Feroz. Así es la poesía de María Paz Guerrero, en la que dios es una mujer, es latinoamericana y a veces se niega que siente. Los ritmos agitados de la ciudad, la violencia caótica de un viaje en Transmilenio, las luces de neón de los bares de salsa, la marginación, las caminatas imposibles por la atiborrada séptima, el placer underground y la intimidad quebrantada hacen parte de la cotidianidad de este libro, que logra traducir la angustia de estar viva en palabras.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Sus versos libres, sin ataduras, rebeldes, hacen que su poesía rompa con ese peso tradicional de lo que debería ser lo femenino. Ella aprendió a leer por su padre, quien cada noche le leía un fragmento de Las mil y una noches, hasta que fue desarrollando un gran amor por la lectura, una necesidad de habitarla y sentirla en cada célula.
La cadencia de su poesía está en los movimientos de su cuerpo, en las experiencias cercanas al llanto de dios, la exploración animal del yo y las enormes distancias que se extienden como kilómetros moribundos bajo la piel fría del asfalto bogotano.
¿Por qué es importante contar lo que muchos no quieren escuchar, darle otra forma a dios, otorgarle un cuerpo de mujer?
Nuestra poesía desde la modernidad está vinculada con la pregunta por lo sagrado; la poesía es el espacio de lo mítico, de lo sublime y de la belleza. Mi apuesta con este libro es poder pensar lo sagrado; por eso escogí la figura de dios en lo contemporáneo, y lo contemporáneo es brutal.
Puede leer: Lizeth León: “La depresión es un animal que no pide ser domesticado”
Si pudiera transformar algo de esta ciudad ¿qué sería?
Los entornos de lectura. Nosotros estamos en una ciudad atravesada por la agresividad y creo que nos hace falta tener espacios de lectura. Estoy convencida de que la lectura podría ayudarnos a estar con nosotros mismos en medio de una ciudad que adolece de inequidad, diez o quince minutos de lectura podrían ayudarnos.
¿Dónde está lo sagrado?
Hilándolo con la anterior pregunta, diríamos que vivimos en un espacio de brutalidad. A veces experimento que esta pregunta por lo sagrado está inmersa en el día a día, en lo más bajo, en lo más cotidiano, en lo menor, en lo difícil, y si la vida se va componiendo de toda esa mezcla de elementos, entonces ahí también está la potencia de la vida.
En la presentación de su libro dijo que el ritmo está en el cuerpo. ¿Cómo logra darle ritmo a la poesía, narrar a dios en esta ciudad?
La poesía de la modernidad ha tratado de decir la dificultad de dios, primero de la muerte de dios y después del no lugar de dios, dios ya no tiene un lugar en este mundo atravesado por tanto horror. ¿Qué nos queda?, nos queda el cuerpo. ¿Qué somos?, somos un cuerpo que se levanta, que respira, que experimenta, que siente, que vive, que es afectado, que se encuentra con el otro. El cuerpo tiene una respiración y tiene pulsaciones , y ahí es donde encuentro el ritmo del poema, porque es donde está fluyendo la vida, donde estamos experimentando la vida por fuera de toda restricción moral e ideológica.
Hablemos un poco de esas fracturas que tiene ese dios en su libro. ¿Por qué lloraría ese dios? ¿Cuáles son sus fracturas?
Ese dios es un dios que condensa todas las normas a las que lo somete el mundo contemporáneo. Ese dios es masculino y femenino, va cambiando, experimenta con un cuerpo de mujer y está atravesado por un cuerpo condicionado por el mundo contemporáneo; entonces el cuerpo de ese dios es una cosa absolutamente atravesada por la norma del deber ser, del deber ser de la comida, de la belleza, de la juventud. Este dios tiene un cuerpo que está habitado y sujeto a la dureza de la norma, es un dios que todo el tiempo quiere ser otra cosa, que está buscando ser lo que no es; entonces tiene la necesidad de irse de su lugar permanentemente, irse del país, de su cuerpo, de sus relaciones. Está buscando un lenguaje que le permita desbocarse en todo ese deber ser que le toca atravesar.
Puede leer: Tatiana Duplat: "Soy de la tierra, tengo un vínculo con la montaña"
¿Qué lugares de la cotidianidad la invitan a escribir?
Yo creo que el lugar de la poesía está en Transmilenio; es decir, a mí Transmilenio me parece una experiencia humana extrema. El arte está en las experiencias extremas y Transmilenio es un lugar para sobrevivir, la sobrepoblación y la relación entre los cuerpos es una relación de violencia. Este es un espacio micro de violencia y a la vez de fuerza, cada quien lleva su fuerza para salir adelante. Hay otro espacio que me parece también fundamental y es la diecinueve con séptima, en el centro, donde están todos esos buses destartalados, el esmog y el despliegue de los vendedores ambulantes y de la comida al aire libre, esa especie de ciudad barroca, tercermundista, en donde todo puede pasar.
Si pudiera vivir en un libro ¿en cuál viviría y por qué?
Cien años de soledad, porque aparte de que me parece fascinante la historia, el ritmo de las frases hiperbólicas que se van desplegando, que no terminan y que van envolviendo la totalidad del mundo, me hacen querer vivir ahí.