinci expuso sus estudios sobre las proporciones reales del cuerpo humano. Reproducido una y mil veces en distintos formatos, el dibujo fue adquirido por el pintor Giuseppe Bossi en 1815, luego de la muerte de su autor, y después por Luigi Celotti, un coleccionista que terminó vendiéndoselo a la Galería de la Academia de Venecia, donde quedó resguardado desde mil ochocientos y tantos para que fuera preservado. Según los investigadores de la vida y obra de Leonardo da Vinci, la obra fue finalizada en 1490 y dedicada a Marco Vitruvio, un arquitecto, escritor, anatomista y hombre de estado de los tiempos del Imperio Romano, que había profundizado en las proporciones del ser humano y para quien toda obra de arte debía tener firmeza, utilidad y belleza. 

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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