Lu Xun: Pensar, escribir, contestar

Contadores de historias, amantes de lo ambiguo, estudiosos de sí mismos y sus entornos, devoradores de vida y de muerte, los escritores Yukio Mishima, Lu Xun, Kenzaburo Oé y Natsume Suseki son parte de la representación del Lejano Oriente en la literatura universal. Por eso presentamos algunos aspectos de sus vidas y sus obras en este especial de El Magazín. Acá, Lu Xun.

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Xiao Fen-Herrnan
29 de marzo de 2018 - 02:00 a. m.
Lu Xun / Ilustración: María Camila Quiceno
Lu Xun / Ilustración: María Camila Quiceno
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Lu Xun, seudónimo de Zhou Shu Ren, es reconocido como uno de los escritores más importantes de las letras chinas modernas, tanto por su obra literaria como por su papel de crítico socio político. Nació en una familia adinerada que cayó en desgracia después de la implicación del abuelo de Lu Xun en fraudes administrativas, concientizando al joven a la corrupción política y la hipocresía vigente en su sociedad. Unos años después, falleció su padre después de una larga enfermedad que había endeudado a la familia con varios remedios tradicionales de médicos dudosos. Su muerte lleva Lu Xun a mirar con ojo crítico las supersticiones y tradiciones de la sociedad china del fin del siglo y a reflexionar sobre el estado de la población, uno de ignorante pobreza a la merced de las autoridades. Sus desventuras de infancia hacen de él un hombre pesimista y esta tendencia se fortalecerá con los años con sus fracasos personales y los de la revolución china. 

(Si está interesado en leer más sobre el especial de literatura oriental, ingrese acá: Yukio Mishima: La mirada original) 

Por falta de recursos financieros, Lu Xun está obligado a salirse de su colegio tradicional que se enfocaba en las enseñanzas de Confucio para ir a estudiar en un colegio público en cual descubre las ideas y literatura occidentales contemporáneas. Como muchos intelectuales orientales de la época, se interesa en la teoría de la evolución de Darwin y en su posible aplicación al nivel social para modernizar al país. Traduce textos franceses, alemanes, ingleses y rusos, los cuales tienen una fuerte influencia sobre su pensamiento. Durante sus estudios en Japón vive de antemano la violencia de la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y se da cuenta de la opinión que tenían los extranjeros de China. Al regresar, decide abandonar la medicina para dedicarse a la literatura como herramienta de cambio para despertar las conciencias del pueblo. En su cuento más famoso, Diario de un loco (1918), libremente basado en un cuento de Gogol del mismo nombre, pone en escena un hombre paranoico que se convence que su entorno es caníbal, una alegoría de la manera en cual la sociedad china de la época estaba “comiendo” a su propio pueblo. De otra parte, aunque (o quizás en parte porque) había sido forzado en un matrimonio arreglado con una mujer iletrada y tradicionalista, defiende la igualdad de géneros y la necesidad de educar a las mujeres. A lo largo de su vida, su objetivo fue concientizar al pueblo, puesto que según él: “para salvar al país y salvar al pueblo, hay primero que salvar a la mente”.

(Si le interesa leer más de retaratos literarios orientales, ingrese acá: Natsume Suseki: "El minero”, o arrastrar el pasado)

El escritor regresa a China en 1909 para enseñar ciencias antes de convertirse en director en 1911, el mismo año que la revolución que llevó a cabo el imperio Qing y asimismo el principio de la República. Aunque había apoyado a varios movimientos revolucionarios, Lu Xun considera que la revolución todavía no había logrado renovar al país, sino solo a cambiar los dirigentes oficiales. Desilusionado por la manera en que avanza el país, sigue criticando a la sociedad contemporánea a través de sátiras, su estilo de predilección, y ensayos críticos. Participa en la construcción de La Liga de los Escritores de Izquierda (1930-1936), una agrupación de escritores que promueve ideas revolucionarias contra la represión estatal. En sus últimos años, se dedica a la escritura de ensayos políticos y a la traducción antes de morir en 1936 de tuberculosis. 

La mayor contribución que tuvo para la historia literaria e intelectual china fue su utilización del chino vernácula (bai hua) en vez de la escritura clásica, más erudita y reservada a la élite educada. Mientras había en parte recibido tal educación, y por lo tanto pudo comentar de manera correcta a la tradición literaria y escribir textos y poesía en este estilo, consideró que la modernización del país necesitaba una reforma completa de la escritura y del lenguaje. La utilización del chino vernácula permitió deshacerse de las reglas rígidas de la escritura y permitió representar con más veracidad la realidad contemporánea de la población con un registro lingüístico a cuál el lector podía identificarse. Esta decisión fue revolucionaria en la época y anunciaba las demandas de los manifestantes del Movimiento del 4 de Mayo (1919) de usar el bai hua como lengua oficial y escrito estándar al nivel administrativo y educativo, lo que fue aceptado y sigue en efecto hoy en día. 

(Si está interesado en leer más sobre el especial de literatura oriental, ingrese acá: Kenzaburo Oé: El dolor, esa resignificación de la vida)

Aunque Lu Xun apoyó a las ideas comunistas de la época, nunca se juntó oficialmente al partido. Las críticas que hizo hacia sus miembros, su hipocresía y su uso de la propaganda le valieron amenazas personales que lo forzaron a huir hasta Shanghái en 1926. Por la misma razón, aunque fue reconocido como el padre de la literatura moderna china, no fue siempre elogiado por el partido comunista en el programa educativo nacional y sigue siendo una figura controversial. Durante la Revolución Cultural (1966-1976), Mao Zedong se apropió sus textos para promover su programa de “modernización” contra la tradición, dejando al autor manchado para generaciones de intelectuales que lo asociaron con las atrocidades cometidas en esos años. Sin embargo, Lu Xun fue antes todo un crítico de la injusticia, la violencia y la corrupción. Asimismo, las nuevas generaciones han utilizado varias de sus citas y de sus ensayos para atacar al gobierno actual. 

Lu Xun vio la derrota de un mundo antiguo y corrupto y compartió la esperanza, así como la decepción, en la revolución. En varios sentidos, su trabajo y su vida son la definición misma del intelectual o del artista: profundamente independiente, con una voz que se alzaba arriba de la vox populi, de las cegueras del dogmatismo y del idealismo. Como un verdadero escritor contestatario, nunca abandonó su integridad frente a la propaganda y siguió cuestionando y criticando a la sociedad para mejorarla. Encarna la sencilla, pero esencial, verdad que tanto el escritor, el artista y el intelectual, como su obra son al centro de cualquiera posible libertad.

Por Xiao Fen-Herrnan

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