Luciana Peker: La revolución es feminista y de mujeres deseantes

En la Ulibro 2022 de Bucaramanga, la activista argentina especializada en género Luciana Peker presentó su libro, “La revolución de las hijas”. Aquí una reseña del libro y de sus palabras.

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Silvia Juliana Gómez, especial para El Espectador
31 de agosto de 2022 - 12:12 a. m.
Luciana Peker presentó su libro, "La revolución de las hijas", el 29 de agosto en Ulibro 2022 de Bucaramanga
Luciana Peker presentó su libro, "La revolución de las hijas", el 29 de agosto en Ulibro 2022 de Bucaramanga
Foto: Cortesía Ulibro.
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Hablar del aborto legal y gratuito es todavía un escándalo para muchas mujeres. Luciana Peker no es una de ellas. Para Luciana, tener sexo no debe ser una condena a muerte; para ella, las mujeres son deseantes y desde esa pasión escribió La revolución de las hijas.

En las primeras páginas, Peker explica y reitera que “La pelea por el aborto no fue porque solo las jóvenes abortan y, mucho menos, solo por el aborto”. El aborto es apenas una excusa que contribuyó al nacimiento y fortalecimiento del feminismo, movimiento que busca la igualdad, desde el cambio de las políticas públicas nacionales, en Argentina, hasta la fractura del statu quo en los países neoliberales.

El feminismo lucha porque las mujeres puedan decidir sobre su propio cuerpo y no sean sometidas al voto de quienes son hombres o ya están menopáusicas, como lo dijo Juana Garay, expresidenta del Centro de Estudiantes del Nacional de Buenos Aires. También, sus luchas se unen con otras causas como las del colectivo LGBTIQ+, las denuncias sobre feminicidios y la inseguridad que rodea a la mujer, los micro y macromachismos, por solo mencionar algunos obstáculos.

Leer a Luciana Peker, entonces, es entender que no se nace siendo feminista, pues esto es una construcción constante que no es finita. Así lo deja explícito en su libro: “Se trata de repensar, debatir y encontrar maneras, probarlas, cambiarlas, tomar nuevos rumbos”. Para transformar el mundo en el que vivimos se necesita estar abiertos a cambios, estar dispuestos a deconstruirnos para comprender otros puntos de vista, muchas veces contrarios a los nuestros.

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Al crecer en una cultura tan machista aún, como lo es la de Santander, se aprende a culpar a las víctimas por lo que les sucede. Es más, siempre se busca excusar al agresor. Esta fue una de las partes que más conflicto me generó al leer el libro, pues he aprendido que “Las que gozan deben pagar con su vida el precio del placer. Y las que no mueren tienen que tener sexo con la sombra del miedo como fantasma permanente”.

Después de leer algunas historias que narra la autora sobre feminicidios, con un vacío en el estómago y mi corazón retorciéndose, comprendí que “No son ni deberían ser santas para que sus muertes duelan y sus vidas valgan”. El derecho a la vida debe ser respetado y garantizado por el simple hecho de ser humano, sin importar nada más. Y esto sí que aplica en Colombia.

Hombres e hijas que paren madres

La periodista también abarca un tema complejo y espinoso: los hombres en el feminismo. Muchas veces son excluidos y criticados por radicalismos poco lógicos. Frente a esto, Peker explica: “No se les puede excluir porque somos un motor de cambio político, no un colectivo con demandas propias y punto”. Estas palabras remarcaron que los hombres sí pueden participar activamente del feminismo, pues uno de los objetivos de esta revolución es ser un eje de resistencia política, y lo político es personal, y cuando es personal no hace falta ser mujer para luchar por los derechos de todes.

Eso sí, Luciana hace una diferencia muy grande entre los hombres y los violentos. Los bienvenidos son aquellos que están dispuestos a cambiar, a dialogar y a chocarse todas las veces que sea necesario con sus creencias, para entender que ellos también son víctimas del machismo y de todo lo que nos ha enseñado el capitalismo sobre lo que significa ser hombre. La idea, aquí, es cambiar el linchamiento o las conductas de castigo por espacios de diálogo en los que los hombres “sean autocríticos y desmonten ciertas características de la masculinidad que no pueden seguir ahí”.

Debo decir que la frase que más me gustó del libro fue el título del capítulo 6: “Las madres paridas por sus hijas”, pues la biología demuestra que es al contrario, las madres paren a sus hijas. Al principio no entendía, pero después de leer, comprendí que la frase sí tenía sentido. El feminismo en Argentina comenzó gracias a las Madres y Abuelas de la Plaza de mayo, quienes fueron una gran resistencia en la dictadura. Ahora, con la participación de les jóvenes, aprenden sobre organización y trabajo colectivo, lo que les permite construirse nuevamente a partir del orgullo y la libertad, dejando atrás roles de control, obediencia y complacencia. Mientras “las hijas arman su propia genealogía y gritan que son las nietas de las brujas que ellos no pudieron quemar”.

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Luciana también cuenta cómo ha sido su camino como periodista feminista. Describe el dolor que siente cuando las víctimas le cuentan sus historias, la impotencia que le da cuando la subestiman en su trabajo y la tristeza que la agobia cuando le niegan un abrazo por ser parte del movimiento de las banderas verdes y la escarcha. Su testimonio me inspira mucho. Su experiencia me deja claro que el camino no va a ser fácil, pero la pasión que refleja en cada palabra, me demuestra que la transformación que plantea La revolución de las hijas es posible y, sobre todo, necesaria.

Con Luciana en vivo

La charla comenzó cuando aún hacía sol. Alrededor de las 4:10 del lunes 29 de agosto en la sala A del Centro de Convenciones Neomundo en el marco de ULIBRO 2022. Luciana tenía un vestido rojo, el color que habíamos decretado como “el que usan las putas” en el taller que hizo ese mismo día a las 11:00 am. Al parecer a todas las mamás o abuelas les enseñaron que el rojo en los labios o en el pelo nos convierte en trabajadoras sexuales.

Y fue precisamente el sexo el primer tema que se tocó para abrir el encuentro. Peker contaba el momento en que ella sintió que comenzó a ser feminista. En Argentina se acostumbraba que, en los colegios públicos, todos los estudiantes usaran un “guardapolvo”, que en Colombia es como una bata de laboratorio, con el fin de que no se notaran las clases sociales. Sin embargo, llegó un momento en el que, sin que nadie se diera cuenta, el “guardapolvo” solo era obligatorio para las niñas, mientras que los hombres casi ni lo usaban. Luciana y sus compañeras hicieron tanto ruido con su incomodidad que finalmente tumbaron esta norma. Su primer triunfo y su primer castigo, por el colegio, claro.

El público en la sala era mayoritariamente femenino, pero de todas las edades. Y eso, eso está muy bien. A mi parecer, la frase más bonita de la autora ayer fue: “lo que yo más anhelo es que si yo sufrí, no quiero que tú sufras”. No es una oración con palabras rebuscadas o rimas; me gustó precisamente porque es sencilla y define totalmente lo que significa el feminismo y todas sus causas. La revolución nace por la empatía que unas mujeres sienten hacia las situaciones difíciles que han vivido otras, sin haber compartido su experiencia. Y a partir de esta unión se busca que ninguna vuelva a pasar por un momento similar.

La escritora nombró su libro Putita golosa y comentó que era una columna de opinión que terminó siendo un libro por la relevancia de los temas. Una de las razones por las que lo escribió es porque se cree que quienes son penetradxs, pierden, pues se ve al sexo como una derrota. Afirmó: “el sexo no es una derrota, la violación sí lo es”.

El goce y el impacto de la escritura fueron los temas finales en la charla. Sobre el primero, Luciana declaró que, aunque la gente decía que con el feminismo se iba a acabar el sexo y el deseo, “de lo que no se dan cuenta es que las mujeres estamos más deseantes que nunca”. Y aunque la palabra “deseante” no exista, las mujeres nos identificamos con ella, ya que no somos objeto de deseo, sino que podemos desear por iniciativa propia, permitiendo la democratización del sexo.

Peker resaltó que con la escritura sí se puede cambiar el mundo, pero solo si se lleva a la acción, pues “es más fácil hablar en la escritura que en el sexo”. Y durante el taller animó a quienes confesaron no sentirse cómodxs escribiendo, comentando que su “incapacidad” es porque tienen muchas cosas por decir y no por falta de habilidades. A las 4:40 comenzó la sección de preguntas, que se convirtió en un espacio en el que tres mujeres tomaron el micrófono para agradecerle y comentarle a Luciana cómo estaban construyendo su camino en el mundo del feminismo, mientras ella demostraba con una sonrisa igual de grande a Bucaramanga, la emoción que sentía al escuchar sus testimonios.

Al salir para la firma de autógrafos, el cielo se estaba cayendo a cántaros. Sin embargo, el calor humano que transmitía la escritora, mediante sus abrazos, y el cariño con el que firmaba sus libros, combatió el frío y la oscuridad en la que estaba sumida esa tarde de martes. A decir verdad, yo la había imaginado completamente diferente. No antipática, pero sí menos dulce de lo que es. Tal vez porque no quería que la decepción fuera tan grande al conocer a la autora del libro que me voló la cabeza. Al verla, me di cuenta de que es un ser lleno de luz y de muchísimo amor a la que le encanta escuchar. Y cuando estaba interactuando con sus lectoras, actuales o futuras, mientras firmaba sus libros, no me quedó duda de que así era. No se lo dije en persona, pero me gustó mucho conocerte, Luciana. Por ti, aquí tienes una soldada más de La revolución de las hijas.

Por Silvia Juliana Gómez, especial para El Espectador

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