'Los colores de la montaña': entre la inocencia y la barbarie

Lo que se descubre en la pantalla podría pasar en cualquier país que padezca un conflicto armado. En Oriente, en África o en este caso en Colombia, en los imponentes y bellos paisajes de Jardín, Antioquia, las armas y la guerra crean el mismo desconcierto. El primer acierto de Los colores de la montaña, ópera prima de Carlos César Arbeláez, es su historia universal a pesar de los códigos locales, lo que se traduce con la conexión tanto del público nacional como internacional.

La cinta pone como protagonistas a un grupo de niños que viven en una vereda del campo colombiano y, a través de su mirada, el espectador vive su cotidianidad  en el colegio, en los juegos de infancia, en las relaciones de familia, pero también se revela esa dolorosa realidad de una vida permeada por el miedo y la impotencia de una guerra que se ha entrado hasta sus casas.

Otro de sus aciertos es que se aleja de las películas que tratan el conflicto nacional explícitamente, queja tan recurrente del público colombiano sobre la producción nacional. Aquí los sonidos del helicóptero, las luces que irrumpen en una casa, los despojos de un asalto y lo que pasa fuera de cuadro es lo que crea esa atmósfera de violencia, todo a través de una bella cinematografía que le imprime un color especial al paisaje. “Me esforcé mucho para que ni guerrilleros ni paramilitares fueran protagonistas de mi película. Quería que los que sobresalieran fueran esos niños y la población civil”, afirma el director.

Por más de 9 años Arbeláez gestó la idea de esta película, que en principio era un corto basado en la imagen de un niño que quería saber qué había detrás de una montaña, pero la realidad colombiana se fue metiendo y el resultado fue un incremento de páginas en un guión que tuvo más de 18 variaciones.

El casting de los niños fue exhaustivo, porque implicaba encontrar a un niño de nueve años que asumiera de principio a fin con la carga de la película. Entre más de 3.000 participantes encontraron al protagonista, Hernán Ocampo, quien interpreta a Manuel, un pequeño entrañable que ha sido la estrella de la producción. “Parece que hubiera hecho una película sobre él y no que él hubiera actuado en mi guión”, sostiene Arbeláez.

El filme ha estado en unos 15 festivales, le esperan otras participaciones  y ya se ha vendido en más de 12 países. En San Sebastián ganó el Premio Kutxa-Nuevos Directores, donde el jurado alabó la sencillez y la poesía. La verdad, no esperaban la resonancia que ha tenido hasta ahora, tanto en la critica como en el público, lo que no siempre es fácil de conciliar.

“Esta película no es sobre desplazados, trata de desplazamiento, que es muy distinto. Quería retratar esa cotidianidad del campo para que la gente viera y sintiera qué es lo que está perdiendo esta gente cuando sale de sus tierras”, confiesa Arbeláez.

Homenaje a Cartagena en su Bicentenario

El Ministerio de Cultura, la Alcaldía de Cartagena, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (IPCC) y el FICCI harán este jueves, a las 9:00 p.m., un homenaje a La Heroica en el Bicentenario de su Independencia, con la inauguración del Festival de Cine Internacional de Cartagena en el Camellón de los Mártires.

Este será un evento gratuito para toda la población cartagenera, en el que se proyectará la película También la lluvia, de Icíar Bollaín,  protagonizada entre otros por  el  actor mexicano Gael García Bernal.

Entre los invitados especiales estará el actor español Luis Tosar, dos veces ganador del Premio Goya y uno de los protagonistas del largometraje que se exhibirá.