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Donde antes se levantaba imponente la figura de Simón Bolívar ahora hay un vacío. El antiguo Monumento a Los Héroes, erigido para conmemorar seis de las principales batallas de la Independencia del siglo XIX, debió ser demolido para dar paso a las obras de la primera línea del Metro de Bogotá. Esto ocurrió en septiembre de 2021.
Para Patricia Correa, artista y habitante desde hace muchos años del barrio San Felipe, aledaño al antiguo monumento, su ausencia fue el origen de la idea central de su nueva exposición: nada, ni siquiera las piedras que vemos tan firmes en el suelo, es imperecedero. Lo único permanente es el cambio.
Este es el título que lleva la muestra que se inaugurará el próximo jueves 3 de abril en la galería El Azulejo de San Felipe. Correa, en conversación para El Espectador, contó que se trata del resultado de cuatro años de investigación que hizo sobre el barrio y el monumento, incluidos los cambios por los que pasó durante el Paro Nacional.
Durante ese tiempo, Correa recolectó fotografías del barrio y el monumento que después transfirió a unos azulejos. Para lograrlo, la artista se valió de varias técnicas, pero la principal fue el cianotipo.
“El proceso del cianotipo es una técnica incluso más vieja que la fotografía análoga. Se llama así por el color cian (un tono de azul) con el que se hacían los planos antiguos y que es el resultado de una reacción química entre ferrocianuro de potasio con una mezcla de amoniaco y hierro. Juntas esos dos químicos y se forma un compuesto sensible a la luz”, afirmó.
El resultado es una narrativa “no lineal”, según Correa, contada a través de murales de 14 metros cuadrados. Estos ”reflejan la naturaleza misma de los temas que los inspiraron: una multiplicidad de imágenes que cuentan una historia no lineal de un monumento desaparecido y de un barrio en transformación que no es sino una composición caótica de elementos arquitectónicos y sociales, pero vibrante y cambiante", afirmó la artista en un comunicado.
Para ella, contar esta historia representa una sensación agridulce. En parte se alegra de poder contribuir a la conservación de la memoria histórica y urbana de la ciudad, aunque eso signifique aceptar que de esa arquitectura ya no quedan más que fotografías. “Esta exposición estuvo íntimamente relacionada con una reflexión personal sobre lo efímero que es el mundo”, concluyó.
