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Mi personalidad está definida por mi carrera profesional. Lo primero que pienso cuando me preguntan por mi esencia, es que soy economista: esta es la forma en la que me aproximo a la vida. También soy músico aficionado, de buen nivel.
Me define el ser optimista, positivo, juicioso, disciplinado, alguna vez tímido y luego extrovertido. Me adapto con enorme facilidad a los diferentes lugares, culturas y circunstancias. He vivido en seis ciudades distintas, en cinco países, y en todos los lugares he sido muy feliz, he aprovechado lo que me ofrecen los sitios.
Tengo la vena política de mis abuelos, la misma que no he explotado, pero quizás la vida me brinde la oportunidad de hacerlo. Las dos familias, tanto la paterna como la materna, han influido de manera importante mi vida.
Rama paterna
Hernando Gómez Otálora, mi abuelo paterno, disfrutaba rescatando su genealogía y nos contaba de sus ancestros. El más antiguo que se conoce fue un sobrino del general Santander, de quien tenemos un cuadro que representa su muerte junto a nuestro pariente. Una copia de esa obra reposa en el Museo Nacional.
Mi abuelo proviene de una familia de Boyacá, era de Tunja. Fue economista y abogado con estudios en SMU en Dallas, y doctorado en Derecho en Harvard. Llevó una vida académica y pública muy nutrida. También fue maratonista.
Ejerció como representante a la Cámara por su Departamento. Fue ministro de Desarrollo Económico de Carlos Lleras Restrepo. Después del holocausto del Palacio de Justicia, perpetrado por el M – 19, mi abuelo integró la Corte Suprema, y yo lo conocí siendo magistrado. También hizo parte del grupo de fundadores de la Facultad de Derecho de los Andes: fue su primer decano y luego rector. Dirigente gremial, asesor de la Junta Monetaria. Uno de los padres del Decreto 444 del régimen de cambios vigente por tantos años desde el gobierno Lleras. Una de las cosas importantes por las que se le conoce es la sentencia de la Corte Suprema que dio vía libre a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Presidiendo el Congreso, y a sus cuarenta y cinco años, sufrió un derrame cerebral: tuvo un accidente cerebro vascular que le paralizó medio lado, pero se recuperó.
Muy pronto logró una carrera excepcional. Pese al derrame, no dejó de ser muy intenso intelectualmente, pues solo se afectó su lado matemático. Yo lo conocí un poco disminuido, pero impresionaba por su capacidad de trabajo, por su inteligencia. Fue muy amoroso con sus nietos. Recuerdo que íbamos de vacaciones a su finca en Guasca, donde él me hablaba de la historia económica y política de Colombia y al día siguiente me hacía quiz. Murió muy joven, a sus sesenta y dos años, y no lo pude aprovechar tanto como hubiera querido.
José Restrepo fue mi bisabuelo por el lado de mi abuela paterna, oriundo de Caldas, como lo fue su esposa Sara. Fueron ellos los referentes de la historia familiar. De ahí vienen varias generaciones de primos casados entre ellos. José fue empresario y político. En 1930 compró el periódico La Patria, cuando estaba muy recién fundado. Fue su dueño y director hasta su muerte, cuando lo heredaron sus seis hijos. En la tercera generación, y por primera vez en su historia, se contrató un director externo.
A todos nos une la relación con el periódico, que tiene una función importante a nivel social y regional. En las reuniones familiares se les recuerda, a José y a Sara, pero también la historia que existe alrededor de la Luker: mi tatarabuelo era dueño de una fábrica de textiles y de una chocolatería que hoy es Casa Luker.
Los lectores interesados en la historia de vida completa pueden visitar este enlace: https://isalopezgiraldo.com/historias/personajes/daniel-gomez-gaviria/