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“Los perros de Benares”, los cuentos de un peregrino

Después de agotar las dos ediciones anteriores, Caza de Libros pone a disposición de los lectores en la Filbo la tercera edición de “Los perros de Benares y otros retablos peregrinos”, del escritor Eduardo Márceles Daconte.

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Germán Espinosa
28 de abril de 2023 - 02:00 a. m.
La presentación del libro “Los perros de Benares y otros retablos peregrinos”, del escritor Eduardo Márceles, será hoy a las 4:30 pm en el Pabellón 3, Stand 346A.
La presentación del libro “Los perros de Benares y otros retablos peregrinos”, del escritor Eduardo Márceles, será hoy a las 4:30 pm en el Pabellón 3, Stand 346A.
Foto: CRISTIAN GARAVITO
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Quien lea los primeros ocho relatos del libro Los perros de Benares y otros retablos peregrinos descubrirá fácilmente los móviles que Eduardo Márceles Daconte, nacido en Aracataca, pero criado en Barranquilla, tuvo para abandonar su patria un buen día y convertirse en un infatigable peregrino por los cinco continentes. Es evidente que a Márceles Daconte le sedujo ese inmenso turbión renovador que, a finales del decenio de 1960, fue el llamado movimiento hippy, sacudimiento de una juventud que repudiaba la cultura occidental y trató de hallar la verdad ya en consolaciones místicas orientales, ya en la liberación sexual que predicó Henry Miller, ya en los paraísos artificiales, y hasta en un nuevo y sincrético misticismo cristiano.

Como los hippies, el autor de Los perros de Benares quiso alguna vez desembarazarse de las ligaduras terrígenas y convertirse en un ciudadano del mundo, aspiración también socrática que no lo detuvo, sin embargo, como sí a Miller, ante el enjambre de las abejas helénicas. Precisamente los retablos peregrinos de Márceles Daconte procuran erigirse en testimonio de su peregrinación por remotas y exóticas latitudes, donde numerosos jóvenes como él, entre 1970 y 1980, padecían todos los rigores que aguardan al viajero bohemio en las ciudades industriales de Europa o en las llanuras áridas de Afganistán.

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En conferencia pronunciada ante un coloquio de escritores a finales de 1982, Márceles Daconte señalaba la necesidad de encontrar nuevos caminos para vigorizar el periodismo. El suyo particular está muy claro en Los perros de Benares. Se trata de hacer de lado el artículo, crónica o reportaje tradicional, y emplear, en cambio, técnicas propiamente literarias que estimulen con mayor intensidad las emociones del lector. Así, no solo las experiencias espontáneas de una vida viajera, sino incluso aquellas investigaciones periodísticas conscientes y dispendiosamente minuciosas pueden llegar a convertirse, gracias a la destreza narrativa, en piezas de la más exigente literatura.

Fácil resultaría, en este sentido, afirmar que Márceles Daconte es un honesto discípulo de Truman Capote o de Norman Mailer, pero él mismo se ha preocupado por señalar, en la referida conferencia, la ya larga lista de quienes experimentan por esos rumbos: Talese, Breslin, McGinnis, entre otros. Y en Colombia, Germán Castro Caicedo, Juan Gossaín y Umberto Valverde. Los perros de Benares entra, pues, en un paisaje que específicamente podríamos ya considerar como una escuela literaria de nuestros tiempos.

En los mejores relatos del libro Márceles Daconte incorpora al género, sin embargo, algunos elementos que pudiéramos estimar como personales. Tal así, ciertos esbozos psicológicos, no puramente periodísticos ni testimoniales, como el personaje Javier en el cuento Un incidente en la estepa afgana. Y aún más, cierta inclinación a imponer a episodios auténticos y breves de su vida una especie de densidad simbólica. La propensión periodística es evidente, claro está, en la mayor parte del volumen, y muy particularmente cuando, en el relato Harlem es una tumba, no titubea en traer a colación cifras estadísticas sobre la criminalidad y el número de drogadictos en ese barrio de Nueva York.

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Hay que decir que, junto a narraciones de creciente tensión dramática, fundadas en el empleo sostenido de un lenguaje de eficacia plástica, Márceles Daconte ha incluido en este libro relatos a los cuales una suerte de descenso de la guardia ha restado el patetismo que, sin duda, él aspiraba a imponerles. No obstante, Los perros de Benares -y digamos de una vez que el relato que le da nombre es digno de cualquier antología- destaca más por sus aciertos y presagia a un autor que, afilando un poco la autocrítica, dará mucho que decir en su futura obra literaria.

Por Germán Espinosa

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