Eson animales que habitan
la Gran Colombia,
parecidos al hombre...
(Fernando González Ochoa)
Así tenía que ser, pues es la época en que se lleva alimento al espíritu. No está mal que el joven sea cada día de una escuela, que las recorra todas, que sea marxista, pesimista, ateo, místico, todo, todo en el curso de quince años.
Pero es preciso que el hombre se manifieste a los veintiocho años, que a esa edad comience a darle colorido de su personalidad a todo lo que ha ingerido.
Que lea y observe mucho el joven; que viaje y mire; que se alimente. Pero a los veintiocho años debe recogerse y mirarse a sí mismo. A los veintiocho años no se debe leer sino meditar; en esos años llega el deber de la originalidad, de la auto-expresión.
En Suramérica permanecen los hombres siempre de lectores, siempre de viajeros. Tienen vergüenza de su propia alma; se quedan con los vestidos ajenos. Por eso he dicho en mis libros que todos, Laureano Gómez, Núñez, Caro, todos los jovencitos que han escrito y actuado en la Gran Colombia, son púberes con barbas canosas. Aquí han creído que son frases graciosas; mis palabras son símbolos.
¿No es de vulgar observación que en Suramérica se lee mucho, que saben un poco de todo, que son vivarachos, etc.? ¿No está la explicación en lo que acabo de anotar? ¿No observan todos que a pesar de leer tanto y saber tanto, el suramericano nada crea? Pues muy fácil explicarlo: Tienen vergüenza, simulan, leen, etc., porque están obligados por el coloniaje político, racial y literario, a considerarse como hijos de puta.
Me enorgullezco de ser el primero que ha estudiado y analizado el complejo que he llamado hijo de puta. Aquí han dicho que uso palabras inmundas; lo que sucede es que estudio problemas nuevos, suramericanos.
Resumen: A los 28 años llega el día de no leer sino de crear, o al morir se irá al limbo, donde están todos los suramericanos, menos Bolívar.
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Los negroides (Ensayo sobre la Gran Colombia). Medellín. Editorial Bedout. 1973. Págs. 43-44.