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Los últimos días del Galeón San José

El 8 de junio se cumplió un nuevo aniversario del hundimiento del más famoso navío de la época colonial en 1708, cuyo tesoro por rescatar desató esta semana una nueva polémica política.

Nelson Fredy Padilla *
12 de junio de 2022 - 02:00 a. m.
Según el Gobierno, esta es una de las imágenes del tesoro del galeón San José, hundido por los ingleses el 8 de junio de 1708, a 12 millas de Cartagena. A la vista estarían las monedas de 8 reales que circulaban en la época.
Según el Gobierno, esta es una de las imágenes del tesoro del galeón San José, hundido por los ingleses el 8 de junio de 1708, a 12 millas de Cartagena. A la vista estarían las monedas de 8 reales que circulaban en la época.
Foto: Armada Nacional de Colombia/EFE - Armada Nacional de Colombia

El galeón San José zarpó rumbo a Tierra Firme, junto a su flota acompañante, el 10 de marzo de 1706 luego de que fracasara en un intento español de recaptura del peñasco de Gibraltar un año antes. En el viaje de ida debía parar primero en Cartagena y luego en Portobelo, pues en el puerto panameño se volvía a celebrar su famosa feria después de una década. (La noticia: Presidente Duque reveló nuevas imágenes del galeón).

Gran expectativa causaba la llegada en ese viaje del nuevo virrey para los dominios suramericanos, el marqués de Castelldosrius, con la misión de restablecer el comercio intercontinental y, si se podía, imponer la Inmaculada Concepción de la Virgen como dogma. Una vez llegó el descendiente de los linajes de Oms, de las más distinguidas familias de Cataluña, le escribió al rey quejándose del “pesado calor estival de Cartagena”. Luego pudo más su avaricia y terminaría promoviendo el contrabando por el océano Pacífico en complicidad con el comandante francés Jean Baptiste Ducasse. (Contexto: Las preguntas por resolver sobre el naufragio del San José).

El San José y su corte de galeones había arribado a Cartagena de Indias el 27 de abril después de una travesía de un mes y medio sin incidentes, cosa rara al atravesar aguas infestadas de piratas. Pero aquellos, especialmente los ingleses, estaban bien informados sobre el objetivo de esos navíos de seguir a Panamá donde los esperaba un contingente de comerciantes que habían viajado al istmo desde el Callao, Perú, con dinero y mercancías que iban a ser enviados junto con las recaudaciones para la Corona.

Los buques fueron sometidos a reparaciones mientras desde Portobelo, tres meses después, el 21 de julio de 1706, el marqués daba cuenta de los preparativos de la gran feria y de las “fiebres mortales” que atacaban a los foráneos. El puerto panameño era llamado “el cementerio de los españoles”. Meses después, el nuevo Virrey daba cuenta de la recaudación de 1.379.310 pesos rompiendo récords para “sus majestades”.

Hasta el 5 de enero de 1708 partió el San José hacia Portobelo. Según El tesoro del San José, libro de la investigadora estadounidense Carla Rahn Phillips, el 20 de mayo de ese año se hizo “una cuidadosa contabilidad, en la que se daba cuenta de cada maravedí, y que estaba escrita en siete folios y medio”. El total recaudado, según carta al rey, totalizaba 1.551.609 pesos y 7 reales, que iban a ser subidos en partes iguales a los galeones San José y San Joaquín junto con otros “envíos privados” verificados por el maestre de plata.

Rahn Phillips admite que es imposible saber cuántas riquezas se subieron a bordo: “es posible que se cargara una cantidad considerable de tesoros en forma de contrabando… Según la leyenda, la flota de Tierra Firme planeaba volver a España transportando un cargamento sin precedentes de lingotes y otros tesoros, la mayoría de ellos de forma ilícita”. Después investigadores como López Morelo demostrarían, con base en la carga salvada del San Joaquín, que además de lo declarado con destino a la Corona, que incluía donaciones “a Su Majestad que Dios guarde” de Santa Fe, Mompóx y del clero de Cartagena, habían subido cajas y bolsas con esmeraldas, alajas y perlas, más oro y plata sin acuñar lo que “añadía al tesoro una desconocida cantidad… potencialmente sustanciosa”. De las personas a bordo del galeón sólo sobrevivieron entre siete y once, quienes le dijeron a sus captores ingleses que allí se transportaban siete millones de pesos en plata y oro, sin sumar lo escondido por los pasajeros que podía duplicar el tesoro. Rahn Phillips insiste hasta el epílogo en la “sobrevaloración de la carga” y en la importancia del “tesoro histórico” para la historia naval y de la humanidad.

El último viaje del San José, repleto luego de la feria de Portobelo, incluyó un total de 16 barcos y en plena travesía hacia Cartagena se les unió otro buque mercante. El 8 de junio de 1708 todo transcurría dentro de lo previsto hasta que se avistó Bocachica, la entrada a la bahía, y en la maniobra de rodear la Isla Tesoro la flota “se topó con un escuadrón inglés comandado por el comodoro Charles Wager y compuesto por cuatro barcos: el Expedition de Wager, con 70 cañones; el Kingston, con sesenta; el Portland, con 50; y el brulote Vulture”. Ella reconstruye los hechos basada en los cuadernos de bitácora de esos buques.

Lo demás se sabe y se supone a la vez por la suma de versiones de la batalla: la del español Dionisio de Alcedo Ugarte y Herrera (1690-1777), testigo presencial desde una de las embarcaciones que llegaron a Cartagena, recogida en el capítulo XXXVIII de su “Aviso histórico con las noticias del Perú, Tierra-Firme y Nuevo Reyno de Granada… desde 1535 hasta el de 1740″, consultado en la Universidad Eafit de Medellín. Dice: “la Esquadra Inglesa los atacó a las cinco de la tarde, y en una batalla de toda la noche, hasta las cuatro de la mañana, naufragó a las ocho la capitana San Joseph, ahogándose 578 personas y salvándose cinco”. Él fue historiador, geógrafo, capitán general de Tierra Firme, presidente de la Audiencia de Quito, gobernador de Panamá, procesado por contrabando y escritor de Piraterías y agresiones de los ingleses y de otros pueblos de Europa en la América española desde el siglo XVI al XVIII y de Descripción de los Tiempos de España.

La reconstrucción desde el otro bando la hizo el historiador inglés Josiah Burchett (1666-1746), pero las dos coinciden con la desarrollada por el naufrólogo italiano Claudio Bonifacio. Un detalle sobrecogedor de Burchett dice que el galeón capitana “llevaba un gallardete blanco en el extremo del palo mayor”. Un símbolo de paz que no sirvió de mucho porque antes de anochecer españoles e ingleses entraron en combate cañón a cañón hasta el hundimiento. Una de las versiones más completas del lado colombiano es la de Rodolfo Segovia Salas, historiador que ha sido miembro de la Comisión de Antigüedades Náufragas del Gobierno colombiano. Su investigación “El hundimiento del San José” se puede revisar en Bogotá, en la Academia Colombiana de Historia, de la que es miembro.

La Biblioteca Nacional de Colombia digitalizó en 2016 un mapa realizado por el cartógrafo inglés Samuel Harding sobre el hecho. Trae esa anotación del autor: Este plano de la Ciudad, Puerto y Fuertes de Cartagena está dedicado humildemente al Reverente y Honorable Sir Charles Wager, Primer Lord Comisionado del Almirantazgo” (el corsario que atacó y hundió al San José).

En esa mapoteca, desde la que se puede navegar hasta la British Library o los Archivos Nacionales de Holanda, también causa curiosidad el mapa holandés “Teâtre de la Guerre en Amerique” (Teatro de la Guerra en América), publicado por Covens & Mortier en Ámsterdam alrededor de 1710. Este tiene esta nota en francés: “Los galeones suelen durar en Cartagena 60 días, luego de allí salen a Portobelo, donde permanecen 40 días más, y regresan a Cartagena, donde permanecen poco tiempo, y de ahí parten a la Havana”.

Documentos que inspiraron nuevos ataques piratas a la ciudad amurallada, como el de Edward Vernon en 1741. Otro testimonio gráfico creíble y escalofriante es “Acción frente a Cartagena”, óleo del pintor inglés Samuel Scott (1702-1772) que representa la batalla en cuestión y que hace parte de la colección Caird del Museo Marítimo Nacional del Reino Unido, en Greenwich, Londres.

Si el San José explotó o no, es lo de menos. La prueba fehaciente de la resistencia nocturna del galeón es que lo primero que se vio de su naufragio son cuatro cañones expuestos en una fotografía revelada a finales de 2015 por la Presidencia de la República de Colombia. Intactos, el bronce y las bocas de fuego ennegrecidas de pólvora resistiendo al paso de los siglos; entre sombras de tiburones sobresalen del peso de la arena como si quisieran apuntar todavía hacia la superficie.

* Autor del libro El galeón San José y otros tesoros, sello editorial Aguilar. Este es un fragmento de la investigación publicada en 2016.

Por Nelson Fredy Padilla *

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