Los Titanes de la cultura
El apartado de cultura de la iniciativa Titanes Caracol está enfocado a personas que hayan facilitado a un grupo de personas de escasos recursos o de un territorio específico, el acceso a la música, danza, pintura, literatura, poesía, teatro, fotografía o cualquier otra actividad artística, con el objetivo de generar conocimiento y estrategias que ayuden a mejorar la calidad de vida.
-Redacción Medios
La categoría cultura también premia a quien haya liderado actividades con grupos que reflejen costumbres, creencias folclóricas o tradicionales de una región, o que hayan impulsado grupos que tengan a la cultura como una forma de vida o una fuente de ingreso y desarrollo personal. (Le recomendamos: Los Titanes de la tecnología).
Juan Carmelo Martínez
Gracias al taller ”Urabá escribe”, creado en 1984, y a que Juan Carmelo Martínez, más conocido como ‘Juanmares’, es profesor de Competencia Lectora, Lengua Materna y Metodología de estudio, más de mil personas han escrito y leído poemas, cuentos, ensayos y hasta novelas en Urabá, región a la que llegó a trabajar en plataneras de Carepa y Apartadó cuando tenía 18 años.
La pasión por las letras este hombre la tiene desde pequeño, cuando en su primer año de educación conoció La alegría de leer, de la que se aprendió dos tomos de memoria que le bastaron para entender en los siguientes diez años La vorágine, María y El Quijote. De joven, una vez finalizado el servicio militar, ‘Juanmares’ sufrió un accidente que lo incapacitó por un año, tiempo en el que escribió su primer libro, Poteas y pirontes. En 1991, después de ayudar a desmontar potreros para construir el aeropuerto, un abogado amigo le hizo validar toda la primaria en un solo día y luego, en programa de reinserción, se graduó de bachillerato. Dice que fue gracias a Luis Vélez que a los 65 años logró el título de licenciado en la Universidad de Antioquia.
Desde hace dos años ‘Juanmares’ va a las aulas de clase con la misión de enseñar a los jóvenes el gusto por la lectura, pero también les narra a los adultos mayores de Churidó aventuras cortas una vez a la semana mientras que da la batalla jurídica por la pensión.
Mientras eso sucede, ‘Juanmares’ recorre Apartadó y el Urabá en su bicicleta negra sin cambios y con la vieja maleta con el sello de Colombia —que los abogados de antaño usaban para guardar sus documentos— y en la que él lleva dos o tres libros.
Andrés Felipe García Chiquito
El arte comunitario fue la salida que Andrés Felipe García Chiquito encontró para hacer de su servicio militar una experiencia positiva. Estando en la Octava Brigada del Ejército en Armenia y en distintos batallones del Eje Cafetero, le propuso al comandante de entonces que quería hacer murales en las escuelas y barrios junto a sus compañeros soldados.
Fue así como en 2015 se creó el proyecto Pintando Sueños de Paz, que en asocio con la fundación Montañas de Colores, de García Chiquito, permite que soldados carguen, en vez de armas, baldes de pintura y brochas para realizar murales en los que también participa la comunidad. Desde entonces han llegado a 55 municipios colombianos y a 40 escuelas en Caldas.
Todo el trabajo lo dirige Andrés Felipe García, quien es popularmente conocido como Felipe Chiquito, el artista plástico que se tomó en serio el arte comunitario. Su meta, dice, es llegar a todos los ejércitos para que soldados del mundo lideren procesos de arte comunitario como una forma de generar convivencia pacífica.
Por ahora, Chiquito se prepara para asistir en noviembre a la conmemoración de los 30 años de la caída del Muro de Berlín, donde compartirá, con artistas alemanes, su arte para la paz y no para la guerra.
Idelfonso Avilés Rodríguez
En Guamo (Tolima), Idelfonso Avilés Rodríguez trabaja para que los utensilios de barro que elaboran las familias que viven en las veredas de La Chamba y Chipuelo sean reconocidos como productos de denominación origen por la Superintendencia de Industria y Comercio.
Para las 350 familias que viven de este trabajo es importante lograr el reconocimiento porque, como dicen los pobladores, “venimos del barro y vivimos del barro”. Así que para ellos la cerámica es más que un artefacto o un sustento derivado de las minas de arcilla; para ellos es la vida misma este material refractario con el que elaboran la cerámica negra orgánica.
Idelfonso Avilés, quien desde muy pequeño aprendió a moldear el barro para convertirlo en vasijas, floreros o platos, creó en el 2018 la Asociación de Artesanos de La Chamba y Chipuelo (Asoarch), con la que defiende el origen de esa cerámica que es importante para los 99 asociados, todos artesanos y artesanas que también quieren preservar la tradición de elaboración manual.
Este oficio ancestral derivado de la cultura Pijao tiene un valor económico, pero también simbólico; ya que los artesanos en las dos veredas del suroriente del departamento del Tolima dicen que es un barro bendito.
Luis Antonio Santacruz Vallejo
“El Tigre no es como lo pintan” es el eslogan con el que Luis Antonio Santacruz, ingeniero agroforestal y docente, quiere cambiar la percepción que se tiene de los pobladores del Tigre, Valle del Guamuéz (Putumayo), quienes durante décadas han soportado la violencia generada por guerrilleros y paramilitares.
Con su fundación Tierra Fértil Santacruz logra que la población sea conocida por su riqueza cultural, sus ecosistemas y el empuje de su gente. Más de cien niños, niñas y jóvenes han logrado fortalecer el trabajo en equipo y el liderazgo, al ocupar el tiempo libre en el arte, específicamente en el teatro; actividad con la que tuvieron la oportunidad de participar en el Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá y el Festival de Teatro de Manizales.
En una obra como La Machaca, la población víctima de una masacre paramilitar perpetrada el 9 de febrero de 1999 ha encontrado una especie de bálsamo contra el dolor que les dejó la guerra.
“El Tigre no es como lo pintan” recibió en 2017 el reconocimiento del Programa Ondas de Colciencias como proyecto de Investigación gracias a la labor de Luis Santacruz Vallejo y su grupo, Tierra Fértil.
Diego, el hijo de Isabel Ñáñez, fue diagnosticado con autismo cuando tenía un año. Las visitas que hizo a diversos centros que atienden a personas con discapacidad intelectual y autismo, hizo que Isabel se percatara de las necesidades que tienen los espacios donde el desarrollo médico y social de los pequeños es interrumpido para brindar posibilidades a otros.
Entre pasillos y salas de espera Isabel se dio cuenta de que no era la única mamá con este reto; así que tomó la decisión de convocar a otras madres para que los niños con capacidades diferentes, como ella dice, tengan más posibilidades de socialización, educación e de inclusión.
De ahí nació Sin Límites, una orquesta en la que los protagonistas son estos jóvenes que, junto a sus familias, se enfrentan constantemente a intensas jornadas terapéuticas. Antes de que se acabara el tiempo destinado para Diego y sus compañeros, Isabel buscó espacios por toda la ciudad que le permitieran seguir el desarrollo.
En 2015 fue cuando creó una fundación con niños y jóvenes que en un principio llevaba al salón comunal de su edificio y luego al Centro de Estudios Deportivos de IDRD donde, además de disponer de salones para que practiquen y aprendan música, teatro y expresión, pueden acceder, una vez a la semana, al gimnasio Incluyente del complejo El Salitre.
Más de 30 familias se benefician tres días a la semana con los programas culturales de Sin Límites que son apoyados por estudiantes que cursan el último año en diversas universidades. Ellos buscan una invitación a festivales de teatro o a eventos musicales como Salsa al Parque, la Feria de Cali o el Carnaval de Barranquilla, pues tienen sin duda el talento.
La categoría cultura también premia a quien haya liderado actividades con grupos que reflejen costumbres, creencias folclóricas o tradicionales de una región, o que hayan impulsado grupos que tengan a la cultura como una forma de vida o una fuente de ingreso y desarrollo personal. (Le recomendamos: Los Titanes de la tecnología).
Juan Carmelo Martínez
Gracias al taller ”Urabá escribe”, creado en 1984, y a que Juan Carmelo Martínez, más conocido como ‘Juanmares’, es profesor de Competencia Lectora, Lengua Materna y Metodología de estudio, más de mil personas han escrito y leído poemas, cuentos, ensayos y hasta novelas en Urabá, región a la que llegó a trabajar en plataneras de Carepa y Apartadó cuando tenía 18 años.
La pasión por las letras este hombre la tiene desde pequeño, cuando en su primer año de educación conoció La alegría de leer, de la que se aprendió dos tomos de memoria que le bastaron para entender en los siguientes diez años La vorágine, María y El Quijote. De joven, una vez finalizado el servicio militar, ‘Juanmares’ sufrió un accidente que lo incapacitó por un año, tiempo en el que escribió su primer libro, Poteas y pirontes. En 1991, después de ayudar a desmontar potreros para construir el aeropuerto, un abogado amigo le hizo validar toda la primaria en un solo día y luego, en programa de reinserción, se graduó de bachillerato. Dice que fue gracias a Luis Vélez que a los 65 años logró el título de licenciado en la Universidad de Antioquia.
Desde hace dos años ‘Juanmares’ va a las aulas de clase con la misión de enseñar a los jóvenes el gusto por la lectura, pero también les narra a los adultos mayores de Churidó aventuras cortas una vez a la semana mientras que da la batalla jurídica por la pensión.
Mientras eso sucede, ‘Juanmares’ recorre Apartadó y el Urabá en su bicicleta negra sin cambios y con la vieja maleta con el sello de Colombia —que los abogados de antaño usaban para guardar sus documentos— y en la que él lleva dos o tres libros.
Andrés Felipe García Chiquito
El arte comunitario fue la salida que Andrés Felipe García Chiquito encontró para hacer de su servicio militar una experiencia positiva. Estando en la Octava Brigada del Ejército en Armenia y en distintos batallones del Eje Cafetero, le propuso al comandante de entonces que quería hacer murales en las escuelas y barrios junto a sus compañeros soldados.
Fue así como en 2015 se creó el proyecto Pintando Sueños de Paz, que en asocio con la fundación Montañas de Colores, de García Chiquito, permite que soldados carguen, en vez de armas, baldes de pintura y brochas para realizar murales en los que también participa la comunidad. Desde entonces han llegado a 55 municipios colombianos y a 40 escuelas en Caldas.
Todo el trabajo lo dirige Andrés Felipe García, quien es popularmente conocido como Felipe Chiquito, el artista plástico que se tomó en serio el arte comunitario. Su meta, dice, es llegar a todos los ejércitos para que soldados del mundo lideren procesos de arte comunitario como una forma de generar convivencia pacífica.
Por ahora, Chiquito se prepara para asistir en noviembre a la conmemoración de los 30 años de la caída del Muro de Berlín, donde compartirá, con artistas alemanes, su arte para la paz y no para la guerra.
Idelfonso Avilés Rodríguez
En Guamo (Tolima), Idelfonso Avilés Rodríguez trabaja para que los utensilios de barro que elaboran las familias que viven en las veredas de La Chamba y Chipuelo sean reconocidos como productos de denominación origen por la Superintendencia de Industria y Comercio.
Para las 350 familias que viven de este trabajo es importante lograr el reconocimiento porque, como dicen los pobladores, “venimos del barro y vivimos del barro”. Así que para ellos la cerámica es más que un artefacto o un sustento derivado de las minas de arcilla; para ellos es la vida misma este material refractario con el que elaboran la cerámica negra orgánica.
Idelfonso Avilés, quien desde muy pequeño aprendió a moldear el barro para convertirlo en vasijas, floreros o platos, creó en el 2018 la Asociación de Artesanos de La Chamba y Chipuelo (Asoarch), con la que defiende el origen de esa cerámica que es importante para los 99 asociados, todos artesanos y artesanas que también quieren preservar la tradición de elaboración manual.
Este oficio ancestral derivado de la cultura Pijao tiene un valor económico, pero también simbólico; ya que los artesanos en las dos veredas del suroriente del departamento del Tolima dicen que es un barro bendito.
Luis Antonio Santacruz Vallejo
“El Tigre no es como lo pintan” es el eslogan con el que Luis Antonio Santacruz, ingeniero agroforestal y docente, quiere cambiar la percepción que se tiene de los pobladores del Tigre, Valle del Guamuéz (Putumayo), quienes durante décadas han soportado la violencia generada por guerrilleros y paramilitares.
Con su fundación Tierra Fértil Santacruz logra que la población sea conocida por su riqueza cultural, sus ecosistemas y el empuje de su gente. Más de cien niños, niñas y jóvenes han logrado fortalecer el trabajo en equipo y el liderazgo, al ocupar el tiempo libre en el arte, específicamente en el teatro; actividad con la que tuvieron la oportunidad de participar en el Festival Iberoamericano de Teatro en Bogotá y el Festival de Teatro de Manizales.
En una obra como La Machaca, la población víctima de una masacre paramilitar perpetrada el 9 de febrero de 1999 ha encontrado una especie de bálsamo contra el dolor que les dejó la guerra.
“El Tigre no es como lo pintan” recibió en 2017 el reconocimiento del Programa Ondas de Colciencias como proyecto de Investigación gracias a la labor de Luis Santacruz Vallejo y su grupo, Tierra Fértil.
Diego, el hijo de Isabel Ñáñez, fue diagnosticado con autismo cuando tenía un año. Las visitas que hizo a diversos centros que atienden a personas con discapacidad intelectual y autismo, hizo que Isabel se percatara de las necesidades que tienen los espacios donde el desarrollo médico y social de los pequeños es interrumpido para brindar posibilidades a otros.
Entre pasillos y salas de espera Isabel se dio cuenta de que no era la única mamá con este reto; así que tomó la decisión de convocar a otras madres para que los niños con capacidades diferentes, como ella dice, tengan más posibilidades de socialización, educación e de inclusión.
De ahí nació Sin Límites, una orquesta en la que los protagonistas son estos jóvenes que, junto a sus familias, se enfrentan constantemente a intensas jornadas terapéuticas. Antes de que se acabara el tiempo destinado para Diego y sus compañeros, Isabel buscó espacios por toda la ciudad que le permitieran seguir el desarrollo.
En 2015 fue cuando creó una fundación con niños y jóvenes que en un principio llevaba al salón comunal de su edificio y luego al Centro de Estudios Deportivos de IDRD donde, además de disponer de salones para que practiquen y aprendan música, teatro y expresión, pueden acceder, una vez a la semana, al gimnasio Incluyente del complejo El Salitre.
Más de 30 familias se benefician tres días a la semana con los programas culturales de Sin Límites que son apoyados por estudiantes que cursan el último año en diversas universidades. Ellos buscan una invitación a festivales de teatro o a eventos musicales como Salsa al Parque, la Feria de Cali o el Carnaval de Barranquilla, pues tienen sin duda el talento.